Hasta el 24 de septiembre
El Museu de la Música visibiliza a las pioneras de la música electrónica
La muestra ofrece el imperdible documental 'Sisters with transistors' y se adentra en el trabajo de creadoras catalanas como Anna Bofill y Mercè Capdevila, las primeras en experimentar con la electroacústica en nuestro país
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Anna Bofill / Ferran Nadeu
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Marta Cervera
Periodista
Laurie Anderson narra en 'Sisters with transistors' (2020) la notable historia no contada de las pioneras de la música electrónica, compositoras que abrazaron las máquinas y sus tecnologías para transformar la manera de producir y escuchar. El aclamado documental de Lisa Rovner forma parte de la exposición 'Pioneres. [D']ones i experimentació sonora', inaugurada este jueves en el Museu de la Música. Se trata de una pequeña pero interesante muestra que se podrá visitar hasta el 24 de septiembre.
Coincidiendo con la muestra este sábado el Auditori ofrece en la Sala Oriol Martorell dos obras a cargo del Ensemble Dedalus. Una es 'Occam Océan', una obra entorno a la vibración del agua de la francesa Éliane Radigue (1932). La otra, 'Overlays Transparent/Opaque' de la estadounidense Catherine Lamb (1982).
'Sisters with transistors' traza una nueva historia de la música electrónica a través de mujeres visionarias como Clara Rockmore, Daphne Oram, Bebe Barron, Pauline Oliveros, Delia Derbyshire, Maryanne Amacher, Eliane Radigue, Suzanne Ciani y Laurie Spiegel cuyas experimentaciones radicales redefinieron los límites de la música.
“A nosotras, las mujeres, nos atraía especialmente la música electrónica cuando la posibilidad de que una mujer compusiera era en sí misma controvertida", afirma la estadounidense Laurie Spiegel (1945) en 'Sisters with transistors'. "La electrónica nos permite hacer música que otros puedan escuchar sin tener que ser tomada en serio por el 'establishment' dominado por hombres”.
"En los 70 había gente joven con muchas ganas de descubrir sonidos nuevos"
Esa sensación de libertad, de explorar caminos nuevos era también lo que perseguían Anna Bofill (1944) y Mercè Capdevila (1946). Ambas experimentaron en España gracias a Phonos, el primer laboratorio de música electroacústica y electrónica situado en una casa de Sarrià. "En los 70 había gente joven con muchas ganas de descubrir sonidos nuevos", recuerda Bofill, que había estudiado piano. "Asesorada por el añorado Mestres Quadreny, que siempre me animó a hacer música y fue mi padre espiritual, asistí al primer curso de electroacústica que dieron Lluis Callejo y Gabriel Brncic", recuerda.
![De izquierda a derecha las veteranas compositoras Mercè Capdevila, Anna Bofill, Barbara Held con Eli Gras, artista multidisciplinar y autodidacta heredera de su espíritu pionero, en el Museu de la Música de Barcelona.](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/fe07aff9-104a-4e18-9809-5dd7308b5880_alta-libre-aspect-ratio_default_0.jpg)
De izquierda a derecha las veteranas compositoras Mercè Capdevila, Anna Bofill, Barbara Held con Eli Gras, artista multidisciplinar y autodidacta heredera de su espíritu pionero, en el Museu de la Música de Barcelona. / FERRAN NADEU
Experimento con Stokos IV
La flautista y compositora Barbara Held, que trabajó con el Grup Instrumental Català, también forma parte de la muestra donde se pueden ver varias partituras, entre ellas la primera pieza electroacústica de Bofill, que también se puede escuchar, al igual que otras de otras compositoras. Se trata de 'Espai Sonor VII', una obra realizada con Stokos IV, instrumento ideado por el visionario Callejo que puede verse dentro de la colección permanente del Museu de la Música. "Era maravilloso. A diferencia de los sintetizadores eléctricos con este podías generar sonidos discontinuos con secuencias aleatorias. Era fascinante porque podías controlar los elementos básicos para la producción del sonido pero intervenía el azar matemático", comenta Bofill. La obra se estrenó en 1976 en la Fundació Miró en el marco del Festival Internacional de Música de Barcelona. El programa de aquel día se completaba con otras obras de compositores que experimentaban con el novedoso Stokos IV: Llorenç Balsach, Lluis Callejo, Eduardo Polonio, Andrés Lewin-Richter, Josep Maria Mestres Quadreny y Gabriel Brncic.
Hoy el mundo es muy diferente. "La tecnología no siempre va a favor de la creatividad y el talento. Hoy tenemos enciclopedias de sonidos y existen aplicaciones que permiten montar lo que quieras con facilidad. ¡Cualquiera puede atreverse a hacer música!", critica. Y la Inteligencia Artificial lo está transformando todo, también en la música.
De la época actual le fascina el 'boom' feminista generado por el MeToo. "Está muy bien tener en cuenta a las creadoras a la hora de programar. Solo espero que no sea una moda porque las modas pasan."
"Está muy bien tener en cuenta a las creadoras a la hora de programar. Solo espero que no sea una moda"
Cuando ella empezaba en la música el panorama era muy diferente. Asistió al primer curso que relacionaba informática y música en la Fundació Miró con Xavier Serra como profesor, entre otros, y participó en el Primer Congreso de Nueva Música en Sitges en 1982 con Luigi Nono y Joan Guinjoan, entre otros, donde coincidió con Mercè Capdevila que en 1985 estrenó el 'Concierto para música electroacústica y rayos láser', creada con Oriol Graus, en el Planetarium de Barcelona. Ese mismo año Bofill hizo un curso con Jannis Xenakis en París aprovechando una beca en el Centre d'Études de Mathématiques Automates Musical. "En aquella época no había muchas mujeres. En aquel curso en París era la única", recuerda Bofill.
Entre las obras más interpretadas de esta compositora destaca el 'Poema para pianoforte' (1974) que compuso para Carles Santos cuando todavía no se había convertido en fantástico y original performer. El pianista francés Jean-Pierre Dupuy la grabó en un disco. Pero tras divorciarse e independizarse para crear su propio despacho de arquitectura dejando atrás el de su famoso hermano Ricardo Bofill, fallecido el año pasado, todo cambió. "Di un giro de 360 grados. Tenía que salir adelante y como la música no da dinero me concentré en la arquitectura". Pasó una década hasta que pudo volver a componer.
A sus 78 años calcula que tiene unas 140 piezas. "Muchas son obras puramente acústicas pero últimamente me piden muchas mixtas para un instrumento y electrónica".
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