Escena

Bocadillos, olivas, chips y poco más: ¿Por qué los bares de los teatros son tan poco 'sexys' en Barcelona?

El servicio suele ser justito, los precios caros y la oferta mejorable. La relación calidad precio está desequilibrada para mal

 "Un teatro es un lugar de encuentro y el bar debería reflejarlo. Pero en el TNC no ocurre y me parece grave", dice Carme Portaceli, directora del Teatre Nacional de Catalunya

El bar del Teatre Nacional, TNC, antes de la obra.

El bar del Teatre Nacional, TNC, antes de la obra. / JORDI COTRINA

Marta Cervera

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Toda la creatividad, artesaría y amor que los artistas vuelcan en escena no se suele percibir en los grandes teatros, auditorios y museos públicos. El servicio suele ser justito, los precios caros y la oferta mejorable. La relación calidad precio está desequilibrada para mal. Como público no falta y siempre suele haber colas para pedir y pagar, da la impresión de que nadie se preocupa de cambiar nada. En el Teatre Nacional de Catalunya (TNC), L'Auditori, el Liceu y el MNAC la concesión del bar es de la misma empresa de catering, Singularis, división de catering de autor de Serunion.

En todos se sirve más o menos lo mismo: bocadillos, olivas, chips y poco más. La bollería es poco apetecible. El precio del botellín de agua en el TNC cuesta 2,20; el café solo, 1,90 euros y una cervera Estrella Damm 3,30, si es zurito, 2,20 euros. Y el pack entreacto unipersonal con un bocadillo de queso, chips y olivas, 16 euros, bebida incluida. La misma empresa que lleva el TNC ofrece en el MNAC bolsas de chips Espinaller a 2,80 euros, lo mismo vale un yogurt Pasqual a 2,80 y una cookie 3,30. En el sector salado, el trikini cuesta 7,90 y el bocata de ibérico con brie, 10,10 euros.

El público hace cola en la barra del bar del Teatre Nacional, TNC, antes de que empiece la función.

El público hace cola en la barra del bar del Teatre Nacional, TNC, antes de que empiece la función. / JORDI COTRINA

Quienes han gestionado este tipo de locales saben que hacer negocio es complicado porque son bares que no trabajan toda la semana, solo abren cuando hay función. La gente se concentra antes de empezar la función y en el entreacto. El Teatre Lliure, que tuvo a la empresa Lluritu del actor Pau Roca -también impulsó La Muriel, espacio gastro-cultural en Gràcia- cuenta desde esta temporada la gente de la Fundació Mescladís detras de la barra. "Valoro muy positivamente su llegada al Lliure porque es una entidad de caracter social que va con el ADN de la institución", declara Valeri Viladrich, gerente del Teatre Lliure. "La cantidad de gente que ahora se queda a comer algo en Montjuïc ha subido este año, en parte también porque ya hay una entrada desde el Paseo de Santa Madona que permite ver que aquí hay un bar y restaurante", añade.

Desde que Cesc Casadesús llegó a la dirección del Festival Grec, el bar lo lleva un grupo de tres restauradores del barrio de Poble Sec

El horario, de 10 de la mañana a 11 de la noche, tiene vida independientemente de las funciones teatrales. Todo aquel que pasee por Montjuïc puede darse un respiro en su tranquila terraza o en las mesas interiores. "Un bar ha de tener vida", apunta Viladrich. Mescladís es una Fundación sin ánimo de lucro dedicada a la formación y a la inclusión laboral. "El 80% de las personas que forman sale con trabajo", indica el gerente del Lliure, feliz de haber emprendido un camino diferente. Con esta fundación, dice, hay sinergias. Por ejemplo, "las dos cocinas industriales que hay en Montjuïc y que estaban infrautilizadas volverán a ser útiles". Explica que se están haciendo los trámites para que convertir la cocina y bar en centro de formación. Y pronto esperan poder hacer obras para poner un ascensor adaptado que facilite la llegada a la gente al segundo piso desde la entrada del teatro por la plaza Margarida Xirgu.

Bar del Teatre Lliure en Montjuic.

Bar del Teatre Lliure en Montjuic. / JORDI COTRINA

El Lliure de Gràcia históricamente tuvo un bar y restaurante entrañable, con comida 'casolana' y precios ajustados. A veces hasta los actores se quedaban allí a cenar después de la función. Pero hace años que eso ya no existe. Es imposible. Se perdió la licencia de restaurante cuando cerró para remodelar la sala. "La moratoria para conceder nuevas licencias en Gràcia nos afectó. Ahora solo tenemos licencia de cafetería". Pero la idea es potenciar más el espacio la próxima temporada teniendo en cuenta que los vecinos, desde la pandemia, se han vuelto ultrasensibles con el tema ruidos.

