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El efecto generacional de 'Sexo en NY' ¿Por qué engancha a la generación Z y a sus madres?

Este junio se cumplían 26 años del estreno de la mítica serie, que ha vuelto a enganchar a una nueva hornada de fans en su estreno en la plataforma de Netflix

Las protagonistas de 'Sexo en Nueva York'

Las protagonistas de 'Sexo en Nueva York' / TELEVISION SERIE SEXO EN NUEVA YORK

Antonio Porras

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No todas las creaciones culturales son capaces de superar el paso del tiempo. De tanto en tanto, las redes sociales se indignan ante los casos de censura de comportamientos en películas que no hacían pestañear al más sensible hace apenas 30 años. Tan inexpugnable como impredecible, el tiempo se convierte en el juez definitivo de aquello que perdura y, por el momento, parece que ha absuelto a ‘Sexo en Nueva York’.

Mucho ha llovido desde que Carrie Bradshaw, interpretada por una jovencísima Sarah Jessica-Parker, hacía su debut televisivo. Marlboro encendido en mano y calzada con unos Manolo Blahnik originales, semanalmente se reunía con su séquito de amigas, igual de pijas y solteras que ella, a soltar todo tipo de burradas que no podrían definirse más que como fruto de su época. Desde el debate sobre si la bisexualidad existe o referirse a las mujeres trans como “mitad hombres, mitad mujeres”, hay varias ‘joyitas’ que ponen a ‘Sexo en Nueva York’ en entredicho. 

Pese a ello, la mítica comedia de HBO, que ya suma un cuarto de siglo desde su estreno, arrasaba con todo en su llegada al gigante rojo del streaming el pasado abril, copando las copando las primeras posiciones de ‘Lo más visto’ de Netflix, la plataforma predilecta de la generación Z e inundando las redes (y la ciudad de Barcelona )de una nueva oleada de fanáticos.

Aunque muchos la revisitaban, muchos otros se adentraban por primera vez en las desventuras de Carrie, Miranda, Charlotte y Samantha, las solteras de oro neoyorquinas. La fórmula es sencilla (y efectiva, como el tiempo y sus predecesores han demostrado): A pesar de la ropa de marca y el piso en pleno centro de Nueva York que Carrie podía permitirse escribiendo una columna a la semana (una de las grandes incógnitas de la serie), solo son un grupo de chicas que buscan su propio camino en la vida.

Afortunadamente, las cosas han cambiado demasiado para que las nuevas generaciones se sientan identificadas con la realidad social de las protagonistas (que, aunque en su momento se planteaba como rompedora, ahora ha quedado desfasada), pero sí son capaces de sentirse identificadas con ese grupo de amigas que cena los viernes juntas contándose sus problemas, se aconsejan y terminan la noche bailando por ahí.

Esa es precisamente la fortaleza de una serie como ‘Sexo en Nueva York’, que cuenta con un plantel de protagonistas muy genuinas, con dinámicas tan naturales que siguen vigentes en 2024. Los personajes son caricaturas al servicio del ritmo cómico de la serie, pero son caricaturas que podrían formar parte de nuestro día a día.

Porque todos conocemos (o incluso hemos sido) una Charlotte, esa amiga romántica empedernida en busca del hombre de sus sueños. Pero también a una Miranda, la más cínica y adicta al trabajo, o una Samantha, la más liberal. Y, aunque cueste reconocerlo, también conocemos a una Carrie.

A pesar de ser la protagonista, el personaje de Jessica-Parker siempre ha sido diana de las críticas de los espectadores. Si hay algo en lo que coinciden tanto millenials como sus sucesores es, precisamente, su desagrado a las tendencias narcisistas de Bradshaw. De hablar sin parar de ella y su tóxica relación con Mr.Big, el principal interés amoroso de la serie y una ‘red flag’ andante, como diría la generación Z.

En el poco agraciado papel del antihéroe, Carrie representa también a esa persona que todos conocemos: la que no puede superar a su ex y terminas aleccionando para que le deje, pero que al día siguiente vuelve a hablarte de lo mismo. Un bucle sin pausa que es ya una experiencia internacional de las amistades.

Y quizás ahí es donde reside la magia de ‘Sexo en Nueva York’. Una serie que, aunque ha perdido todo el carácter rompedor de sus inicios (fue de las primeras series que mostraba a mujeres treintañeras no solo hablando libremente de sexo, sino también practicándolo), todavía conserva el realismo necesario para conectar con las nuevas generaciones y se hagan la inevitable pregunta: “¿Quién es la Carrie de mi grupo?”.