100 años de la muerte de una figura capital de la literatura

Loco, humorista, profeta, impotente, gay... ¿Quién fue realmente Kafka?

Cuando se cumple el centenario de la muerte del autor que abrió el camino a la mejor literatura del siglo XX, bueno es reconsiderar algunos aspectos de su figura.

Siete novedades kafkianas para celebrar el centenario del escritor

Un Kafka "simpático, seductor y un poco sinvergüenza"

Una biografía ficcionada saca a Milena Jesenská de la sombra de Kafka

Una de las pocas imágenes que se conservan del escritor Franz Kafka.

Una de las pocas imágenes que se conservan del escritor Franz Kafka. / EPC

Elena Hevia

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Si no hubiera existido Kafka, los humanos seguiríamos angustiándonos por nuestro destino, ya sea individual o colectivo, que intuimos terrible. Si no hubiera existido, seguiríamos sintiendo el peso del poder omnímodo frente a nuestras débiles acciones sin sentido para librarnos de él. Kafka da miedo. Un ‘yuyu’ tremendo, que no parece caducar ni a cien años de su muerte que se celebran este 3 de junio.

Pero lo cierto es que Kafka existió y no solo impulsó una de las obras más placenteras (por su prosa cristalina) y a la vez inquietantes de la literatura del siglo XX, sino que además puso nombre a nuestras peores pesadillas devolviéndonos una imagen de nosotros mismos como vulgares perdedores, ciudadanos machacados por el sistema o transformados directamente en monstruos.

El museo Franz Kafka de Praga celebra este año su centenario.

El museo Franz Kafka de Praga celebra este año su centenario. / MARTIN DIVISEk

Al morir, sin apenas reconocimiento, Kafka nunca supo que había de acuñar un adjetivo, kafkiano, que seguiría resonando con fuerza en el siglo XXI. Él no creía en el progreso ni que el porvenir nos fuera a liberar. Nosotros, cien años después, se diría que tampoco. Como dice Andrés Neuman en el prólogo de los ‘Cuentos completos’ del autor, que acaba de publicar Páginas de Espuma, “no es tanto que su obra explique el tiempo que nos ha tocado vivir, sino que la realidad misma insiste en volverse cada vez más kafkiana”.  

Kafka da miedo. Un ‘yuyu’ tremendo, que no parece caducar ni a cien años de su muerte que se celebran este 3 de junio

Junto a las novedades que las editoriales se han aprestado a recuperar estos días y a una miniserie alemana con su más importante y exhaustivo biógrafo, Reiner Stach, en tareas de guion, es tiempo de repasar algunos aspectos del autor checo de expresión alemana que nos ayuden a comprender un poco mejor a unos de nuestros grandes contemporáneos. Aviso: la cosa no será fácil porque la compleja personalidad del delgaducho judío de Praga se escapa incluso a la atenta mirada de Stach, cuya biografía sobrepasa las 2.300 páginas. 

La estatua móvil de Fran Kafka del artista David Cerny en Praga.

La estatua móvil de Fran Kafka del artista David Cerny en Praga. / MARTIN DIVISEk

¿Kafka estaba loco?

La literatura del escritor y su vida, tan directamente imbricadas, ha servido como materia de investigación para psicólogos y psiquiatras. Tomar sus relatos y novelas, amén de sus cartas y diarios, como casos clínicos ha servido, por ejemplo, para vincular la anorexia nerviosa que sufría con su famoso relato ‘Un artista del hambre’, en el que un hombre se convierte en un fenómeno de feria al no ingerir voluntariamente ningún alimento.

El escritor, retraído y solitario, sufría de numerosas cefaleas, así como periódicas depresiones que solo confesó a su novia Felice Bauer. Tras una de ellas, en 1912, en la que no pudo levantarse de la cama en varios días y por lo tanto,se vio físicamente separado de su familia, escribió su más famoso relato, ‘La metamorfosis’ (recientemente traducido como ‘La transformación’).

En sus diarios hay también frecuentes alusiones a su desaforada hipocondría y puede detectarse un TOC, ya que era habitual que se lavara las manos compulsivamente más de 10 veces al día. Cuando finalmente le diagnosticaron tuberculosis, la enfermedad que acabaría por llevárselo a los 40 años, Kafka escribió a Milena Jesenská: “Estoy mentalmente enfermo, la enfermedad pulmonar es solo un desborde de la enfermedad mental”. 

 El conservador de la Colección de Humanidades de la Biblioteca Nacional de Israel y responsable del archivo, el isralí Stefan Litt, muestra al fotógrafo el último lote de documentos de Max Brod y Franz Kafka que hasta ahora se encontraban en la Bóveda de Zúrich.

El conservador de la Colección de Humanidades de la Biblioteca Nacional de Israel, Stefan Litt, muestra el último lote de documentos de Max Brod y Franz Kafka que hasta 2019 se encontraban en Zúrich. / ATEF SAFADI

¿Era en realidad un humorista?

