Discos de la semana
Rufus Wainwright, esteta folk y cantautor protesta en ‘Folkocracy’
Los nuevos elepés de Jenny Lewis, Raúl Rodríguez y Joan Mar Sauqué, también reseñados
Beyoncé, imperial en su regreso al Estadi Olímpic
Rosalía estrena 'Tuya', reguetón sensual con un toque japonés
Rafael Tapounet
Periodista
Jordi Bianciotto
Periodista
Roger Roca
Periodista
Hace tiempo que la carrera de Rufus Wainwright cambió de ciclo, y entre óperas, acercamientos clásicos y su último regreso a Judy Garland, resulta que este neoyorquino crecido en Montreal solo ha entregado dos discos de talante pop en una década (‘Out of the game’, 2012, y ‘Unfollow the rules’, 2020). En esta tesitura hay que colocar su nueva obra, ‘Folkocracy’, decantada hacia una parcela, la canción de corte popular y tacto acústico, que ha salpicado su producción desde sus inicios.
El folk está en el código genético del artista, hijo de sendos trovadores, Loudon Wainwright III y Kate McGarrigle. Hay algo aquí de refugio en materiales seguros (y de firma ajena), alentando la impresión del que el Wainwright autor de canciones no está en una forma tan apabullante como 20 años atrás. ¿Era un creador más genial el Rufus torturado y drogado de entonces? Seguramente así sea, si bien su versión madura, de padre de familia feliz (a punto de cumplir los 50), no ha perdido el instinto para dar forma a álbumes exquisitos, llenos de detalles adorables y de una precisa ejecución, empezando por su propio canto, cada día un poco más depurado.
Espíritu de comunidad
‘Folkocracy’ proclama desde su título una democracia folk en la que Wainwright se luce modelando un cancionero que admira compartiendo el foco con muchísimos invitados. Obra de cierto espíritu comunitario y con un velado fondo político: más allá de las bellas voces y del espectro de cuidadas instrumentaciones, este es también un disco de canción protesta.
Que desfilen por aquí varias voces negras (de John Legend a Chakha Khan, esta en la pieza tradicional sureña ‘Cotton-eyed Joe’) ya desliza un mensaje, así como la elección, en calidad de primer sencillo, de ‘Down in the willow garden’, ni más ni menos que una ‘murder ballad’ de los Apalaches. Y qué decir de la canción hawaiana, interpretada en esa lengua, ‘Kaulana na pua’, lamento de la pérdida de soberanía de las islas y virtual himno anti-estadounidense. Como lo es también, a su manera, ‘Going to a town’, el único auto-‘cover’ del disco, compartido con Anohni (exAntony).
Disco de guitarras acústicas, mandolinas y violines, pero no solo eso, combina incursiones bluegrass (‘Harvest’, de Neil Young) con otra clase de sonoridades: los ecos soleados, muy folk-pop, de ‘Twelve-thirty (Young girls are coming to the Canyon’, de The Mamas and the Papas (en los coros, Susanna Hoffs, Sheryl Crow y Chris Stills, hijo de Stephen Stills), el desvío teatral de ‘Black gold’, de la mano de su querido mentor Van Dyke Parks, y el tándem con David Byrne en el ensoñador ‘High on a rocky ledge’ (del poeta, músico e inventor Moondog). Vértices de un álbum con forma de mosaico de marcados relieves, sustancioso y ameno, aunque no se sitúe entre las obras capitales de su autor. Jordi Bianciotto
Otros discos de la semana
El quinto elepé en solitario de la exlíder de Rilo Kiley nació en respuesta a un reto virtual lanzado por Beck durante la pandemia. Obligada a componer una canción al día bajo unas directrices concretas, Lewis acabó armando una colección de fondo homogéneo pero rica en texturas (country-pop, americana, indie rock y hasta disco en ‘Cherry baby’) que aborda los desafíos de la mediana edad con inteligencia lírica y envidiable optimismo. Rafael Tapounet
Después de ‘Razón de son’ (2014) y ‘La raíz eléctrica’ (2017), el músico y antropólogo sevillano cierra un círculo alcanzando una mágica síntesis con el acento desplazado hacia la africanidad. Cancionero exuberante, con paisajismo onírico y mucho temperamento, en el que cruza su instrumento único, el tres flamenco, con la kora, el balafón y el ngoni, y logra su propósito último de llevarnos a un país imaginario, de sabores inéditos, más allá del tiempo y del espacio. J. B.
Estudioso del jazz y de su historia, el joven trompetista Joan Mar Sauqué busca con amor en los cajones en los que ya nadie mira, encuentra joyas que nadie recordaba y las luce de nuevo en forma de miniaturas. En su segundo disco a trío hay una diablura de Duke Ellington o canciones que fueron éxitos en boca de Sinatra o Peggy Lee, aquí dichas solamente con trompeta, guitarra y contrabajo pero sin que les falte de nada. Claridad, un buen sonido y 'feeling' para hacer brillar melodías que son oro. Sin clichés pero sin pretensiones de reinventar la rueda del swing, corto y al pie: clásico en el mejor sentido. Roger Roca
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