Primavera Sound 2024

Lambchop, un conmovedor ejercicio de disidencia silenciosa en el Auditori

Reducido a dúo de voz y piano, el grupo de Kurt Wagner convirtió las canciones de su más reciente álbum, 'The Bible', en una odisea espiritual

Lambchop (Andrew Broder y, de pie, Kurt Wagner), en el Auditori del Fòrum.

Lambchop (Andrew Broder y, de pie, Kurt Wagner), en el Auditori del Fòrum. / FERRAN SENDRA

Rafael Tapounet

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A lo largo de sus ya 38 años de trayectoria, Lambchop ha ido pasando por múltiples encarnaciones (una treintena de músicos han formado parte de la banda en uno u otro momento), con la única constante de la presencia del cantante, compositor y carpintero Kurt Wagner. En la gira que ha traído a esta institución de la música alternativa de Nashville a la presente edición del Primavera Sound, Lambchop es un dúo, formado por el imprescindible Wagner y el pianista Andrew Broder.

Y así, como dúo, comparecieron en el Auditori para ofrecer lo que ellos mismos habían anunciado como “una actuación íntima con piano”. No engañaban a nadie, aunque lo que Wagner y Broder (dicho así parece el nombre de una ‘sit-com’ gamberra de los 90) construyeron sobre el escenario no solo fue íntimo: también fue profundo, espiritual y, sobre todo, hermoso.

Esencia de canciones

Sin más parafernalia escénica que un piano, un pie de micro, una mesita y tres focos, la pareja pudo dirigir toda la atención del público hacia lo que siempre ha constituido la esencia de Lambchop: las canciones. Aquí mandaron las de su más reciente álbum, ‘The Bible’, desprovistas, eso sí, de las texturas electrónicas, los arreglos de viento y los coros góspel con que se visten en el disco, y encadenadas en una larga pieza que el público solo interrumpió cuando enlazaron ‘Give it’ con unas estrofas del ‘Once in a lifetime’ de Talking Heads.

La conmovedora voz de barítono sin suerte de Wagner (de pie, a contraluz y con las manos en los bolsillos) y el virtuosismo sutil de Broder bastaron para crear un mundo de misterio, introspección y belleza. No todos los presentes quisieron entrar en él (hubo abundantes deserciones), pero los que aceptaron esa invitación a alejarse del vértigo y la frivolidad del mundo exterior fueron recompensados con un inspirador ejercicio de disidencia silenciosa.