Crítica

Rufus Wainwright: arte, expiación y ofrendas a Leonard Cohen en Les Nits de Barcelona

El músico recorrió su obra con su exquisitez y buen humor habituales en un recital en solitario, a piano y guitarra, en el festival de los jardines de Pedralbes

Concierto de Rufus Wainwright en els Jardins Palau de Pedralbes

Concierto de Rufus Wainwright en els Jardins Palau de Pedralbes / FERRAN SENDRA

Jordi Bianciotto

Jordi Bianciotto

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

No todos los artistas, por mucho que tengan una obra hecha y derecha, funcionan en el formato de mínimos, solos ante el peligro, y Rufus Wainwright lleva muchos años demostrándonos que es uno de ellos. Un piano de cola, una guitarra acústica y, por encima de todo, su voz cada día más tensada y mejor modulada, fueron sus herramientas para deleitar a la audiencia de los jardines de Pedralbes, este domingo en el festival Les Nits de Barcelona.

Uno de esos recitales sin banda a los que él se refiere con ironía como su recurso para pagar las facturas (no será tanto) y que permiten una inmersión distinta pero igual de genuina en lo suyo. Rufus desde su núcleo duro, con su simpatía y humor naturales, y sin manías a la hora de abrir, sentado al piano, con un tema tan sesudo como ‘Agnus dei’, la apertura del muy libertino álbum ‘Want two’ (2004), donde se ofrecía como “cordero de dios” y sujeto expiatorio de los pecados de la humanidad (los suyos, sobre todo). Pieza que ha integrado en su ‘Dream requiem’, estrenado el mes pasado en París, y que, por sus palabras, tal vez veamos pronto por aquí. “Estaréis muy contentos en Barcelona, ¡muy pronto!”.

El ‘giro’ de Italia

Los recitales de Wainwright tienen ese tono informal, en el que nos cuenta lo que ha hecho los últimos días: girar por Italia, comprar objetos relativos a Verdi y hartarse de los aeropuertos, esos lugares ingratos. Era la víspera de su cumpleaños, el 51º. “Da miedo”, suspiró. Pero, aunque tosió, se atascó y volvió a empezar en ‘Sanssouci’, ahí con la guitarra, son irreprochables sus dones y su profundidad una vez se pone en situación, como sucedió en esas cumbres llamadas ‘The art teacher’ y ‘Dinner at eight’.

Sin álbum nuevo, abordó algunas piezas de obras paralelas, de su ópera ‘Hadrian’ y de su reciente musical ‘Opening night’ (basado en la película de John Cassavetes). “Un gran éxito artístico y un completo fracaso financiero”. Quizá por eso se ve en el trance de salir de gira con pocos gastos, pero ya está bien si así nos entrega en ofrenda delicadezas convulsas como ‘Millbrook’ o ‘Gay messiah’, esta también con sus sufridas referencias religiosas. Dedicó una palabras para Joe Biden, que ha tomado “la decisión correcta” con su renuncia y que ha sido “un gran presidente” que “merece el aprecio y el respeto”.

Y tras otras perlas de su catálogo (‘Poses’, ‘Cigarettes and chocolate milk’ y una ‘Going to a town’ antes de la cual visualizó “una mujer presidenta de América”), una vez más, siempre, Leonard Cohen. Un ‘So long, Marianne’ que exigió sus tonos más agudos y ese ‘Hallelujah’ ya casi apropiado por él, deslizando una súplica última de piedad para este mundo (y para los sufridos usuarios de los aeropuertos europeos). 

Suscríbete para seguir leyendo