Crítica de música
Arca, hechizo y un poco de desvarío en el clímax del Sónar 2022
La artista venezolana abrumó con su lujurioso ‘show’ basado en el art-pop extremo y el reguetón vanguardista de la pentalogía ‘kick’, en la última noche del festival
Jordi Bianciotto
Periodista
Jordi Bianciotto
Sumergiéndonos en las profundidades de la última noche del Sónar, más allá de la batería de ‘hits’ de The Chemical Brothers, una presencia descollante atrajo las miradas: Alejandra Gharsi, Arca, hechicera de un cabaret del futuro, reguetonera ciberpunk y unas cuantas cosas más. También la criatura que ajusta el ‘show’ a sus temperamentales circunstancias, improvisando minuto a minuto, derivando desde el cancionero hasta las secuencias de música y delirio rítmico inabarcables, pura estética del exceso.
Consumada una transición de género de la que fuimos teniendo pistas en anteriores ediciones del Sónar, la venezolana desató su yo femenino en versión ‘music hall’ descocado, presta al perreo y a la pasarela de posturas y al culo en pompa, sola en escena y en compañía de sus artilugios. Partiendo del abrumador material de ‘kick’ (la pentalogía de 2020-21), arrancó en modo atómico, volcándonos un ‘Rakata’ a golpe de reguetón cósmico, alimentando la lujuria: “Pongo, soy tu cena / Bruja buena que soy”. Temas cosidos uno a otro, directamente porno en ‘El alma que te trajo”: “Papi, dame pene, me lo abro con las garras / Tú me dices guarra / A mí me subes y me desgarras”.
Laboratorio y argot
Fascinante mundo, hay que decir, el de esta cómplice de Björk y Frank Ocean, dotada para fundir vanguardia y pulsión popular, electrónica dura y ardiente latinidad, laboratorio y argot de barrio bajo. Canciones que tocan materias como el ‘posgenerismo’, en las que Arca fue un ave fénix de madrugada sobre bases rítmicas aparatosas. Garabatos gruesos de sintetizador y bombardeo de graves sincopados. “Quiero darles toda mi energía, ¿la reciben?”.
El ‘set’ se hizo más confuso en el tramo final, cuando se difuminaron los límites de las canciones y Arca se extravió a gusto por un laberinto de crujidos electrónicos mezclando el puro ascendente ‘bakala’ con metales ‘sampleados’ de fanfarria y desvarío sinfónico wagneriano (influencia confesa de ‘kick’). Sabia loca o niña un poco chiflada, poniendo en marcha todos sus juguetes.
En esa secuencia última, Arca transmitió la sensación de que es una intrigante fuerza de la naturaleza que no ha llegado a dominar su propio vigor e inventiva, impresión que ya nos quedó tras el despliegue editorial de ‘kick’. “Quedan cinco minutos nada más. Quiero tocar el piano con ustedes”, añadió apurando el ‘set’, despidiéndose con unas plácidas armonías de opereta galáctica. Quizá lo mejor de Arca esté todavía por llegar. Pero, haga lo que haga, no puedes dejar de mirarla.
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