Estrenos de cine
Crítica de 'Scarlet': entre lo sublime y lo ridículo
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
Aunque suene a tópico, siguen existiendo las películas que se sitúan entre lo sublime y lo ridículo. Quizá 'Scarlet' no sea un caso tan extremo, pero muchas de las secuencias que atañen a su joven protagonista femenina, sobre todo en su relación con un loco aviador, se encuentran en esta tesitura. En el cómputo global gana lo sublime a lo ridículo. Me parece aún mejor filme cuando se centra en el padre de la joven, un hombre de manos grandes y encallecidas que regresa de la primera guerra mundial y descubre que su esposa ha muerto y que tiene una hija. Este personaje, Raphaël, muy bien interpretado por Raphaël Thierry, es un gran artesano de la madera, y así empieza a ganarse la vida en el contexto hostil de la pequeña población en la que vive con su hija y la mujer que ha cuidado de ella. Es esta mujer quien le dice a Raphaël que cuando alguien nos hace daño, nos acusamos a nosotros mismos.
Y hay mucho daño hecho en el filme, individual y colectivo. Por mucho que Pietro Marcello inserte imágenes coloreadas pertenecientes a documentales de la primera década del siglo XX –en una técnica similar a la de su anterior 'Martin Eden'–, la guerra tiene un efecto absoluto en los acontecimientos mostrados. Hay crudeza y rudeza, pero también una grácil poesía que atañe incluso al alocado aviador al que da vida el incansable Louis Garrel, que asegura haber volado hasta las puertas del desierto.
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