Crítica de cine
'Thor: Love and thunder': el carnicero de los dioses
En la cuarta entrega del ciclo protagonizado por el superhéroe asgardiano, Taika Waititi orquesta un batiburrillo de tonos y géneros en el que destaca la sobria y trágica figura del villano
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
Tras los relativos fracasos artísticos de los dos primeros filmes del universo cinematográfico Marvel dedicados íntegramente a Thor, Ken Faige, el hombre que mueve bien los hilos de este universo, decidió confiar la tercera película, ‘Thor: Ragnarock', a Taika Waititi, entonces bastante menos conocido de lo que es hoy el director de ‘Jojo Rabbit’. Y la cuarta entrega del superhéroe asgardiano ha vuelto a recaer en el cineasta neozelandés, cuya querencia por la comedia es de sobras conocida.
Si en el anterior filme de Thor tenía un papel especial el Increíble Hulk, aquí parece que lo van a tener los peculiares miembros de los Guardianes de la Galaxia. Pero no es más que un espejismo y una señal de lo que nos espera. Porque Chris Pratt y el resto de los guardianes duran apenas 10 minutos, en un episodio de situación que no nos sitúa en ningún lado. A partir de ese momento, la película va de un lado a otro –sin demasiado criterio–, pasando por la épica, el drama, la comedia, la aventura, el humor tonto y la tragedia, con un Chris Hemsworth musculado, después de lucir barriga cervecera, que se sigue riendo del personaje como ya demostró en uno de los filmes de Los Vengadores.
En este batiburrillo que recupera a Jane Foster (Natalie Portman) –a costa de hacer bromas con su nombre: ¡la confunden con Jane Fonda y con Jodie Foster!–, destaca la figura trágica y violenta del villano de rigor, el denominado carnicero de los dioses: con él se llega a una cierta sobriedad en una secuencia en blanco y negro, y bajo sus capas de maquillaje se intuye el rostro de Christian Bale.
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