Crítica

Luis Miguel, atómico y con guante de seda en el Palau Sant Jordi

El cantante mexicano ofreció un arrollador concierto en el que recorrió éxitos pop, boleros, números swing y clásicos del mariachi, acompañado de una numerosa formación de músicos

Jordi Bianciotto

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Dulce domador de tonadas pop, bolerista consumado, ‘crooner’ listo para imprimir el swing preciso y ‘Sol de México’ aupado por sus dorados mariachis. Pero no hay varias versiones de Luis Miguel, solo una, la única, la del titán del escenario y el vocalista torrencial que todo lo lleva a su unidad de medida, figura arrolladora con guante de seda. Crecido si cabe respecto a su última visita, seis años atrás, más entregado y también más bailador, hecho un pincel a sus 54.

Si en 2018 le sobró más de medio Sant Jordi, este miércoles la cifra de asistentes se duplicó y trepó hasta los 14.000 (y este jueves, segunda sesión). Inescrutables claves del vaivén popular. La bonanza estuvo alineada con la buenísima forma de un Luis Miguel que, tras abrir a todo tren con ‘Será que no me amas’, no se reservó ni dejó nada para los postres, y a la cuarta canción, ‘Culpable o no’, ya lo veíamos sudando y vibrando con la intensidad de un bis. Sin saludos ni parlamentos. Son las canciones las que lo dicen todo.

Los reveladores romances

Luis Miguel supo cómo ordenarlas, acentuando primero el toque pop-funk de ‘Suave’ y sacando oro y chispazos de la balada ‘Hasta que me olvides’, que le compuso Juan Luis Guerra. De ahí, a aquellos ‘romances’ que en los 90 divulgaron los boleros entre una nueva generación. Sendos ‘medleys’ con citas a Armando Manzanero, Agustín Lara, Pedro Junco… En su día, aquello fue discutido por los ‘bolerólogos’, pero, en fin, ahí está, y su ‘Nosotros’ fundió los plomos en el Sant Jordi. 

Viaje luego al estándar americano, a un ‘Smile’ (Chaplin) en dueto virtual con Michael Jackson, y ese ‘Come fly with me’ compartido con Sinatra (tomemos nota de sus altos referentes). Un swing que conectó con ‘Un hombre busca una mujer’, al galope, con Luis Miguel bordando ahí las melodías que para él escribió otro grande, Juan Carlos Calderón. Mucha diversión, seducción a gran escala. Y la sección de mariachis, una veintena. Bandera XXL de México. ‘La Bikina’ y una atómica ‘La media vuelta’, de José Alfredo Jiménez. 

Fue un concierto de imponente dinamismo, sin pausas ni caídas de tensión. Y un clímax en el que, invocando sus primeros éxitos (chorro de voz para la memorable ‘La incondicional’), Luis Miguel nos invitó a reparar que hay muy pocos niños cantores prodigiosos que sigan llenando grandes recintos cuatro décadas después. Ahí está él, y no parece que su estrella deje de brillar. 

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