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Carla Vall: "En este país se entierra el dolor en las cunetas"

El año pasado la Acadèmia del Cinema Català puso en marcha una oficina pionera para atender a las víctimas de abuso sexual en el mundo del cine tras detectar 150 casos, con esta abogada especializada en violencia de género al frente.

Ocho meses y 40 casos nuevos después, Carla Vall hace balance.

Barcelona 18/1/2023 Entrevista con Carla Vall, abogada Fotografía de Ferran Nadeu

Barcelona 18/1/2023 Entrevista con Carla Vall, abogada Fotografía de Ferran Nadeu / Ferran Nadeu

Leticia Blanco

Leticia Blanco

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Hace 8 meses se creó el Departamento de Abusos de la Acadèmia del Cinema, ¿cuál es el balance?

La idea es agitar y ponerle nombre a muchas conductas que tenemos normalizadas. Abrir una brecha. Hemos recibido las primeras consultas a nivel jurídico y psicológico y estamos ultimando un protocolo. Las sesiones de formación han servido para tomar la temperatura de la situación.

¿Y cuál es? La presidenta de la Acadèmia habló de 150 casos.

Es una cifra preocupante, pero son muchos más. Ese número es sólo la punta del iceberg. 

¿Han aflorado más en estos meses?

Alrededor de unos 40. No todos son casos en activo, también recibimos peticiones para revisar experiencias vividas. Se ha accedido más al servicio psicológico que al jurídico.

El porcentaje de víctimas que acaba denunciando en el cine es inferior a la media, ¿por qué?

Es un mundo muy pequeño. Está el miedo a no volver a trabajar y al corporativismo, que la persona que haya abusado de ti tenga lazos con otros autores de este tipo de conductas, lo que genera una impunidad grande y un miedo razonable. Todos sabemos que existen unas redes de contacto que garantizan que ciertos casos no salgan a la luz.

¿Hay impunidad?

Claro, igual que en el resto de la sociedad. Sabemos que la mayoría de víctimas de violencia sexual no denuncia, aflora un 10% de los casos, poquísimo. El reto está en ayudar a que salgan y a facilitar la recuperación de las víctimas, no solamente en animar a denunciar. 

¿Qué falla en el sistema?

Cuando te enfrentas a un agresor con dimensión pública te ves expuesta a un efecto multiplicador, a que se escriban artículos y salgan figuras defendiéndolo con herramientas que quizá tú no tienes. Como el debate es público, te expones a que tu círculo más cercano también se vea expuesto a ese dolor. En los últimos años estamos consiguiendo que el estigma pase de un lado a otro, que la vergüenza esté en el lado del agresor, pero no es algo que cambie de un día para otro. Con la denuncia empieza un proceso de revictimización.

¿Hay un antes y un después de Pamplona?

Sí. Una de las cosas más valiosas que se consiguió transmitir es la necesidad de preservar a la víctima y que la vergüenza es del autor. Pero sigue habiendo hombres que se han quedado en el imaginario de hace 30 años, que no han sabido recoger toda la información social de nuestra era y entender que eso se ha acabado. Creo que la mayoría social está comprometida con las mujeres, pero hay un reducto de hombres que viven bajo la excusa de que no saben relacionarse con las mujeres, pero tampoco con los hombres que han renunciado a esas violencias. 

¿Qué hay que hacer con ese tipo de hombres?

Segregarlos. Decirles: os habéis quedado solos, esto no va de hombres y mujeres, esto va de que nos creamos que todos tenemos derechos. 

¿Es algo generacional?

Una parte importante sí. La mayoría de manifestantes que salieron a la calle tras el caso de la Manada eran menores por entonces y hoy son mujeres con las ideas muy claras. Lo hemos visto en algún casi mediático reciente como el de Saül Gordillo. Creo que hay cosas que las nuevas generaciones no admiten. ¿A quién le hace gracia en 2022 la bromita de llevar condones a la cena de empresa de Navidad? Solo a esa gente anclada en el tiempo que no se da cuenta de que es patética, cuya forma de comprender y usar el poder es igualmente patética. Gente que necesita seguir pensando que el poder le va a abastecer de mujeres y que la forma de acceder a ellas es mediante el engaño, las drogas o la coacción. 

