Entrevista

Colm Tóibín: "Todo eso de la amenaza migratoria es un invento verdaderamente malvado"

El escritor irlandés presenta la novela 'Long Island', continuación de la aclamada 'Brooklyn', y la recopilación de escritos sobre arte 'La mirada cautiva'

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El escritor irlandés Colm Toíbín, en el CCCB.

El escritor irlandés Colm Toíbín, en el CCCB. / Marc Asensio Clupes

Rafael Tapounet

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En su última novela, ‘Long Island’ (editada por Lumen en castellano y Amsterdam, en catalán), el irlandés Colm Tóibín (Enniscorthy, 1955) recupera a los personajes centrales de la aclamada ‘Brooklyn’ para construir, con esa particular mezcla de emoción y contención que es marca de la casa, una nueva ficción sobre las decisiones que marcan nuestras vidas y las cosas que elegimos no decir.

¿Qué le impulsó a volver al personaje de Eilis Lacey 15 años después de ‘Brooklyn’?

No estaba tan interesado en el personaje en sí como en encontrar una forma narrativa que me permitiera volver a ese mundo de una manera diferente a la de la primera vez. El primer libro está construido a partir de la acumulación de detalles para acabar conformando algo así como un drama psicológico. La estructura de ‘Long Island’ se asemeja más a la de una novela de misterio que empieza con un crimen -un crimen muy ‘sui generis’- y a partir de ahí va explicando cómo reaccionan los personajes.

A diferencia de ‘Brooklyn’, donde todo estaba filtrado por la conciencia de la protagonista, aquí emplea el punto de vista de otros personajes también.

Creo que es la primera vez que utilizo ese cambio de punto de vista en un libro. No es que sea algo muy difícil de hacer, pero sí tienes que ser muy cuidadoso. No puedes poner el nombre del personaje al principio de cada capítulo -aunque, bueno, Faulkner lo hizo en ‘Mientras agonizo’-, pero tienes que dejar claro muy rápido de quién es el punto de vista para no perder al lector.

Saoirse Ronan, como Eilis Lacey, en la adaptación al cine de 'Brooklyn'

Saoirse Ronan, como Eilis Lacey, en la adaptación al cine de 'Brooklyn' / EPC

Un elemento central de ambas novelas es la vivencia de alguien que cruza el Atlántico en ambas direcciones y siente que no acaba de pertenecer a ninguna de las dos orillas. ¿Es un reflejo de su propia experiencia como escritor irlandés que reside en Estados Unidos?

Sí, pero es una experiencia compartida por mucha gente. Piensa en todos esos irlandeses que emigraron a Inglaterra y en agosto volvían a su pueblo con una esposa inglesa, unos hijos ingleses y un acento inglés. Ese irlandés puede pensar que está en casa, pero en realidad para la gente del pueblo es alguien extraño. Y durante dos semanas ese hombre quiere que todo sea como era antes y reunirse con sus antiguos amigos en el pub para beber pintas de cerveza y hablar chorradas sobre deportes, pero sus amigos ya no van al pub porque tienen sus vidas y todo ha cambiado.

Aunque estén escritos a miles de kilómetros de distancia, sus libros no ofrecen una visión idealizada de Irlanda.

Ya, esa inclinación a describir el maravilloso verano en la hermosa casa familiar. Pues no, estaba lloviendo, como siempre, y la casa era pequeña y estaba decorada con mal gusto. No es tan difícil romper con esa idea del bonito recuerdo de un bonito pasado. Pienso que la obra de cualquier escritor es mejor si trabaja con la decepción y no con la excitación. Si en un punto de una novela un personaje cree estar viviendo el mejor día de su vida, el deber del novelista es decir: “Espera un momento. ¿No has visto todo lo que está pasando ahí detrás?”. Eso es lo que hace interesantes las novelas.

"Según el cliché, los irlandeses son ruidosos, borrachos, encantadores, oscuros, fiables... Yo no quiero participar de eso"

Por otra parte, es casi imposible encontrar en sus libros un personaje que se ajuste a la visión estereotipada que tenemos aquí de lo que es ser irlandés.

Sí, hay un gran problema en Irlanda con el cliché. Los irlandeses son ruidosos, borrachos, encantadores, oscuros, fiables... Es algo presente en la literatura, en el teatro y en el cine. Yo no quiero participar de eso. No porque no sea verdad, sino porque cuando lo veo en una ficción me parece que crea una energía impostada.

Y, sin embargo, ‘Long Island’ empieza con un cliché. El del fontanero...

