Concierto en Barcelona
Melendi, 20 años después: rumba, yonquis y llamaradas en el Palau Sant Jordi
El cantante asturiano revivió las canciones de su canallesca primera etapa artística, que tenía olvidadas desde hacía años, y demostró que su público ya cubre dos generaciones
Jordi Bianciotto
Periodista
Con el tiempo, mientras la tragedia deviene comedia, por lo visto, las rumbas canallescas de Melendi crecen en significancia, como si de un asunto de familia se tratara, para audiencias tan amplias y transversales como la de este viernes en el Palau Sant Jordi. Si, en anteriores visitas, el asturiano llenaba esta sala una única noche, en esta gira, ‘20 Años sin noticias’, ha duplicado la convocatoria (sumando 34.800 asistentes, según la promotora The Project), y fue interesante consignar la muchachada que acudió a cantar, bailar y brincar con las canciones del un día conocido familiarmente como ‘Milindri’.
Material, sobre todo, de cuando llevaba rastas y parecía que acababa de salir pitando de una redada por tráfico de drogas. Con el tiempo, Ramón Melendi se apartaría de aquella lírica rica en menciones a papelinas, pitos, yonquis, narcos, caballos al trote y “papel de biblia mojado”. Pero todo vuelve, incluso aquello que menos querrías, y su gente aplaude ahora ese regreso a su versión más cruda, de antes de convertirse en un cantante pop más convencional.
‘Show’ a lo grande
Con todo, el Melendi que vimos en el Sant Jordi no fue el cantautor callejero de 2003. Impactó su superproducción: una quincena de músicos, sonoridad casi sinfónica (ese inicio ‘heavy’ con ‘El parto’), escenografía con altas llamaradas. Como queriendo dar más empaque y solemnidad a canciones cuya gracia estriba en la sencillez. En medio del tinglado, él y sus tatuajes, sus rimas (y ripios), y aquella cercanía con la que ha penetrado en los hogares a través de ‘La Voz’. Sin haber sido bendecido con un don vocal, pero transmitiendo de una coloquial manera. Quizá Melendi triunfa porque se parece mucho a mucha gente y porque se dice a sí mismo las patrañas más entrañables y universales: “Soy un exfumador que fuma, pero el 1 de enero, como cada año, lo dejo”, aseguró tras haberse quedado sin resuello al culminar ‘Tocado y hundido’.
Aquellas rumbas (bastante rockeras) pusieron la base, con piezas como la titular de su primer álbum, ‘Sin noticias de Holanda’ (retrato sensible del adicto y apología de la hierba), la romántica ‘Con la luna llena’ o ese himno al trapicheo y la holgazanería llamado ‘Vuelvo a traficar’. ¿Se puede decir que en aquellos años Melendi fusiló a Estopa sin riesgo de recibir dardos del ‘fandom’? Oigan ‘Un violinista en el tejado’, y su súbita aceleración, y luego hablamos. En esa línea estuvo el ‘medley’ con números como ‘Sé lo que hicisteis’ y ‘Mi rumbita pa' tus pies’.
Melendi en proceso de asunción del pasado, en fin, completando el temario con baladones pasados de rosca (‘La promesa’) y sin acudir a ninguna canción de sus últimos trabajos con la excepción de ese tema nuevo, ‘Gracias por venir’, con el que celebró la andadura con su contrastada audacia poética: “Veinte años / desabrochando su blusa / y aún no entiendo / de qué palo / va mi musa”. No debe preocuparse: la musa sabe lo que hace.
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