Biografía de un intrigante político
Fouché, diabólico poder en la sombra de Robespierre y Napoleón, en un cómic de Kim
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Anna Abella
Periodista cultural
En esta casa desde 1990. Periodista cultural. Buceando en el mundo de los libros desde 2005.
"Murió en la cama, como buen dictador... Hoy no ha cambiado nada: existen personajes así, que siempre esquivan el peligro, sobreviven a todo, incluso a un intento de decapitarle en la guillotina, y siempre caen de pie... políticos que se cambian de chaqueta, con un poder que adquieren investigando a la gente, porque todo el mundo oculta algo que no quiere que se sepa, y trafican con esa información para utilizarla en su beneficio", explica el dibujante barcelonés Kim -y que conste que no señala al excomisario Villarejo-, sobre la camaleónica, temida e influyente figura de Joseph Fouché (1759-1820). "Perverso, diabólico" y astuto político chaquetero y sin escrúpulos, siempre conspirando en la sombra, fue uno de los protagonistas de la Francia surgida de la Revolución Francesa, artífice de las sangrientas ejecuciones de burgueses de 1793 que le valieron el sobrenombre del Ametrallador de Lyon, y considerado el padre del espionaje moderno.
Joaquim Aubert, Kim (1941) focaliza en este oscuro y hermético personaje ‘Fouché, el genio tenebroso’ (Norma) su nuevo cómic en solitario tras el semiautobiográfico ‘Nieve en los bolsillos’. En pleno covid, encontró en la biblioteca paterna la magna biografía que de él trazó Stefan Zweig y tras leerla lo vio claro. "Fouché me sorprendió. Es poco conocido, y los derechos de Zweig habían quedado libres. No me lo pensé y empecé a dibujar", cuenta el autor: todo en acuarela sobre papel y, la portada, al óleo sobre tela. Nada de ordenador.
"Quería mantener el estilo de Zweig, que funciona muy bien, y fui seleccionando los textos y los diálogos intentando serles fiel y sin hacer un guion previo. Sobre ellos fui dibujando cada viñeta, manteniendo el dibujo bien encerrado en el cuadrito, como en el cine. Quizá algunos encuentren que hay mucho texto, pero creo que la historia te engancha", apunta Kim, que formó equipo con el guionista Antonio Altarriba en los aplaudidos ‘El arte de volar’ (Premio Nacional de Cómic 2010) y ‘El ala rota’,trabajos dramáticos y de memoria histórica en las antípodas de su etapa en ‘El Jueves’, donde creó a Martínez el facha.
Las cloacas de la política
Hijo de marinero y mercader, la vida de Fouché empezó pobre y estudiando en el seminario. Pero pronto abandonó sotana y tonsura para iniciar su carrera en la sombra por las cloacas de la política y el poder, abrazando la revolución. Con 32 años, elegido diputado, era un hombre casado con una joven poco agraciada pero rica, al que no se le conocían pasiones, que no bebía, ni jugaba ni iba con mujeres.
Frío y calculador, Fouché se movía como una anguila, intrigando y colocándose siempre al lado del bando vencedor en las luchas por el poder. Primero en la Convención, entre las de girondinos (los moderados y monárquicos que rechazaban el caos y la anarquía), a los que se sumó y luego traicionó, y jacobinos, los tigres de la montaña (los radicales de Robespierre), junto a los que votó decapitar al rey Luis XVI y persiguió al clero y a los ricos.
Y, en pleno Terror, se empleó a fondo en provincias, en Lyon, como procónsul, castigando a los burgueses que se enfrentaron a los revolucionarios arrasando la ciudad y sus casas y con una sangrienta matanza de un millar de detenidos: durante varias semanas ordenó dispararles con cañones cargados de metralla y rematarlos con una carga de caballería con sables y pistolas. Kim refleja cómo, cuando la carnicería se le volvió en contra, Fouché se volvió moderado y mantuvo un pulso de odio y muerte con un Robespierre que ya había decapitado a Dantón y a otro centenar de adversarios. Maquinó contra él y orquestó en la sombra el golpe de Termidor, que acabaría con El incorruptible revolucionario en la guillotina y con el Terror.
Primera caída
Sin embargo, quien llegó hasta 1802 a lo más alto del poder, como ministro del directorio y procónsul de la revolución, cayó en la absoluta pobreza al perder su enorme fortuna, acuñada prevaricando, en una mala inversión durante la rebelión de Santo Domingo. Durante dos años se vio trabajando cebando cerdos y olvidado de todos.
"En Francia se le conoce más, ven al personaje un tipo peligroso e inteligente, que lo controlaba todo y al que todos le pedían favores. Para ellos es una figura incómoda que les produce respeto", señala Kim.
Fouché renació y logró ser nombrado ministro de Policía (equivalente al de Interior), desplegando una red de espionaje y atesorando unos archivos que solo él controlaría (antes de morir ordenó a su hijo que los quemara), incluyendo entre sus informantes a Josefina, la mujer de Napoleón y futura emperatriz. Ayudó a este a llegar a Emperador y se alzó, junto a Tayllerand, en una de las figuras fundamentales de la política francesa incluso después de que los Borbones, con Luis XVIII, volvieran a hacerse con el poder. Siempre inclinándose hacia donde soplara el viento.
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