Primavera Sound 2024
Lambchop, un conmovedor ejercicio de disidencia silenciosa en el Auditori
Reducido a dúo de voz y piano, el grupo de Kurt Wagner convirtió las canciones de su más reciente álbum, 'The Bible', en una odisea espiritual
![Lambchop (Andrew Broder y, de pie, Kurt Wagner), en el Auditori del Fòrum.](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/77e7b1b1-569a-415f-9474-49bfd891f660_16-9-discover-aspect-ratio_default_0.jpg)
Lambchop (Andrew Broder y, de pie, Kurt Wagner), en el Auditori del Fòrum. / FERRAN SENDRA
![Rafael Tapounet](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/8ad41a9c-a2b9-4150-bffa-276aa4bfc99c_source-aspect-ratio_default_0.jpg)
![Rafael Tapounet](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/8ad41a9c-a2b9-4150-bffa-276aa4bfc99c_source-aspect-ratio_default_0.jpg)
Rafael Tapounet
Periodista
A lo largo de sus ya 38 años de trayectoria, Lambchop ha ido pasando por múltiples encarnaciones (una treintena de músicos han formado parte de la banda en uno u otro momento), con la única constante de la presencia del cantante, compositor y carpintero Kurt Wagner. En la gira que ha traído a esta institución de la música alternativa de Nashville a la presente edición del Primavera Sound, Lambchop es un dúo, formado por el imprescindible Wagner y el pianista Andrew Broder.
Y así, como dúo, comparecieron en el Auditori para ofrecer lo que ellos mismos habían anunciado como “una actuación íntima con piano”. No engañaban a nadie, aunque lo que Wagner y Broder (dicho así parece el nombre de una ‘sit-com’ gamberra de los 90) construyeron sobre el escenario no solo fue íntimo: también fue profundo, espiritual y, sobre todo, hermoso.
Esencia de canciones
Sin más parafernalia escénica que un piano, un pie de micro, una mesita y tres focos, la pareja pudo dirigir toda la atención del público hacia lo que siempre ha constituido la esencia de Lambchop: las canciones. Aquí mandaron las de su más reciente álbum, ‘The Bible’, desprovistas, eso sí, de las texturas electrónicas, los arreglos de viento y los coros góspel con que se visten en el disco, y encadenadas en una larga pieza que el público solo interrumpió cuando enlazaron ‘Give it’ con unas estrofas del ‘Once in a lifetime’ de Talking Heads.
La conmovedora voz de barítono sin suerte de Wagner (de pie, a contraluz y con las manos en los bolsillos) y el virtuosismo sutil de Broder bastaron para crear un mundo de misterio, introspección y belleza. No todos los presentes quisieron entrar en él (hubo abundantes deserciones), pero los que aceptaron esa invitación a alejarse del vértigo y la frivolidad del mundo exterior fueron recompensados con un inspirador ejercicio de disidencia silenciosa.
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