Liceu

Loquillo entierra viejos agravios en el Liceu 30 años después

El cantante debutó en el Gran Teatre con un imponente concierto asentado en las adaptaciones poéticas recogidas en el reciente libro-disco ‘Transgresiones’

Festival Mil·lenni. Concierto de Loquillo en el Liceu

Festival Mil·lenni. Concierto de Loquillo en el Liceu / FERRAN SENDRA

Jordi Bianciotto

Jordi Bianciotto

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Cuando, hace 30 años, Loquillo publicó su primer álbum de adaptaciones poéticas, ‘La vida por delante’, la aventura tenía aspecto de bifurcación audaz, provocadora incluso, en su trayectoria entregada al rock’n’roll. Pasado el tiempo, todo ha acabado confluyendo, y este viernes, en su (muy tardío) debut en el Liceu (Festival Mil·lenni), vimos al Loco fundiéndose con el texto literario, sin dar la espalda a la esencia rockera, en el que tal vez sea su personaje definitivo y total.

Se trataba de revivir esos ‘30 años de transgresiones’ (el nuevo libro-disco antológico) y con un Loco envuelto en ropajes algo distintos: tremenda banda de rock, sí, con violoncelo y presta (en ocasiones) a la textura acústica, de guitarra y acordeón. Poesías que, en su voz y su gesto, lucieron como escritas especialmente para él, caso de la definitoria ‘La vida que yo veo’, texto de Bernardo Atxaga.

De los 33 a los 63

El concierto acudió a un empaque muy rock en el tramo inicial, a cuenta de ‘Transgresiones’ (Benedetti), ‘Historia de dos ciudades’ (Dickens) o ‘Los gatos lo sabrán’ (Pavese), con Loquillo señalando al infinito con el índice y sentándose y sonriendo complacido ante los guitarrazos de la banda. Un giro recogido llegó con ‘No volveré a ser joven’ (Gil de Biedma), envuelta en un blanco y negro ‘breliano’. “Tenía 33 años y simplemente la interpretaba”, recordó. “Es un poema que se canta mejor a esta edad, a mis 63”. De ahí a ‘Brillar y brillar’, la primera ofrenda que le brindó Gabriel Sopeña.

Quizá no lo parezca, pero Loquillo es un sentimental y este primer Liceu se prestaba a mirar atrás hasta sus cuitas en el club Tabú, allá por el 78. “En la Rambla, 33. Hay 290 metros entre el Tabú y el Liceu. He tardado 46 años en hacer ese recorrido”. Tiempo de frases solemnes, cuando aludió a los tantos artistas pop que hoy frecuentan este escenario: “Yo soy de Barcelona y sé lo que significa tocar aquí”. En la platea, Sabino Méndez, viejo enemigo íntimo, aplaudiendo en pie.

Loquillo lució como trofeos sus asaltos a Brassens-Ibáñez (‘La mala reputación’), Brel (‘Con elegancia’) y Cash (‘El hombre de negro”). Y sus citas con la poesía contemporánea de Luis Alberto de Cuenca. Material que ha cultivado en esos 30 años, subrayó, sin haber recibido ayuda alguna de ‘conselleries’, ni ministerios, ni del Instituto Cervantes. “Y por eso puedo decir lo que quiera, donde quiera y en el momento que quiera”.

Suscríbete para seguir leyendo

TEMAS