Una relación fuera de norma

María Casares y Albert Camus: las cartas que incendiaron una pasión amorosa de leyenda

Se publica por primera vez en castellano la correspondencia que ambos genios del teatro y la literatura se cruzaron desde 1944 hasta 1960

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Elena Hevia

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“Orgullosos, posesivos y casi despóticos”, así define Olivier Todd, biógrafo de Albert Camus al escritor y la que fue su amante durante 16 años, María Casares, leyenda de la escena francesa. Cuando se conocieron, en 1944, ella era una actriz en ascenso, tenía 21 años y él, nueve más y era ya el famoso autor de ‘El extranjero’, la gran sensación literaria de la Francia ocupada. El futuro premio Nobel y la gran dama del teatro trágico, hija de Santiago Casares Quiroga, líder republicano exiliado en Francia tras la guerra civil, se conocieron cuando ella fue elegida para integrar el reparto de ‘El malentendido’, la primera obra del autor que se llevó al teatro. Cruzaron sus miradas e iniciaron una relación turbulenta que se desarrollaría con altos y bajos a lo largo de 16 años y que solo acabaría con la muerte de él en el accidente de tráfico que le segó la vida en 1960.

Desde el principio se reconocieron como iguales por sus orígenes españoles y porque a ambos les gustaba alardear de donjuanismo. Ella es una mujer independiente, de ojos magnéticos, voz arenosa y potente, que ha tenido relaciones amorosas pero entre sus planes no está el matrimonio. Él, como tantos hombres de la época, no juega limpio. Su esposa, Francine Fauré, profesora de matemáticas y madre de sus dos gemelos, Jean y Catherine, está lejos de París, en Orán, Argelia, de donde proceden ambos. Cuando ésta regresa con los pequeños, María Casares –en Francia pasa a ser Maria Casarès- decide romper, pero dos años después los antiguos amantes vuelven a cruzarse por casualidad en el Boulevard Sant Michel y ya no se separarán.

Misivas apasionadas

Esa relación, nada secreta porque Casares y Camus solían exhibirse en público, rechazada pero a la postre consentida por la esposa, generó por su propia condición una larga e intensa correspondencia que en Francia fue reunida en el 2017 y ahora acaba de publicarse en castellano por Debate. Es un volumen de más de 1.000 páginas que reúne 865 fogosas cartas, como evidencia el  “nos conocimos, nos reconocimos, nos entregamos mutuamente, logramos un amor ardiente de cristal puro, ¿te da cuenta de nuestra dicha y de lo que se nos ha dado”, escrito por ella, quien de lejos escribe los textos más largos de esa correspondencia.

El interés de estas cartas excede el de su carácter amoroso, casi teatral, que puede hacernos sonrojar como lectores y testigos de unas emociones escritas solo para ser leídas por los ojos del destinatario o destinataria. Hay mucho amor carnal en ellas, relatado con exaltación, pero además son, en concreto, una excelente mezcla de diario íntimo, crónica social, reflexiones íntimas, culturales e históricas, con una especial atención a la vida teatral parisina de la que es un relato impagable. Tienen las cartas también un valor extraliterario importante en el caso de Camus, porque no fue un hombre dado a la confesión íntima y en el caso de ella son un buen ejemplo de mujer que sabe lo que quiere y sin el menor miedo a expresarlo con intensidad y a medirse de igual a igual con los hombres.

No fue fácil la decisión de la hija y albacea de Camus, Catherine, de sacarlas a la luz. Sabía que para su madre, depresiva crónica, fallecida en 1979 aquella relación fue muy dolorosa. “En casa, tras la muerte de mi padre nunca oí hablar mal de María Casares. Mi madre la mencionaba con respeto e incluso con afecto”, explicó a este diario y solo se decidió a conocer personalmente a la actriz después de que Francine hubiera fallecido. Las misivas llegaron a ella  tras la muerte de Casares en 1996 que así lo dispuso en su testamento. "Le estoy agradecida ambos. Gracias a sus cartas la tierra es más ancha, el espacio más luminoso, el aire más liviano, por el mero hecho de que ellos existieran", escribe la hija en el prólogo de la obra.

No tan única

No se conservan las respuestas de la actriz de los dos primeros años de la relación, etapa en la que se escriben casi a diario. A partir de 1948 con el reencuentro es evidente que pese a la pasión, son consciente de que deben mantener vidas autónomas y la frecuencia se va reduciendo hasta llegar a una cuarentena de misivas en los últimos años. Esos coinciden con nuevos amores extramaritales de Camus, todos ellos mantenido a la vez: con la actriz francesa Catherine Sellers y con la jovencísima pintora Mette Ivers, a quien todos llamaban Mi y que con los años acabaría siendo la segunda esposa de Sempé, el creador de ‘El pequeño Nicolás’. Todas las implicadas estaban al corriente de estas geometrías amorosas que aceptaban de más buen grado –Casares- o de peor –Sellers-. Y en ese punto resulta un tanto risible el nombre que el autor de ‘El último hombre’ le dio a María: la Única.

Aunque no es la última misiva antes del accidente fatal –ese honor le corresponde a Sellers-, cuatro días antes Camus escribe a Casares: “Estoy tan contento al pensar en volver a verte que me río mientras te escribo. He cerrado mis carpetas y no trabajo ya (¡demasiada familia y demasiados amigos de la familia!). Así que no tengo razón para privarme de tu risa, ni de nuestras veladas, ni de mi patria. Te beso, te abrazo hasta el martes en que lo repetiré”. No llegó a hacerlo. A María se le negó la posibilidad de acudir al entierro.

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