Crítica de cine
'Holy spider (Araña sagrada)': el huevo de la serpiente
El director danés de origen iraní realiza en 'Holy spider' un análisis contundente de la violencia fanática y moral de la sociedad de su país natal
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
Aunque su anterior película, ‘Border’ (2018), fue una muy grata sorpresa, un relato criminal y romántico protagonizado por trolls, el cineasta danés de origen iraní Ali Abbasi no ha intentado repetir la fórmula que tan buen resultado le dio. En ‘Holy spider (Araña sagrada)' cambia totalmente de registro, sin dejar de lado cierta peripecia criminal, para mostrar, desde la perspectiva de una joven periodista de Teherán, la caza y captura de un asesino que se ceba en prostitutas de los barrios bajos de Mashhad, ciudad iraní de peregrinación.
Pero más allá de la intriga estricta, carente de sorpresa en términos clásicos, pues a los 20 minutos conocemos la identidad del criminal, ‘Holy spider’ es un análisis contundente de la violencia fanática y moral de la sociedad iraní, ya que el asesino en serie, imbuido de una razón divina, no deja de hacer el trabajo sucio para la policía y las mentes bien pensantes, eliminado lo que estas consideran escoria social, y su detención se convierte en un sacrilegio para unas determinadas capas de la sociedad.
La meticulosidad al filmar el primer asesinato y al retratar la vida cotidiana del asesino se revela en la parte final de la película una poderosa diatriba sobre una determinada moral social –sea en el país que sea– y la demagogia en la que se sustenta. La última secuencia es espeluznante, no por violenta o desagradable, ni mucho menos, sino porque explica cómo se gesta una conciencia criminal legalizada por el propio sistema: el huevo de la serpiente, el título que escogió Ingmar Bergman para su filme sobre el germen del nazismo.
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