Los centros públicos como el TNC, el Mercat de les Flors y L'Auditori deben hacer una licitación para escoger quién se queda con el servicio de bar. El Lliure, el Palau de la Música y el Liceu, aunque son fundaciones privadas, cuentan con las administraciones en su patronato y nada se escoge a dedo, siempre hay licitación de por medio.

Cocina del bar restaurante del  Lliure en Montjuic con personal de la Fundació Mescladís.

Cocina del bar restaurante del Lliure en Montjuic con personal de la Fundació Mescladís. / JORDI COTRINA

'La Soleá', el bar del Mercat es de los preferidos por los teatreros por la variedad y calidad de sus alimentos. Lo gestiona desde hace años una familia que tenía un bar en la plaza del Sortidor de Poble Sec, no lejos de allí. En verano cuesta encontrar sitio en las mesas exteriores que se montan, convertidas en punto de encuentro durante el Festival Grec donde este año volverán a estar, pese a las obras en el Mercat. "Tanto mi hermana como yo somos cocineras y hacemos comida casera ya sean pasteles, emapadas, humus o guacamole ", comenta Belén. Ese es uno de sus secretos. El otro, ir probando platos nuevos "sin olvidar los clásicos."

La mejor calidad precio se lo llevan aquellos bares que sirven más horas seguidas y trabajan independientemente de si hay o no función

En el TNC, la misma empresa sirve comida y bebida a los espectadores se ocupa también de los caterings que se sirven en actos y eventos dentro del teatro, un requisito que hace difícil que pequeñas empesas se presenten a la licitación. Solo Singularis se presenta a la licitación en el TNC. Las bases del concurso no lo hacen apetecible para otros. Allí se realiza cada 4 años y les queda año y medio de contrato. "Se han interesado otras empresas pero ven un problema en la subrogación de los trabajadores del bar, algo que está en las bases del concurso", explica Mónica Campos, directora ejecutiva del TNC.

 Cocina del bar restaurante del  Lliure en Montjuic con personal de la Fundació Mescladís. Fotografía de Jordi Cotrina

Cocina del bar restaurante del Lliure en Montjuic con personal de la Fundació Mescladís. Fotografía de Jordi Cotrina / JORDI COTRINA

Carme Portaceli, la directora artística desde 2020, considera que el bar necesita cambios importantes, no solo en la carta. "Un teatro es un lugar de encuentro y el bar debería reflejarlo. La gente que viene debería tener ganas de venir para tomar algo y quedarse después de la obra. Pero en el TNC no ocurre y me parece grave", dice Portaceli. Ella ha intentado no solo variar la carta sinocrear algo más de 'caliu'.

"No he logrado ni poner sofás o luces agradables para crear un ambiente más acogedor. Una lástima porque aquí tengo sensación de estar en un aeropuerto. Pero como hay que hacer concurso hasta para eso, poco he podido hacer", comenta la directora del TNC. Respecto al menú, le gustaría contar con platos sencillos de temporada y una oferta más variada. También ha estudiado la posibilidad de ceder el servicio del bar a una entidad social, pero para ello deberían cambiar las bases del concurso. Está difícil.

La actual concesionaria del Liceu paga anualmente 125.000 euros antes de IVA para quedarse con el servicio de restauración

Singularis publica en su página web que el Liceu fue su primer cliente en 2007, nació tras ganar la lictación del servicio de restauración y catering. En la ópera barcelonesa, a diferencia del otros lugares, sí que hay un 'Pack healty' a base de: flautín de cereales con salmón ahumado, rúcula y queso crema o el sándwich César de pollo, parmesano con ensalada y cebolla crujiente acompañado de agua o refresco. Vale 13 euros, 15 si es con cerveza, cava o vino, según muestra en su web el Liceu. A parte de Serunion (Singulais), el Liceu ha tenido otras adjudicatarias como Sehrs Food Area.

La actual concesionaria pagó 125.000 euros antes de IVA para quedarse con el servicio de restauración en el Liceu, donde se licita anualmente. Además paga un porcentaje variable al coliseo en función de ventas por encima de 500.000 euros. Su servicio incluye todo lo que se refiera a servir alimentación y bebidas cuando hay funciones como en los eventos organizados o gestionados por el centro cultural.

En el Teatre Grec, la concesión del resturante es diferente de la de los bares que ponen en los jardines cada año. Allí, al ser público, también todo se licita. Desde que Cesc Casadesús llegó a la dirección del Grec, lo lleva un grupo de tres restauradores del barrio de Poble Sec, con un contrato de 2+1+1, a los que les quedan los dos últimos años si se los renuevan.

Encontrar bares con precios ajustados en los teatros no es fácil. La mejor calidad precio se lo llevan aquellos que tienen mayor actividad diaria, aquellos que sirven más horas seguidas y trabajan independientemente de si hay o no función, sobre todo si están a pie de calle y están bien situados. De este perfil destaca el de la Sala Beckett, un de los mejor valorados por los teatreros.

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