Es sabido que cuando Kafka leyó en voz alta ‘La metamorfosis’ a sus amigos, entre ellos Max Brod -famoso por negarse a cumplir las últimas voluntades del autor quemando sus manuscritos inéditos, lo que era un 90% de su obra-, estos se horrorizaron mientras el escritor se desternillaba en distintos pasajes. David Foster Wallace, que lo admiraba mucho, dijo: “El humor de Kafka -que no solo es neurótico sino que es antineurótico, heroicamente cuerdo- es, en última instancia, humor religioso, pero religioso al estilo de Kierkegaard y Rilke y los Salmos, de una espiritualidad desgarradora”. Así que si no se ríen leyéndolo no se preocupen. Al fin y al cabo, al autor le daban ataques de risa a destiempo, delante del muy serio discurso del presidente de la casa de seguros para la que trabajaba, por ejemplo. Un jalón más en su fama de bicho raro. 

¿Un profeta que se expresaba en parábolas?

Todos le debemos a Max Brod, su gran amigo, que decidiera no cumplir las órdenes que por dos veces le dio Kafka a fin de que destruyera sus obras inacabadas. Muchos acusan al que fue su albacea de haber construido un Kafka ajeno a su realidad porque la biografía que escribió sobre él le dibujaba como un iluminado, una especie de santo. Más tarde el Holocausto, donde murieron la mayoría de los familiares del autor incluida su amada Milena Jesenská, y el comunismo soviético, dieron un misterioso significado profético a los horrores que estaban por llegar tras su muerte.

Sin embargo, las parábolas y las simbologías de sus historias que siempre tienen ese perfume de misterio a punto de ser revelado rehúyen continuamente una interpretación racional y nos sumergen en un laberinto en el que no vamos a encontrar jamás la salida. Recomienda Stach: “cualquier intento de ‘entender’ a Kafka sigue siendo una tarea inabarcable”. 

Una retrato del escritor Franz Kafka.

Una retrato del escritor Franz Kafka. / EPC

¿O un tipo normal y corriente?

De puertas afuera, Kafka era alguien muy tímido que solo se relajaba en presencia de sus pocos amigos. Apenas salió fuera de su país, Checoslovaquia, pero al expresarse literariamente en alemán, acabó siendo un extranjero en ambos lugares. Un dato: sus obras completas en checo solo se publicaron por primera vez en el 2008.

Sin embargo, quienes le conocieron, aun reconociendo sus escasas habilidades para la sociabilidad, le dibujan (véase ‘Cuando Kafka vino hacia mí’, editado por Hans-Gerd Koch) como un hombre cálido y generoso para los demás (y tacaño en algunos momentos para sí mismo), en ocasiones divertido, destacando su falta de pretenciosidad y de solemnidad. También era un tipo metódico, un funcionario gris, sin una vida memorable más allá de su escritura, que apenas se independizó de la casa familiar. 

Milena Jesenká dijo: “para él una oficina es algo tan misterioso, tan digno de admiración como para un niño pequeño, una locomotora”. No es eso lo que percibimos en sus historias, con sus personajes machacados por los engranajes del poder. Otro tipo de poder, el de su padre tiránico, inspiró la terrible y confesional ‘Carta al padre’. Su progenitor no llegó a leerla. Jamás leyó un texto suyo, pese a que su hijo le dejaba sus, pocas obras publicadas (esta lo fue) en la mesita de noche.

Milena Jesenská, traductora de Kafka, con quien tuvo una relación sentimental.

No hubo sexo con Felice Bauer, con quien se comprometió y rompió relaciones dos veces, ni con Milena Jesenská, su traductora, en la imagen. / EPC

¿En todo caso, un impotente? ¿O quizá gay?

Para empezar, la relación de Kafka con el sexo no era muy sana. Como muchos jóvenes de su momento se inició en la sexualidad en los prostíbulos y durante toda su vida acudió a ellos. Nada le impedía realizar el acto, pero una vez acabado caía un sentimiento de tristeza y culpabilidad que le amargaba. De ahí que en los últimos años hayan aparecido voces, John Banville entre ellos, sosteniendo que en realidad era un homosexual reprimido. Difícil saberlo.

Lo cierto es que el contexto social de la época que separaba a hombres y mujeres y a ellas las dividía en vírgenes y prostitutas no ayudaba. La relación con las mujeres fue para él casi siempre tóxica porque rechazó el acto físico con aquellas que realmente amó. No hubo sexo con Felice Bauer, con quien se comprometió y rompió relaciones dos veces, ni con Milena, su traductora, intelectualmente más afín, con quien intercambió numerosas cartas de alto voltaje erótico que no prosperaron. Muchos biógrafos especulan con la idea de que finalmente y cuando ya se encontraba muy enfermo pudiera alcanzar la plenitud erótica con Dora Diamant. Pero eso como tantas otras cosas en él es un misterio más. 

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