Crítica

Bruce Springsteen, un poder que no se extingue, en el Estadi Olímpic

El cantante de New Jersey arrasó una vez más en un generoso concierto de tres horas en el que, superados ciertos problemas vocales iniciales, impuso su ley con una apabullante E Street Band en un repaso antológico a su carrera salpicado con sorpresas

Bruce Springsteen: el último hombre en pie

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Jordi Bianciotto

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Y cuando piensas que en un momento u otro esto comenzará a ir cuesta abajo, por pura biología, y que habrá que empezar a montar frases del estilo de “Bruce ha estado muy bien… para tener 74 años”, entonces la apisonadora vuelve a pasarte por encima y dejas atrás temores (cabales) y malos augurios. Así fue este jueves en un Estadi Olímpic (lleno con 58.000 asistentes, fuentes de Doctor Music) en el que Bruce Springsteen volvió a ser amo y señor, ‘entertainer’ dominador, contador de historias reconfortantes y agitador de conciencias a lomos del viejo y edificante rock’n’roll. 

Ya no hace falta que tenga un álbum reciente que promocionar, porque sabemos que sus días dorados como autor quedan atrás y que algunas de las mejores canciones de ‘Letter to you’ (2020) eran descartes de los años 70. Bueno, el directo se rige por leyes propias, y ahí, no hay quien pueda con Springsteen. Aun con la voz un poco tocada, como se pudo observar en el arranque (pasados 12 minutos de las nueve) con ‘Lonesome day’, ese tema algo aparatoso sobre vacíos emocionales (tras una ruptura y después de un trauma como el del 11-S). Un Bruce que en esta gira se viste como debe pensar que corresponde a un caballero de su edad, con chaleco, camisa blanca y corbata. Las palabras de cortesía: “Hola, Barcelona” y, siguiendo en catalán, como es costumbre, un “com esteu?” gritado hasta tres veces. 

Cambios de guion

En este ‘tour’ hay más cambios de repertorio de una noche a otra que el año pasado, casi todos concentrados en la primera mitad del concierto. Bloque en el que los más conocedores están a la que salta, al acecho de rarezas y ‘tour premieres’, mientras que el segundo, con un guion más rígido, tiende a los clásicos y los ‘hits’. Este jueves no hubo sorpresas mayúsculas, hay que decir, y nos adentramos al galope en el ‘setlist’ a través de ‘My love will not let you down’ y de un paquete de cartas expeditivas: ‘Cover me’ (con su árido solo de guitarra a cargo del propio Springsteen y un plus de ‘feedback’ final), ‘Radio nowhere’, ‘No surrender’… El material más moderno con ‘Ghosts’, evocador de los amigos caídos, y el chute espiritual de ‘The power of prayer’. Y ese ejemplo de que las canciones de un solo acorde son posibles llamado ‘Seeds’, con foco para Nils Lofgren y el empaque de los metales. 

La conexión con el público resultó atómica una vez más, desatándose, tras un severo ‘Darkness on the edge of town’, a partir de ‘The promised land’ y, sobre todo, un ‘Hungry heart’ en el que Springsteen notó el calor de las primeras filas y donde mostró una camiseta con la leyenda ‘us estimem’. “Una nit preciosa”, hizo notar, en ese momento en que podía percibir que tenía el concierto en el bolsillo. Clamor con ‘Waitin’ for a sunny day’, con el estribillo canturreado por una niña del público. El recogimiento de ‘My hometown’ y ese ‘Nightshift’, de Commodores, una pieza menor, procedente del álbum de versiones soul (a ver, con todo este catálogo, ¿hace falta un ‘cover’?).

El último hombre

El mensaje que flota en torno al álbum ‘Letter to you’, el desgaste de los materiales y la antipática cercanía de la dama de la guadaña, resultó claro en ‘Last man standing’, tema que presentó remontándose a su banda de juventud The Castiles, de la que es el único superviviente tras el deceso, en 2018, de su amigo George Theiss (explicación en inglés con subtítulos en catalán). De ahí a una volcánica ‘Backstreets’, catedral sustentada por el piano de Roy Bittan, el centro gravitatorio de la E Street Band. 

Ahí empezó otro concierto, el más pautado, sobre seguro pero implacable, con las piezas del puzle que Springsteen estima indispensables en esta gira. De la invocación de la sensualidad (‘Because the night’, ‘I’m on fire’) al cabreo por el crack financiero de 2008 y sus derivadas sociales (‘Wrecking ball’), a través del trauma del 11-S (‘The rising’), la rabia de clase (‘Badlands’) y las correrías románticas en el New Jersey de juventud: ‘She’s the one’, un ‘Thunder road’ para estremecerse una vez más.

El álbum ‘Born in the USA’ resultó ser el más citado de la noche, ya sea porque estos días ha cumplido 40 años o porque a Springsteen le da la real gana, y el tema titular encarriló los bises rumbo al fundamental ‘Born to run’, como corresponde con las luces del estadio encendidas, y otros fetiches como ‘Tenth avenue freeze-out’, con su recordatorio del ausente saxofonista Clarence Clemons, y, propina inesperada, el 'Rockin' all over the world' de John Fogerty. Todo ello, con un Bruce que solo puede estar en esto, a estas alturas, porque lo sigue disfrutando. Y nosotros con él.

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