Crítica de libros

'De cada quinientos un alma', de Ana Paula Maia: una novela apocalíptica

La autora brasileña dibuja un mundo agotado, en una novela que se mira en la actualidad de su país

Ana Paula Maia

Ana Paula Maia / Eterna Cadencia

Marta Marne

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Hay autores que tienen un estilo definido y diferenciado, que con leer unas pocas páginas sabes quién se esconde tras ese texto. Otros, sueñan con que cada uno de sus libros sea por completo diferente a los anteriores. Y existe un pequeño reducto de creadores que han ideado un universo alrededor del cual orbitan todas sus ficciones; sea porque las ambientan en una serie de lugares comunes, sea porque sus personajes entran y salen de manera constante de sus historias.

A esta tercera categoría pertenecen las obras de Ana Paula Maia (Río de Janeiro, 1977), escritora, música y guionista brasileña. Si en ‘Carbón animal’ (Jus, 2018) nos presentaba a Edgar Wilson, minero del carbón, en ‘De ganados y hombres’ (Siruela, 2017) este personaje pasa a trabajar en un matadero como aturdidor de ganado. Aquí trabajará con Bronco Gil, cuyo pasado se nos revelará en ‘Así en la tierra como debajo de la tierra’ (Eterna Cadencia, 2017). Edgar Wilson repite en ‘Entierre a sus muertos’ (Eterna Cadencia, 2019), recogiendo los cuerpos de los animales que mueren en la carretera con una trama en la que conoceremos al exsacerdote Tomás. En su última novela, ‘De cada quinientos un alma’ (Eterna Cadencia, 2022), Edgar Wilson, Tomás y Bronco Gil comparten protagonismo en una historia muy apegada al momento actual.

 Estamos en un mundo asolado por una epidemia con tintes apocalípticos: vehículos que chocan frontalmente y no parece que fuesen conducidos por nadie, rebaños enteros que caen fulminados por un rayo, plagas de langostas, reses que acaban con su vida tirándose por un barranco. Una enfermedad tiene a todos recluidos en sus casas y el desabastecimiento empieza a ser un problema. Edgar Wilson —como en ‘Entierre a sus muertos’— trabaja retirando cuerpos de animales de las carreteras, algo que cada vez sucede con menos frecuencia. El descubrimiento de un vehículo militar y lo que transporta hace saltar todas las alarmas de los protagonistas. Decidirán indagar para intentar descubrir si el Estado está aniquilando a los contagiados como solución final de propagación.

Aunque todo nos suene demasiado conocido, Maia no habla del Covid-19 de forma directa. Pero está claro que el reflejo de lo vivido en los últimos tres años está muy presente en esta novela. Brasil no solo ha sido un país muy castigado durante la pandemia en cuanto a la mortalidad, sino también debido a una inseguridad alimentaria que ha llevado a más de 19 millones de personas a pasar hambre. Este particular resulta muy palpable en esta obra, así como las drásticas medidas sanitarias llevadas a cabo por Bolsonaro que han rozado el negacionismo.

Las novelas de Ana Paula Maia no pueden ser más concisas; nunca sobrepasan las 150 páginas. En ellas no encontramos ni rellenos ni largas descripciones. La acción es precisa, se condensa en tan solo un par de giros de trama. Y es más que suficiente. Los momentos más eficaces acaban siendo aquellos en los que tan solo expone una realidad, en los que relata un suceso. El matiz reside en qué escoge contar, en dónde pone el foco de lo narrado. Y lo hace de un modo descarnado y crudo. Sin filtros ni adornos, con un estilo sencillo —que no simple. Pero, en ocasiones, poco apto para estómagos sensibles.

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