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Elisa Victoria: "'Otaberra' tiene todo y nada de 'Arrebato'"

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La escritora Elisa Victoria, en Barcelona.

La escritora Elisa Victoria, en Barcelona. / Elisenda Pons

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En los libros de Elisa Victoria (Sevilla, 1985), la luz y la oscuridad van de la mano, incluso cuando parece que lo primero domina lo segundo. Son cálidos y graves, acogedores y dolorosos. En 'Otaberra', su novela más libre y enigmática hasta la fecha, la autora de 'Vozdevieja' (2019) y 'El evangelio' (2021) lleva a otro nivel ese contraste. A la vez, a partir de una historia que se rompe en el tiempo y un personaje, Renata, que nos interpela desde distintas épocas, se pregunta sobre la naturaleza caprichosa del tiempo y la capacidad de apresarlo que tienen las historias y las imágenes. 'Otaberra' es también 'Arrebato' al revés, y, como la obra maestra de Iván Zulueta, está tocada por ella y por su misterio.

No es 'Otaberra' un libro de tema y, por su libertad, es difícil intuir su origen. ¿Cuál es su punto de partida?

Es un sentimiento existencial que podría partir de la extrañeza ante el comportamiento del tiempo como fenómeno físico que nos enmarca, y que aceptamos porque es la única opción que conocemos. Pero es bastante difícil asumir cómo se comporta el tiempo, en el sentido de que siempre va en la misma dirección y parece irreversible, aunque haya hipótesis sobre si realmente lo es. Eso me inquieta mucho, como la forma en la que se percibe de maneras distintas en las diferentes etapas de la vida y su relación con nuestra finitud.

La escritora Elisa Victoria, en Barcelona.

La escritora Elisa Victoria, en Barcelona. / Elisenda Pons

Renata, la protagonista, es incapaz de vivir el presente. Se proyecta constantemente en otro momento y se ve a sí misma desde fuera.

Sí, creo que es algo muy común, y que la gente experimente esa observación de sí misma, esa sensación de no saber muy bien quién maneja la situación pero sentir que va sola, y tener como un extrañamiento en otra capa. Todo ese capeado de conciencias y cómo se comunican entre sí me pareció un punto de partida para estudiar.

'Arrebato' siempre me despierta cosas diferentes. Es esotérica, una especie de invocación. Al ponérmela, siento que estoy jugando a la güija

'Otaberra' no es una novela inaccesible, pero es su libro menos lineal y más libre. ¿Fue siempre así?

No. Empezó con ese estudio del tiempo y de las dimensiones y, a medida que iba aportando cosas, desde lo que sentía al ver una película a la lectura de textos míos del pasado, fue construyéndose así, de forma progresiva. Me he sentido muy exploradora viendo cosas a oscuras, con una linterna, estudiando qué me despertaban y probando. Ha sido un proceso más intuitivo que con las otras historias que he construido de forma más lineal.

Su novela tiene algo de matrioska de historias dentro de historias, con constantes cambios de estilo. ¿Cómo trabajó en esa dirección?

De maneras distintas, por ejemplo, usando textos míos escritos en otros momentos. Eso también era una especie de agradecimiento a Fernando Marías, que fue el primer gran escritor que apreció mi trabajo y me hizo encargos remunerados. Solía organizar antologías de terror y me dio la oportunidad de trabajar ese género que me encanta. Retomé algunos de esos textos y me fijé en cómo había cambiado mi estilo, y me pareció oportuno por varios motivos introducirlos, con cambios, en el libro como un mensaje a otra dimensión.

La escritora Elisa Victoria, en Barcelona.

La escritora Elisa Victoria, en Barcelona. / Elisenda Pons

'Otaberra' es 'Arrebato' al revés, su protagonista masculino recuerda a Will More en aquella película y el objetivo de la cámara juega un papel clave en la historia. ¿Hasta qué punto se inspiró en la película de Iván Zulueta?

'Otaberra' tiene de 'Arrebato' todo y nada, porque hay una energía pero todo está alterado. Había empezado a escribir el libro sin pensar en 'Arrebato', pero al repasar los primeros textos me di cuenta de que había cosas que me llevaban a ella, que es una película importantísima para mí. Y dejé que me arrastrara el sentimiento.

Su libro también comparte con 'Arrebato' esa naturaleza misteriosa y esotérica.

'Arrebato' siempre me despierta cosas diferentes y es muy misteriosa. Es esotérica, es una especie de invocación. Al ponérmela, siento que estoy jugando a la güija. Es muy violenta y a la vez muy tierna y graciosa. Es una película que tiene como vida propia, y creo que esa energía me ha afectado en la escritura. Dejar en tu libro cosas que no sabes explicar tú misma es un reto. Lydia Davis habla a menudo de ese misterio, y hay entrevistas a Clarice Lispector en las que confiesa que en sus libros hay cosas que no sabe de dónde le han venido. Es esa dimensión que te arroja cosas y decides dejarlas porque tienen un poder.

En 'Otaberra', los objetos tienen un valor crucial.

Sí, porque para mí lo tienen. Mientras escribía el libro, tenía un bodegón sobre la mesa de cosas que me han inspirado, como un álbum de cromos de Esther que heredé de pequeña o una foto de Eduardo Benavente [el cantante de Parálisis Permanente], del que Eusebio, el protagonista masculino del libro, también tiene mucho y con el que comparte una historia trágica. También tenía sobre la mesa el libro de Marta Fernández Muro ['La cabeza a pájaros'], otro álbum de cromos de Robin Hood que me compré en Todocolección y una foto que le hice en la habitación a una compañera de instituto. Siempre he tenido mucha relación con el revelado, en 'El evangelio' también aparece, es una magia, una alquimia, que me fascina y también tiene que ver con el cine.