Festival de Verano de Barcelona

Sílvia Pérez Cruz deslumbra en su concierto del milagro en la apertura del Grec

La cantante y compositora ampurdanesa abrió el Festival de Verano de Barcelona con un apabullante espectáculo en el que recorrió su doble álbum ‘Toda la vida, un día’, en torno a las distintas etapas de la vida, con unos 60 músicos, incluyendo un extenso coro e invitados como Natalia Lafourcade, Salvador Sobral, Damien Rice, Rita Payés y Carme Canela

El último Grec de Casadesús arranca entre políticos y ganas de espectáculo

Jordi Bianciotto

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La música volvió a poner el pórtico del Festival de Verano de Barcelona, cinco años después de la última vez (la edición de 2019, cuando las cuerdas del Kronos Quartet aullaron y relincharon en Montjuïc), esta vez con una figura catalana proyectada al mundo, cancionista refinada, intérprete de mil y un matices, figura escénica dominadora. Sílvia Pérez Cruz está en su mejor momento tras el muy piropeado doble álbum ‘Toda la vida, un día’, que desplegó este miércoles en el Teatre Grec en toda su amplitud, valiéndose de un manto de voces e instrumentistas que aportaron más capas de sentido y belleza a ese repertorio que alude al carácter infinito del ciclo vital. 

‘Circular’, así se llama ese espectáculo que la ampurdanesa ofrecerá también este jueves y viernes, y con el que el Grec abrió su 48ª edición, la que marca la despedida de Cesc Casadesús como director después de ocho ediciones, con Leticia Martín Ruiz lista para el relevo a partir del 1 de septiembre. Música y también danza, enredándose en una telaraña emocional con la que Sílvia Pérez Cruz sacó hierro y puso poesía al misterio de nuestro tránsito por este mundo. Tal como dice en las notas del álbum, citando al estadounidense William Carlos Williams, se trata de buscar “una flor familiar” donde guarecernos, porque nos asusta la inmensidad del campo. 

Aquella habanera

Escenario blanco y, cómo no, circular, y dentro de él, otras dos circunferencias: el pedestal central, sobre el que ella abrió el concierto ‘a cappella’ con ‘Vestida de nit’ (la habanera que escribieron sus padres, el ya finado Castor Pérez y Glòria Cruz) y otro redondel donde fue a reunirse con los músicos y donde emprendió el recorrido del disco con ‘Ell no vol que el món s’acabi’ y ‘La flor’. Canciones en amarillo, con vistas a la infancia. 

Tomó la palabra Sílvia Pérez Cruz para agradecer la labor de estos años a Casadesús y hacer notar su coincidencia de valores y propósitos. “Cerrar un ciclo, volver a casa, cuidar lo que tienes mas cerca. Este disco trata de eso”, advirtió, añadiendo que nos iba a embarcar en “un viaje irrepetible”, porque “es un milagro” la confluencia en el espectáculo de unos 60 músicos (el doble que el año pasado en el Tívoli). La canción peruana ‘Mechita’ no está en el álbum, apuntó. “Pero me hace feliz”. Y de ahí nos fuimos andando hacia la juventud, en azul, con el baile contemporáneo de Andrés Corchero sustentando a la cantante y haciéndola danzar con él en ‘Sucio’, y Karen Lugo, dibujando el gesto flamenco en ‘El poeta es un fingidor’, con metales trágicos salidos de las sombras (el trombón de Rita Payés entre ellos).

Impronta flamenca

Canciones sinuosas, encantadas, en la que se insinuaban estilos y tradiciones, pero lo suyo siempre ha ido de difuminar categorías y de acariciar el “género imposible”. Canción con eco latino, música de cámara, arreglos siempre distintivos. Y el pellizco flamenco que imprimió en el canto vertiginoso de ‘Salir distinto’. Pegados a ella, los portentos Marta Roma, Carlos Montfort y Bori Albero. Y en ‘Aterrados’, en tiempo de madurez, el coro multitudinario (incluyendo voces del coro de Palafrugell, en el que creció), y las palmas y la impronta jonda, multiplicada y remachada por el zapateado de Lugo.

Esta Sílvia Pérez Cruz resultó apabullante sin que ninguno de sus atrevimientos escénicos, muy visuales, resultara hueco o pretencioso. Poniendo la canción en el centro y se diría que llevando a su terreno las fuerzas de la naturaleza. Y algunos invitados de otras latitudes: el argentino Juan Quintero en esa aproximación a la milonga llamada ‘Ayuda’; la mexicana, Natalia Lafourcade en el minimalista bolero-ranchera ‘Mi última canción triste’, el irlandés Damien Rice compartiendo el registro folk de ‘Man on the trees’. 

Había que “celebrar la amistad”, dejó claro ella, y ahí estuvieron Salvador Sobral (otro momento álgido en ‘Em moro’), y la poeta palestina Farah Chamma, y el cubano Roly Berrio, y la maestra del canto Carme Canela. Clímax de vida, ya a punto de dar la vuelta al marcador del ciclo biológico, en el abismo de lo que ella llama ‘el renacimiento’. En tonalidades rojas. “Porque soy optimista y prefiero levantarme”, dijo, deslizando un mensaje de belleza infinita, porque “más allá de nosotros todo seguirá”, edificante en este arranque del Grec.

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