Obiturario

Adiós a Enric Serra, un bufo de lujo

El cantante lírico barcelonés, estrechamente ligado al Liceu durante cuatro décadas, falleció el domingo a los 82 años

El barítono Enric Serra durante una representación en Girona

El barítono Enric Serra durante una representación en Girona / EL PERIÓDICO

Pablo Meléndez-Haddad

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Lo dejó todo por la ópera. Antes de ser reconocido como uno de los grandes barítonos bufos de su generación, Enric Serra (1940-2023) era un empresario que tenía una gran pasión, la ópera. Tras ganar un concurso para aficionados, decidió darle un vuelco a su vida y optó por luchar por su sueño: ser cantante. Y lo consiguió. Tras más de cuatro décadas de trayectoria consiguió imponer un canto apasionado, elegante y entregado, especializándose en lo que mejor sabía recrear: personajes bufos y de carácter.

Enric Serra debutó en su querido Gran Teatre del Liceu en 1966, como Moralès de ‘Carmen’ de Bizet –título en el que llegó a dar vida a cuatro personajes en decenas de montajes–, en un reparto de lujo que encabezaban dos figuras que admiraba, Grace Mumbry y Pedro Lavirgen. Y desde entonces subió más de 300 veces al escenario liceísta participando en más de medio centenar de títulos, además de recitales y conciertos, hasta su última aparición en una ópera en el escenario de La Rambla, en octubre de 2007, en ‘Andrea Chénier’.

Se formó en canto con las maestras Elsa Scampini, Maria Valls y Carme Bracons de Colomer en su Barcelona natal para reforzar más tarde su técnica con el barítono italiano Gino Bechi. Tras unos tímidos, pero entusiastas primeros pasos profesionales, gana en 1969 el Concurso de RNE y consagra su tiempo a la lírica, llegando a debutar en importantes escenarios de Europa, incluyendo ciudades como Londres, Hamburgo, Lisboa, Berlín, Viena, Venecia o Múnich, mientras que en España llevó su arte a escenarios de Madrid, Santander, Oviedo, Bilbao o Peralada. Fue un estrecho colaborador de la temporada de los Amics de l’Òpera de Sabadell, entidad a la que siempre apoyaría.

Persona entrañable, respetuosa, generosa y amigo de sus amigos, dejó huella en personajes que hizo suyos como el Dr. Bartolo de ‘El barbero de Sevilla’ y el Don Magnifico de ‘La Cenerentola’ de Rossini; el rol titular de ‘Don Pasquale’ y Belcore y Dulcamara de ‘L’elisir d’amore’ de Donizetti; o el discreto, pero fundamental, Michonnet de ‘Adriana Lecouvreur’ de Cilea, por nombrar solo unos pocos. Porque Enric Serra sabía que en una ópera todos los personajes son igual de importantes: se entregaba con igual pasión a recrear un rol secundario que un protagonista.

En su amplio repertorio abarcó desde Mozart a compositores del siglo XX, siempre adaptándose al estilo, compartiendo escenario con los más grandes de su época, desde Caballé a Gruberova, de Domingo a Carreras, de Montarsolo a Cappuccilli, habiendo podido colaborar además con directores legendarios como Anton Guadagno, Ottavio Ziino, Carlo Felice Cillario, Giuseppe Patané o Nello Santi.

También fue maestro de canto en el Conservatori del Liceu.