De Marisol a Pepa Flores

Marisol, la fábrica de sueños dentro de la pesadilla del franquismo

El documental ‘Marisol, llámame Pepa’, de Blanca Torres, expone la tan fascinante como baqueteada existencia de la actriz y cantante.

En su penúltimo disco, “Galería de perpetuas” (1979), hablaba del amor libre, el lesbianismo y el matrimonio considerado como una institución opresiva.

En su penúltimo disco, “Galería de perpetuas” (1979), hablaba del amor libre, el lesbianismo y el matrimonio considerado como una institución opresiva. / EPC

Quim Casas

Quim Casas

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Nacida María Josefa Flores González en Málaga, el año 1948. Convertida en la estrella cinematográfica y musical infantil del franquismo con el nombre de Marisol. Reinventada a sí misma en los años 70 como Pepa, Pepa Flores, dejando atrás, o intentándolo, aquella imagen tan ligada al régimen y cómo este se aprovechó de ella. Retirada de la vida pública en 1985, a los 37 años. 

 El documental ‘Marisol, llámame Pepa’, que llega a las salas el 10 de mayo, empieza en 2020, durante la gala de los premios Goya. A Pepa Flores se le otorgaba el Goya de Honor. La duda estaba en saber si aparecería. Pero no se retiró de la vida pública porque sí. No pasó unos días de reflexión para decir luego que volvía. Lo hizo por coherencia extrema con sus ideas, así que no apareció en aquella gala. Si lo hicieron sus tres hijas, María, Tamara y Celia, fruto de su relación con el bailarín y coreógrafo Antonio Gades.

En una de sus películas más famosas, 'Tómbola'.

En una de sus películas más famosas, 'Tómbola'. / EPC

 Marisol, Pepa, es un personaje fascinante en sus contradicciones –impuestas muchas veces desde fuera–, en la modernidad que supuso y en sus decisiones radicales que la llevarían a negarse a sí misma, a lo que otros quisieron que fuera. El documental aborda los momentos más importantes en su trayectoria personal y artística. Retirarse tan temprano, y hacerlo con todas sus consecuencias, contribuyó a darle más aura al mito después de convertirse en un juguete roto superado por la fama que no quería. 

 En el filme hay una voz en off que lee declaraciones atribuidas a la actriz y cantante. El resto lo pone la memoria, los comentarios de los entrevistados y los archivos visuales. Todo empezó –para su desgracia, como diría después– con una actuación en el festival de coros y danzas que organizaba la sección femenina de Falange. Tenía apenas 11 años. 

En el filme hay una voz en off que lee declaraciones atribuidas a la actriz y cantante. El resto lo pone la memoria, los comentarios de los entrevistados y los archivos visuales.

En el filme hay una voz en off que lee declaraciones atribuidas a la actriz y cantante. El resto lo pone la memoria, los comentarios de los entrevistados y los archivos visuales. / EPC

 Allí la descubrió el empresario Manuel Goyanes. Era lo que estaba buscando: una niña pizpireta, angelical, moderna. Se convirtió igualmente en un instrumento del franquismo, convencido de que con ella exportaba modernidad. Con Marisol, nombre que le otorgó el avispado Goyanes, nació el fenómeno fan en España. La cantante Amaia dice en el documental que era como una princesa Disney. Recibía de 500 a 800 cartas cada día. Una organización entera velaba por ella, su imagen, dar respuesta a las cartas, publicar una revista enteramente dedicada a Marisol. Representó una especie de fábrica de sueños dentro de una pesadilla, la del franquismo.

 Giró por casi toda Latinoamérica. Estuvo en el famoso show televisivo de Ed Sullivan, compartiendo plató con Harpo Marx. Apadrinó una niña de Angola en otra instrumentalización del franquismo. ‘Tómbola’, canción principal del filme homónimo de 1962, con música de Augusto Algueró, vendió millones de ejemplares. Otra de sus canciones, ‘Me conformo’, fue número uno en Japón. Representaba ‘la’ modernidad, cierto, pero una modernidad bien entendida para el régimen: “Me conformo con estar a tu lado / Me conformo con hacerte feliz” cantaba en aquella canción aplaudida en tierras japonesas. Me conformo con ser amante o ama de casa. Era el mensaje. Marisol prestó el denominado servicio social de la mujer. Moderna pero fiel al ideario de la época.

El documental hace hincapié en la tristeza en los ojos de Marisol durante la boda con Carlos Goyanes, el hijo de su descubridor.

El documental hace hincapié en la tristeza en los ojos de Marisol durante la boda con Carlos Goyanes, el hijo de su descubridor. / EPC

 Agotada, en crisis, perdió la voz y, una vez recuperada, paso de tenerla aguda a mucho más grave. Eso influiría en su forma de cantar, pero la vida seguía igual. Desde que la descubriera, Goyanes la había instalado en su casa, lejos de su familia, algo que hoy sería impensable –una niña viviendo en casa de su productor a los 11 años– pero que entonces parecía de lo más normal. O no. Salió de la mansión solo para casarse con Carlos Goyanes, hijo de su descubridor. Ríanse de cualquier otra boda célebre sin amor. Fue en 1969.

