Política cultural

Barcelona en Comú teme que el PSC desmonte el Plan de Derechos Culturales

Los comunes urgen al concejal de Cultura, Xavier Marcé, a publicar las bases para el concurso de la gestión con enfoque social y creativo de El Molino

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Nace Paral·lel 62, estandarte de la apuesta de Barcelona por la cultura con impacto social

La fachada de El Molino, en la avenida del Paral.lel.

La fachada de El Molino, en la avenida del Paral.lel. / Elisenda Pons

Ramón Vendrell

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Tras comprar El Molino por 6,2 millones de euros en 2021, el anterior gobierno de Barcelona dejó preparadas con un lazo las bases del concurso público para la gestión del espacio. No un espacio cualquiera: carga sentimental para generaciones de barceloneses al margen, Barcelona en Comú preveía que El Molino fuera la segunda Casa de Cultura de la ciudad, enfocada a las artes escénicas, un proyecto de red inaugurado con la sala Paral·lel 62 y concebido como la expresión más relevante del Plan de Derechos Culturales de la ciudad. "Por transparencia y buenas prácticas, no nos pareció oportuno sacar el concurso justo antes de las elecciones", dice Daniel Granados, delegado de Derechos Culturales en el segundo mandato de Ada Colau.

Pero cuatro meses después de que Jaume Collboni se hiciera con la vara de mando de Barcelona, los comunes tienen la mosca detrás de la oreja. La semana pasada Jordi Martí, el anterior concejal de Cultura, presentó un ruego en el Pleno Municipal en el que reclamaba al consistorio, en concreto al concejal de Cultura e Industrias Creativas, Xavier Marcé, que publique de una vez las bases del concurso para la gestión de El Molino tal como fueron avaladas por los servicios técnicos y jurídicos del ICUB.

El asunto no es menor, pues implica el despliegue en serio o el rechazo de un nuevo modelo de política cultural pública en el que la representación y el retorno sociales son claves, así como el apoyo a los artistas emergentes. "Está en juego volver al siglo XX o avanzar", resume Granados.

"Evidentemente que respetaremos todos los acuerdos que se hayan tomado en este pleno", respondió Marcé a Martí. "Somos claros defensores de las medidas de Derechos Culturales", añadió. Preguntado por este diario sobre si mantendrá el proyecto de Casas de Cultura, dice Marcé: "Claro que El Molino será una Casa de Cultura, pero el concepto de Casa de Cultura que crea una división nueva entre equipamientos no lo contemplamos porque entendemos que todos los equipamientos son casas de cultura. Es una casa de cultura El Molino, lo es Paral·lel 62, lo es el Macba, lo es Fabra i Coats, lo es el Hangar y lo es la Beckett".

Equilibrio

Una segunda pregunta de EL PERIÓDICO, vía WhatsApp, al concejal: ¿Está de acuerdo con la idea de los Derechos Culturales, que a partir de las Casas de Cultura pretende impulsar, con gestión privada de espacios públicos, una cultura social y creativa? "Decir que en un equipamiento hay Derechos Culturales presupone que en otros no los hay -dice Marcé-. Para nosotros los Derechos Culturales quieren decir un equilibrio de género, de la cultura del trabajo entre consagrados y emergentes, de respeto al talento y de promoción de las nuevas hornadas. Y lo defendemos en todos los equipamientos culturales".

En su corta existencia, Paral·lel 62, espacio público gestionado por la unión temporal de empresas (UTE) constituida por las cooperativas L'Afluent y Quesoni y la sala Upload, no ha parado de acoger actividades externas y de programar actividades propias. A la vez, ha otorgado casi una decena de ayudas directas a creadores musicales, ha servido de local de ensayo para proyectos arriesgados y se ha erigido como zona franca para propuestas culturales de proximidad.