La caja de resonancia
Festivales: ¿y un poco más de imaginación?
Nombres como Stay Homas, Els Amics de les Arts, The Tyets, Triquell, Joan Dausà…, se repiten aquí y allá, copando un circuito de verano en el que ya no hace falta tener directores artísticos: basta con saber elegir los nombres de moda de la temporada.
Jordi Bianciotto
Periodista
Los macrofestivales acaparan la atención, pero a su vera, otra clase de convocatorias, las de ciclo y formato pequeño-medio, prosperan año tras año, muy concretamente en Catalunya, y van sembrando el mapa de escaparates musicales. Por lo visto, toda localidad que se precie considera que debe disponer de su propia muestra musical. Y eso no tiene por qué ser perverso. El problema es que sean tantas las que desean programar a los mismos artistas.
De acuerdo, es también comprensible que cada festival desee contar con alguna de las vedetes del momento, ¿pero que ese sea su aspiración única y exclusiva? Muchas programaciones podrían hacerse con piloto automático; basta con fijarse en los nombres de moda de la temporada y listos. Ni siquiera hace falta que tengan director artístico, una figura que, a lo mejor, imagínate, tiene ideas propias y extrañas ocurrencias.
Por ejemplo, ofrecer producciones propias. ¿Qué se ha hecho de los festivales que las cultivaban? Conciertos creados exprofeso, sacando, pongamos, a unos músicos de su dinámica ordinaria y poniéndolos a trabajar en torno a una idea, un catálogo de canciones a reivindicar, un diálogo inédito o poco explorado. O bien las actuaciones distintivas, con un guion o formato diferente al del resto de la gira. ¿Y algún fichaje de fuera, el artista valioso -no necesariamente caro- que se nos suele escapar del radar, una perla que marque la diferencia? Cuando hablamos, sobre todo, de muestras con dinero público, no es descabellado estimar que se podría ir un poco más allá de la ecuación del pan y circo.
Pero la inmensa mayoría de los festivales no van más allá de la colección de giras estacional, solapándose, además, con la genética propia de las fiestas mayores. Claro que la música puede ser una aliada banal de las noches de verano, o el carril para la afirmación generacional, pero también muchas cosas más. Se suma otro problema: para los artistas en catalán, Catalunya es (casi) el único mercado posible, el que trinchan año tras año porque no tienen otro. Si al menos pudieran ampliar el campo de acción moviéndose península adentro… Pero esta ya es otra historia.
Y ahí están Stay Homas, Els Amics de les Arts, The Tyets, Triquell, Joan Dausà, Els Catarres, Delafè y las Flores Azules, 31 FAM, Ginestà… Alimentando día a día la sensación de repetición y de coto cerrado, no tanto por su aspiración (lógica) de copar los escenarios, como por el acomodamiento de los agentes contratantes, a los que resulta pertinente pedir un poco más de imaginación.
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