 Aquello duró poco. El juguete roto quería recomponerse. El documental hace hincapié en la tristeza en los ojos de Marisol durante la boda. Tres años después se separó de Carlos y rompió toda relación con su productor y hasta entonces apoderado. Nace la segunda Marisol, rumbo a Pepa Flores.

La aparición en su vida de Antonio Gades tiene luces y sombras, claroscuros insondables.

La aparición en su vida de Antonio Gades tiene luces y sombras, claroscuros insondables. / EPC

 Son tiempos de tardofranquismo. El régimen se recrudece. La actriz representa entonces, a sus 25 años, un soplo de espuria libertad. No una libertad fingida por ella, sino por una sociedad aún encorsetada. Vive un tiempo en Barcelona, alquila un piso de soltera, se fotografía con Salvador Dalí, luce una imagen bastante hippy, dice en una entrevista que quiere rodar con Joseph Losey, Roman Polanski e Ingmar Bergman, hace un casting con Bernardo Bertolucci… 

 … Pero termina protagonizando dos películas de Juan Antonio Bardem, y no precisamente las mejores de este cineasta, ‘La corrupción de Chris Miller’ y ‘El poder del deseo’, donde se exhibe físicamente más de lo que hubiera querido. Detrás, definitivamente, quedan en todo caso ‘Un rayo de luz’, ‘Tómbola’, ‘Marisol rumbo a Río’ o ‘Las cuatro bodas de Marisol’, las cintas que contribuyeron a su encumbramiento como actriz infantil y estrella adolescente.

 La aparición en su vida de Antonio Gades tiene luces y sombras, claroscuros insondables. Se enamora de él, es madre y da un giro ideológico de 180 grados, abrazando la causa comunista cada vez más pro-soviética. La influencia artística y política de Gades, entonces declarado marxista e incluso filo-independentista catalán, es notoria. Pero la ensombrece como lo hacía Serge Gainsbourg con sus parejas. Y tiene, además, actitudes machistas: quiere a Pepa en casa cuidando de sus hijas. No es ninguna suposición: así lo dijo Gades en más de una ocasión.

Todo empezó con una actuación en el festival de coros y danzas que organizaba la sección femenina de Falange con apenas 11 años. A los 37 se retiró de los focos.

Todo empezó con una actuación en el festival de coros y danzas que organizaba la sección femenina de Falange con apenas 11 años. A los 37 se retiró de los focos. / EPC

 A la situación personal se suman las últimas ejecuciones del franquismo. La pareja se retira a Altea. Se recluye del mundo incluso hasta después del fin de la dictadura. Y entonces apareció el ‘Interviú’ con las fotos de Marisol desnuda. Nunca posó para la revista. Era una serie fotográfica que había hecho con el fotógrafo César Lucas. Otra traición. Otro trauma. Bien es verdad que aquella portada se convirtió en un fenómeno que, sociológicamente, define buena parte de la Transición: la niña prodigio del franquismo desnuda. Pero en esta ocasión tampoco la dejaron elegir. Llegó a publicarse un libro con el título de ‘Mide el cuerpo de Marisol’. La progresía izquierdista de la época no salió muy bien parada con sus comentarios sexistas.

 Buscó refugió en un cine que le ofreciera la posibilidad de demostrar su madurez. ‘Los días del pasado’ (1978), de Mario Camus, fue un hito personal importante, como después protagonizar una serie televisiva sobre Mariana Pineda, una de las grandes mujeres liberales del XIX. Su postura política se radicalizó aún más. Se declaró comunista y obrera de la cultura. Cargó contra el PSOE por la entrada de España en la OTAN. Ella y Gades se casaron en 1983 en Cuba, con Fidel Castro y la bailarina Alicia Alonso como padrinos de boda. Estaba, en consecuencia, muy lejos de la España socialdemócrata, de la movida madrileña y de la falsedad de ciertas actitudes políticas del momento.

 En su penúltimo disco, “Galería de perpetuas” (1979), hablaba del amor libre, el lesbianismo y el matrimonio considerado como una institución opresiva. Después de ser instrumento del franquismo y modelo contra natura del destape, era ahora un icono del feminismo bien entendido. Era su liberación tras asumir que de pequeña, rodeada siempre de hombres mayores, perdió su identidad como niña.

 Pero una vez más dijo basta. En 1985, tras la presentación en el festival de San Sebastián de ‘Caso cerrado’, se retiró. Y ni el tardío Goya de Honor la hizo volver, fiel a las decisiones que ahora sí, libremente, había tomado. 

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