¡Absolutamente! El del fontanero que folla con las clientas. Pero, claro, si tienes a un fontanero, ¿qué vas a hacer con él? [risas] Así que en las primeras dos páginas y media me permito un par de clichés: el fontanero italiano sexualmente activo y el marido enojado. A partir de ahí, me planteo cómo rescatar el libro de ese inicio. Por eso la reacción de Eilis cuando conoce la infidelidad de Tony no consiste en gritar, ni llorar, ni llamar a su madre, ni hervir agua para arrojársela a su esposo, ni quejarse a su suegra, porque el libro ya ha cubierto el cupo de comportamientos estereotipados. Hay que buscar otros caminos.

¿Es consciente de que a muchos lectores les irritan los finales ambiguos?

Eso es algo a lo que no le había prestado demasiada atención hasta hace poco. Quizá mis padres no me llevaron al colegio ese día importante en que se hablaba sobre los finales de las novelas [risas]. En mi 'website' hay un enlace a través del que la gente puede enviarme un e-mail directamente, y tengo un montón de correos, mayoritariamente procedentes de América, de lectores indignadísimos. Cuando pienso en esto, pienso en George Eliot y Henry James. Al final de ‘Middlemarch’, en 1872, George Eliot se da cuenta de que una sola imagen final no será suficiente para cerrar todo ese rico mundo que ha construido, así que decide explicar, en un lenguaje de crónica informativa, cómo acaba la cosa. Ocho años después, Henry James, que era un gran admirador de ‘Middlemarch’, decide hacer lo contrario en ‘Retrato de una dama’: de repente, un personaje le anuncia a otro que Isabel Archer ha vuelto con su esposo y ahí se acaba el libro, sin que el lector sepa realmente qué ha ocurrido. Son dos ejemplos extremos y ambos pertenecen a la misma década. Si te digo la verdad, si de algo estaba seguro respecto a mi novela, es que ese debía ser el final.

Barcelona. 12/07/2024. Barcelona. El escritor y periodista irlandés Colm Toíbín presenta su novela "Long Island". AUTOR: Marc Asensio REDACTOR: Rafael Tapounet. Barcelona, Catalunya, España, Colm Toíbín, cultura, literatura, escritor, novela, Long Island

Colm Tóibín, en el CCCB. / Marc Asensio Clupes

Tanto ‘Brooklyn’ como ‘Long Island’ son, en cierto modo, libros sobre la emigración irlandesa. ¿Han olvidado los europeos que hace no tantos años eran ellos los que buscaban una vida mejor en otros países?

Estas dos novelas no pretenden ser un gran manifiesto sobre la emigración, pero por supuesto que tienen algo que decir sobre eso. Cuando escribí ‘Brooklyn’, Irlanda había empezado a recibir gente que llegaba al país por razones económicas. ¡Irlanda! Y eso creaba una cierta incomodidad en muchos irlandeses. De alguna manera, la novela pretendía ser una respuesta a ese fenómeno. Lo que ocurre ahora es muy curioso: tenemos una verdadera crisis que nadie puede negar, que es el calentamiento global, y nos empeñamos en crear una crisis con la emigración. Lo que ves cada noche en las noticias no va sobre gente pobre cruzando el mar en barcos sino sobre partidos políticos construyendo discursos para asustar a la población y ganar votos. Todo eso de la amenaza migratoria es un invento verdaderamente malvado. Y enmascara otros problemas que sí son reales.

En el capítulo que dedica a Antoni Tàpies en su libro ‘La mirada cautiva’ [una recopilación de ensayos sobre arte publicada por Arcadia], habla de las razones que llevaron al independentismo a ocupar el centro de la política catalana. Es un texto de 2014. ¿Ha cambiado su visión en estos 10 años?

En lugares como Francia, Alemania o Norteamérica, la declaración de independencia en Catalunya fue un desastre, porque hizo aparecer a los catalanes como unos fanáticos nacionalistas que viven fuera de la realidad. Fue un movimiento un poco incomprensible, la verdad; es difícil entender que alguien pensara que aquello podía funcionar. Pero a mí me interesa sobre todo la cuestión de la lengua, porque creo que ha sido una prueba para Catalunya. Aquí sí se produjo un éxito innegable como resultado de las políticas llevadas a cabo por la Generalitat a principios de los 80, con Aina Moll y Miquel Strubell como arquitectos de la idea de que si no se protege a la lengua minoritaria, esta puede desaparecer en una generación. Y el consenso en torno a esa idea de que es necesario proteger el catalán, que es algo de lo que toda España debería sentirse orgullosa, hoy está roto. Esas sentencias del Tribunal Supremo avalando la imposición de la enseñanza en castellano me parecen una forma de colonialismo, porque no tienen en cuenta la realidad lingüística del país ni la opinión de los expertos. Es algo muy lamentable.