Exmiembro de 2Cellos

Hauser, un lince más que un rebelde, en el Palau Sant Jordi

Concierto de Hauser en Barcelona

Concierto de Hauser en Barcelona / Ana Puit

Jordi Bianciotto

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2Cellos, el dúo croata que encontró un filón en la invocación de Michael Jackson y U2 por la vía de la cuerda frotada, ya es historia, pero su estela no se extingue. Mientras que Luka Solic se ha quitado de enmedio (por ahora) para retirarse a su vida de hombre casado, a Stjepan Hauser le va la marcha y en poco tiempo ha publicado tres álbumes y reafirmado sus impulsos dominadores en espectáculos como el que trajo este martes al Palau Sant Jordi (que quedó lejos del lleno y registró media entrada).

En comparación con 2Cellos, lo suyo resulta ser menos atronador y más lírico, sin heavy metal y con una deriva de hitos latinos que no habíamos visto venir. Sí, también es bastante más fiestero, y un poco más banal (si cabe). Y tendente a su glorificación personal desde el minuto uno: ahí estuvo el caballero, entrando en escena envuelto en una luz sobrenatural y al son de la banda sonora de ‘Gladiator’, de Hans Zimmer, cara a cara con su destino trágico, o algo así. 

Hitos de ayer y hoy

Acomodado en una tarima con su nombre escrito en letras luminosas, y asegurándose de dar a cada golpe de arco y cada gesto la gravedad indispensable, pasó Hauser su pulcro cello (y su docena de músicos) por un mosaico de hitos sonoros de ayer y hoy. Un vals de Strauss y ‘Libertango’, de Piazzolla, y bandas sonoras en las que se desdoblaba en la pantalla: Hauser con máscara en ‘El fantasma de la ópera’, Hauser empapado de lluvia en ‘Caruso’ y Hauser ataviado de corsario en ‘Piratas del Caribe’. Sentido del humor tiene: presentó casi cada una de las canciones como “mi favorita”.

No hay muchos conciertos en los que puedan sonar casi seguidas ‘Hallelujah’ (Leonard Cohen) y ‘Livin’ la vida loca’ (Ricky Martin), y ‘Despacito’. ¡Y ‘waka waka’! Pero así es Hauser, un músico sin manías que trata de gustar a todo el mundo. Al sujeto femenino, sobre todo. Un ‘rebelde con un cello’, dice el eslogan. Más bien un lince con aptitudes para dar a un repertorio de tonadas trilladísimas, que en el tramo final se decantó por la clave filo-latina (‘La isla bonita’, ‘Volare’, ‘Caballo viejo’…, beneficiadas del canto del percusionista latino) un difuso halo de virtuosismo y alta cultura. Como una suerte de Il Divo, pero sin voces, jugando igualmente al galán-alfa, romántico y un poco sátiro. Todo ello fue un simpático pasatiempo, como una vuelta por un parque de atracciones de taquillaje contrastado. No es necesario darle muchas más vueltas. 

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