Opinión | Política y moda

Patrycia Centeno

Patrycia Centeno

Experta en comunicación no verbal.

Vestirse de maricón

Imagen del vídeo captado con el incidente

Imagen del vídeo captado con el incidente / El Periódico

Vamos fuera del local que voy a hacerte hetero a hostias”. Pese a la claridad de la amenaza, la Audiencia de Barcelona ha absuelto al hombre acusado de un delito de odio por los insultos homófobos que profirió a un joven en un McDonalds durante las celebraciones del Orgullo de 2019 en la capital catalana.

Gracias a que alguien registró el episodio de homofobia, el vídeo se viralizó en su día. Y allí podíamos ver a un chico joven ataviado con un top amarillo, shorts, sneakers blancas con plataforma y una pulsera con los colores de la bandera LGTBI siendo atacado con improperios por un hombre que le recriminaba su estética. “A mí que seas marica me da igual, pero tápate que das vergüenza ajena y hay niños pequeños”, le suelta. A sus sesudos argumentos añade: “me estás faltando al respeto por vestir así en un sitio público”. Ojo que esto lo verbaliza un espécimen de dudosa higiene (bruteja), ataviado con un chándal falso de Adidas y un corte de pelo de aquellos que funcionan como perfecta señalización de “peligro, le falta un hervor”. Aunque sinceramente, tampoco sé qué tipo de galas se requieren para frecuentar un McDonalds, uno de los lugares más antiéstÉticos de este planeta.

Pese a que la Audiencia de Barcelona reproche la violencia verbal del agresor, concluye que el ataque no se debe a la condición sexual de la víctima y que solo le reprendía por la forma de ir vestido. ¿“Sólo”? Sería como absolver a un xenófobo que te grita “no importa que seas negro, pero te voy a quitar la piel morenita a hostias”. Y es que la excusa de centrarse en la valoración de su ropa no exime del delito de homofobia, es más, en este caso lo corrobora. Actualmente el hecho de “travestirse” (“vestir a alguien con ropa del SEXO contrario”, según la RAE) ya sólo lo empleamos para el hombre que adopta o emula las fórmulas estéticas femeninas; no al revés. En la cultura occidental contemporánea, en general, una niña con pelo corto, sin pendientes en las orejas, pantalones y una camiseta de su equipo de fútbol ya no es objeto de burlas porque en nuestra sociedad el poder contaminante que tiene para un niño lo femenino es mucho mayor que el de lo masculino para una niña.

Cuando jugadores del Betis recibieron vejaciones por llevar bolso o, más recientemente, cuando un nadador de sincronizada denunció insultos por sus formas feminizadas; ya afirmé que, en el fondo, la homofobia esconde siempre la misoginia.

Pero en este ataque en concreto, lo que el agresor le estaba ordenando a su víctima es que sea maricón, pero que no lo parezca (visualice). Como nos suena a las mujeres eso de “no vayas provocando”… La justicia no es ni debe ser ciega, pero en estos casos se lo hace.

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