Conflictos potenciales

Un geriátrico, un albergue social y un hospital amenazan a las salas de conciertos Apolo, Bóveda y Clap

Los tres locales, pilares de la música en vivo, consideran un error autorizar instalaciones tan sensibles junto a ellos y temen problemas de convivencia donde ahora no los hay

Edificio en la avenida Paral.lel junto a la sala Apolo destinado a residencia geriátrica.

Edificio en la avenida Paral.lel junto a la sala Apolo destinado a residencia geriátrica. / Jordi Cotrina

Ramón Vendrell

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Apolo y Bóveda en Barcelona y Clap en Mataró, tres de las salas de conciertos más importantes de Catalunya, tendrán en breve nuevos vecinos: una residencia geriátrica privada, un albergue municipal para emergencias sociales y un hospital privado, respectivamente. "Es crear un problema potencial de convivencia donde no lo hay", coinciden los responsables de los tres espacios. También coinciden en la certeza de que si llega el conflicto tendrán las de perder y en considerar los tres casos ejemplares del trato que los ayuntamientos dispensan a su actividad cultural. Por supuesto, remarcan, a ningún consistorio se le pasaría por la cabeza conceder una licencia de sala de conciertos junto a una residencia geriátrica, un albergue para emergencias sociales o un hospital.

Clap, en el polígono industrial Pla d'en Boet de Mataró, conoce el percal. La sala abrió en 1993 en la ronda de Barcelona, una zona con un plan urbanístico que le hizo la vida imposible. Entendieron los impulsores que les querían fuera y preguntaron al ayuntamiento dónde no molestarían. El citado polígono fue la respuesta y allí llevan 22 años y más de mil actuaciones sin molestar a nadie. Ahora, a falta de la licencia definitiva, el consistorio se ha inclinado por conceder a un hospital privado las antiguas oficinas centrales de Caixa Laietana, que están justo enfrente de Clap.

Esfuerzo inútil

"Y será un hospital con ingresos las 24 horas", informa Pau Manté, presidente de la cooperativa que gestiona Clap. "No somos tontos -prosigue- y sabemos que más pronto que tarde surgirán problemas, por mucho que reforcemos el control del exterior. Entonces, ¿tendremos que cerrar por un error del ayuntamiento en el planeamiento urbanístico?". Ya veremos qué pasa, les dicen los ediles.

La sala Clap y, en la otra acera, el edifico que se transformará en un hospital.

La sala Clap y, en la otra acera, el edifico que se transformará en un hospital. / Julio Carbó

Clap es la única sala de conciertos propiamente dicha de Mataró y como parte de la red de Casas de la Música de Catalunya tiene convenio con la Generalitat, la Diputación y el municipio, al que brinda no pocas actividades. Pero ni así. "Para los políticos la música es tener contenta a la gente con cuatro conciertos en la fiesta mayor", dice Manté.

Claro: Clap opera también como discoteca. Todas o casi todas las salas de conciertos lo hacen. O como bar musical. Porque es "imposible" que una iniciativa privada subsista solo con bolos, de nuevo hay coincidencia.

Esquina bulliciosa

Ya en marcha está el caso del complejo Apolo, por cuyas tres salas han pasado más de 13.000 grupos y 7.000 'disc-jockeys' en la etapa de Apolo tal y como lo conocemos; si hay que remontarse a sus orígenes hace casi un siglo ya quedamos otro día. Construido hace una década y hasta ahora sin uso, el edificio situado en la esquina de la avenida del Paral·lel con Nou de la Rambla, lados Poble Sec y plaza de Espanya, esto es, en los morros de Apolo, acaba de abrir como "espacio hotelero en el que el residente se siente arropado por expertos en su cuidado", según la web del centro geriátrico. Hablamos del que quizá sea el cruce más... bullicioso de la noche barcelonesa, y no solo por Apolo.

"Estamos muy preocupados", dice Albert Guijarro, director de Apolo. Hasta ahora el imperio, vía comunicación fluida con vecinos y distrito, sin olvidar los desembolsos en obras que la paz vecinal comporta, se ha mantenido como una referencia del directo en Europa. Pero un geriátrico de casi 200 plazas delante de sus narices, perteneciente a un gran grupo internacional, es 'Terra Incognita'.

Guijarro señala la "contradicción" entre los grandes planes culturales del ayuntamiento para el Paral·lel (sala Paral·lel 62, Molino, Arnau) y un geriátrico. El distrito de Sants-Montjuïc rechaza hacer ningún comentario a este diario sobre cómo ha llegado el nuevo inquilino al Paral·lel.

El bien común

Aunque con menos presencia en los medios de comunicación, igualmente clave en el entramado musical de Barcelona es la sala Bóveda, en el Poblenou. Aquí el miedo es la inminente apertura en la otra acera de Roc Boronat de un albergue municipal para emergencias sociales, según el local. Bóveda lleva más de dos décadas ahí, una zona estrictamente industrial cuando abrió, suministrando rock de alto voltaje a su parroquia.

Edificio de la sala Bóveda,al fondo,  tapada por los árboles.

El nuevo equipamiento social de Roc Boronat y, al otro lado de la calle, la sala Bóveda. / Jordi Cotrina

Óscar Martínez, gerente de la sala, ha tenido sobre el nuevo equipamiento dos conversaciones con el ayuntamiento. En la primera, asegura, se le dijo que había que primar "el bien común" y que, llegado el caso, "si había que cerrar Bóveda, se cerraría". Después, otro representante municipal con "más mano izquierda", le dijo una cosa ya conocida: ya veremos qué pasa.

Fuentes del distrito de Sant Martí aplazan hasta la presentación del equipamiento explicar qué será exactamente e indican que se expuso a Bóveda "que las dos actividades son claramente compatibles" y se conminó a sus titulares a "continuar trabajando para que su actividad no impacte en el descanso del vecindario en general".

"Tenemos una clientela fiel y sanota -presume Martínez-, pero esto no tiene ninguna lógica. Antes o después vamos a tener quejas aun haciendo todos los esfuerzos para que no sea así". "La música está siempre en precario", concluye.

Sin derecho a protestar

Desde la Associació de Sales de Concerts de Catalunya (Asacc), con cerca de un centenar de miembros, la mayoría en Barcelona y su área metropolitana, se ven estas situaciones como paradigmas de una política de acoso y derribo contra ellas. Lluís Torrents, presidente de la entidad, pone sobre la mesa una figura de protección de la música en directo que está cogiendo fuerza en Londres y Berlín. Se llama 'agente del cambio' y consiste en que "si te instalas en un sitio con un ecosistema preexistente y generas una crisis, no tienes derecho a quejarte".

Guijarro abandona su contención inicial para exponer: "Desde el momento en que la gente baila y corea, parece que perdemos la categoría de espacio cultural".

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