Opinión | Política y moda

Patrycia Centeno

Patrycia Centeno

Experta en comunicación no verbal.

La foto

Donald Trump levanta el puño tras recibir el disparo en la oreja en el mitin del pasado sábado.

Donald Trump levanta el puño tras recibir el disparo en la oreja en el mitin del pasado sábado. / EVAN VUCCI / AP

Enseguida la reconocimos como icónica. De todas las imágenes tomadas durante el atentado de Donald Trump, esa y no otra era la fotografía que iba a pasar a la historia. Y no es que no tuviera una dura competencia. La foto del rostro del republicano en el suelo mientras los seguratas se tiran encima para actuar como escudo humano o el recorrido de la bala tras rozar la oreja es igual o más impresionante. Pero la captura de Evan Vucci, fotógrafo de AP y premio Pulitzer, posee una serie de elementos para convertirse en “la foto”. Lo más evidente que nos permite ver el ojo es a un Trump ya de pie (superviviente), rodeado de guardaespaldas. Con una mano levanta el puño (fuerza y unidad), con la otra lleva cogida su característica gorra de MAGA. En un cielo despejado, ondea la bandera estadounidense y sus colores se plasman sobre Trump, vestido con un traje azul, camisa blanca y la sangre que le cae desde la oreja hacia la cara. Cromáticamente, Trump, el cielo y EEUU se hacen uno. Los seguratas, uniformados de negro, protegen al símbolo. Y por composición, coreografía, colores, gesto y hasta indumentaria (lleva la camisa desabrochada); la escena recuerda a la obra de Delacroix “La libertad guiando al pueblo”. El contrapicado, un plano poco empleado ya con dirigentes porque transmite liderazgos autoritarios, sirve aquí para añadir mayor épica al protagonista y a la instantánea. Además, el magnate levanta la barbilla (superioridad, orgullo).

La captura es tan magnífica que a los europeos, que al contrario de los estadounidenses la perfección siempre nos genera cierta sospecha, se nos antojó incluso irreal. Pero en EEUU, a las pocas horas, aquella foto estaba estampada en miles de camisetas con distintos eslóganes. A diferencia de la mítica foto del Ché tomada por Korda; ahora, el mártir sigue vivo.

Sin embargo, también es interesante repasar el vídeo de ese momento para descubrir detalles y emociones que el ojo no percibe a primer golpe de vista ni con la inmortalidad de un retrato. Donald Trump habla sobre el escenario cuando se escucha el primer disparo. Es con el segundo tiro que el expresidente se lleva la mano a la oreja, y con el tercero se tira al suelo y protege tras el atril. Inmediatamente dos seguratas se lanzan sobre él y luego se sumará el resto. Cuando les avisan que deben evacuar el escenario (el atacante ya ha sido abatido, pero se desconoce si pueden haber más); tardan en obedecer la recomendación de seguridad. Una vez se ponen en pie, Trump exige sus zapatos. ¡Sí, sus zapatos!

El golpe de los seguratas fue tal que lo descalzaron, contó horas después el propio protagonista. Así que los de seguridad, algo confusos por la petición, hacen corrillo para que el republicano se ordene. Uno de los agentes sostiene la gorra roja que, una vez calzado, Trump tomará en la mano izquierda mientras con el puño derecho golpea el cielo (lucha). El gesto, reconoció también el republicano, lo pensó estando en el suelo. Si sobrevivía, no podía salir de allí ni en brazos ni gateando. El poder de la imagen, pensó. De hecho, hace el amago de alcanzar el atril y el micro para hablar, pero seguridad se lo impide. Porque en una situación así, sentir miedo y no ser un temerario puede salvarte la vida. Pero a tipos como Donald Trump que confunden la vulnerabilidad con debilidad y hasta rechazaban las mascarillas durante la pandemia porque lo consideraban poco varonil, ¿qué les cuentas? No es que no sientan miedo, es que prefieren transformarlo (camuflarlo) en agresividad (¡luchad!). De todos modos, tanto la ira en su expresión facial (aprieta mandíbula y se muerde el labio inferior) como el puño en alto son habituales en la mayoría de sus apariciones públicas. Sólo que esta vez, su cuento de que es una víctima del sistema había encontrado un enemigo real. Curiosamente, un chaval de 20 años armado con un fusil. Eso que Trump y las leyes de los republicanos impiden prohibir, pero que les permitirá ganar con holgura las elecciones…

Suscríbete para seguir leyendo