Concierto en Barcelona

Bruce Springsteen, nuevo prodigio y algunas sorpresas en su segunda noche en el Estadi Olímpic

El cantante de New Jersey reconquistó el estadio de Montjuïc con otra demostración de poder en un repertorio que ofreció varios cambios de guion respecto al concierto del jueves al incluir temas como ‘Racing in the street’ y ‘Spirit in the night’, así como piezas de los álbumes ‘Nebraska’ y ‘Born in the USA’ ausentes en la primera noche

Jordi Bianciotto

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Los segundos conciertos de Bruce Springsteen en una ciudad suelen ser propicios a las sorpresas y giros de guion, una tradición que quedó algo laminada en la gira de 2023 y que ha vuelto a cobrar fuerza este año, donde vemos al hombre más suelto y presto a la improvisación. Con el corazón en un puño atendieron los fans más eruditos a este segundo pase listos para el sobresalto, que no tardó en llegar: ese ‘Darlington county’ con introducción de guitarras ‘stonianas’ y subidón de metales que entró en juego en la cuarta plaza del ‘setlist’ (tras abrir con ‘My love will not let you down’ y enlazar con ‘Lonesome day’ y ‘Ghosts’, piezas ya presentes el jueves).

Pero no nos pongamos tiquismiquis, porque estando tan al acecho de la sorpresa y la rareza (habitual en el ‘fandom’ línea dura) nos podemos desviar de lo esencial, que Bruce Springsteen la volvió a armar este sábado en el Estadi Olímpic a su prestidigitadora manera, dominando la escena con la voz en su sitio (raspando un poco en ocasiones) y una arrolladora E Street Band, y alcanzando tanto a los ‘connaisseurs’ como al público pendiente de los éxitos. No es tan fácil. El álbum ‘Born in the USA’, que cumple 40 años, volvió a pesar y deslizó nuevas cartas respecto el jueves: también un ‘Working on the highway’ al galope, con Springsteen a la guitarra acústica y un inquilino inesperado a la batería, “el fill del Max”, como lo presentó en catalán. Es decir, Jay Weinberg, que propulsó un turbo-rockabilly dándole con furor a las baquetas (la criatura viene del heavy metal extremo; toca con Suicidal Tendencies).

La estela de ‘Nebraska’

Más novedades: celebrada incursión en ‘Nebraska’ (1982) con dos temas, un solemne ‘Atlantic city’, a toda banda, con su historia en torno al crimen organizado en la ciudad del juego, y ese cargamento de esperanza llamado ‘Reason to believe’, igualmente redoblado, con guitarrazos del jefe y ‘crescendo’ de metales. Inesperada fue también ‘Spirit in the night’, con el eco de los viejísimos tiempos, del primer álbum (1973), estirando el rito soul.

Y, palabras mayores, la monumental ‘Racing in the street’, con toda su minuciosa dinámica sustentada por el piano de Roy Bittan (y el órgano de Charles Giordano, replicando las partes del desaparecido Danny Federici). Entre ellas, puntuales apariciones de ‘The promised land’, la siempre sonriente ‘Waitin’ on a sunny day’ (rematada en la primera fila por una niña cuyo nivel de inglés nos hizo quedar la mar de bien) y un ‘The river’ de aires sacros, aullado en su parte final.

La fugacidad de la vida flota en el subtexto de esta gira y ahí no pudo faltar ‘Last man standing’, con su introducción en la que Springsteen comparte su mezcla de perplejidad e inquietud al verse como único superviviente de su grupo de juventud The Castiles. Volvieron a señorear ‘Backstreets’ y ‘Because the night’, el tam-tam a lo Bo Diddley de un inflamado ‘She’s the one’ y los tótems ‘Badlands’ y ‘Thunder road’, cerrando un ‘set’ central algo más corto que el jueves (dos temas menos).

Las luces del estadio

Quedaban los bises, que Springsteen destapó con ‘Born in the USA’, un tema habitual en los conciertos en Europa y no tanto en los de Estados Unidos (momentos para la reflexión). Trueno de canción que marcó el camino a los clásicos pendientes, incluidos ‘Born to run’, con ese momento en que se encienden las luces del estadio y el espectáculo está ahí, viéndonos todos las caras, y el tributo a Clarence Clemons, The Big Man (y a Danny Federici, ambos en las pantallas) de ‘Tenth avenue freeze-out’.

Bruce y la E Street Band, desafiando a la vida y la muerte. ¿Por última vez en Barcelona, se dice por ahí? Venga, que llevamos dos décadas diciéndolo y comiéndonos luego las palabras.

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