¿Qué espera de los hombres?

Creo que tiene que haber una renuncia expresa y pública respecto a estas actitudes. La pelota está en su tejado y tienen que desmantelar este sistema tan perverso. Yo creo que muchos de ellos están en deconstrucción, o eso dicen, y ahora empiezan el periodo de construcción. Tengo muy claro que es una batalla por la hegemonía cultural. Aquí el reto es que nosotras hayamos leído tanto a Gramsci como ellos, que lo tienen clarísimo. El poder es una construcción. 

¿Qué le parece que los César veten este año a los investigados por abuso?

Me imagino todos los conflictos que habrá desatado por los límites de la presunción de inocencia. Como medida cautelar me parece que puede tener un efecto protector. Alguna vez hemos visto que no sólo no se hace nada contra el abuso, sino que se premia a los abusadores. Quizá yo no sea la más indicada para hablar de separar la obra del artista. Me pasa cuando veo el 'Guernica' de Picasso, uno de mis cuadros favoritos, y pienso: la República te pagó para hacer esto y eras un maltratador. No es que queramos almas blancas, pero entre ser una persona perfecta y un delincuente hay una escala de grises. 

¿Cómo es, en su caso, conocer los abusos y no poder tomar medidas para pararlos?

Ese es uno de los grandes debates. ¿Pueden terceros o informantes poner en marcha un protocolo anti acoso? Yo tengo claro que no puedo saltarme mi deber de confidencialidad. Pero claro que me genera malestar moral el saber que existe alguien con un patrón de conducta peligrosa suelto. Me pasa muy a menudo. Tengo conocimiento de cómo es el subsuelo de este país. Vivo con eso, paseando por nuestra ciudad, sabiendo dónde ha ocurrido cada cosa. 

Los casos del Institut del Teatre y el Aula de Lleida fueron archivados por falta de pruebas o porque habían prescrito. Eso da la razón a los que no se creen los abusos.

Esta especie de negación social me llama mucho la atención. ¿Por qué esa necesidad tan imperiosa de negar que esto haya podido ocurrir, de ese tranquilizante social que te diga que aquí no ha pasado nada? ¿Qué es lo que te remueve? En este país se entierra el dolor en las cunetas y que el tiempo pase, borrón y cuenta nueva. Tenemos un problema con la cultura de la reparación, que no existe. 

¿Qué hacemos con las conductas que, pese a ser condenables, no comportan la intervención del derecho penal?

Creo que se confunde entender que todo aquello que no es delictivo está bien. Todo lo que no está prohibido está permitido, pero eso no quiere decir que sea apto para hacerlo dentro de un espacio pedagógico. Deberíamos revisar lo que se permite dentro de un aula. 

Ha reactivado las denuncias en el caso del Aula de Lleida, ¿cómo va el caso?

Cuando las conocí pensé que no se podría hacer nada. Isabel Coixet ha tenido que hacer una película, 'El sostre groc', para que el mundo supiera lo que ocurrió. Creo que las primeras denunciantes se merecen un monumento. ¿A cuántas generaciones de mujeres han protegido al denunciar lo que les pasó? Me parece indignante que se decida esconder la violencia debajo de la alfombra. Había responsables que sabían lo que sucedía y eligieron callar, prefirieron el riesgo para otras alumnas. Me consta que los mossos están llamando a las víctimas y que se están investigando los hechos. 

¿Qué opina de las rebajas de las penas por la Ley del ‘sólo sí es sí’?

Nuestra experiencia es que muchas veces en las apelaciones ya se reducen las penas. Quiero decir que antes ya nos pasaba. Lo hemos vivido mal, se ha generado mucho dolor a las víctimas. El problema real que tenemos es que cuando conseguimos una condena, muchas veces es la mínima. Todavía cuesta entender que la violencia sexual sin violencia física pueda generar tanto dolor. 

¿Cree que algún día habrá un MeToo español?

Seguro que hay casos. He oído un poco de todo, aunque no ando tanto en el sector. Tengo una esperanza fundamentada en que sí. A diferencia de Estados Unidos, en España no ha habido acuerdos de confidencialidad de forma habitual. Y me parece que hay suficientes abogadas feministas para dar la cara que no se van a doblegar recogiendo dinero para generar más impunidad. 

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