Crítica de cine
'Memoria', de Apichatpong Weerasethakul: los sonidos del silencio
El modo en que el director tailandés vuelve a mostrar su fascinación por lo irreal le hermana con David Lynch
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
Buena parte de las películas del director tailandés Apichatpong Weerasethakul transcurren en la tupida y húmeda selva de su país, de ‘Tropical malady’ a ‘Tío Boonmee recuerda sus vidas pasadas’. Además, casi todas giran alrededor de la transmutación de las almas y la reencarnación, tema esencial en la cultura tailandesa, así como la confrontación entre la ciudad y la jungla. ‘Memoria’ tiene como protagonista a una botánica británica que vive en Medellín (Tilda Swinton), pero pese al cambio geográfico y la internacionalidad que procuran Swinton (y Jeanne Balibar y Daniel Giménez Cacho en personajes muy breves) y el hecho de estar hablada en inglés y español, la última película de Weerasethakul conecta total y admirablemente con las demás, solo que aportando ligeras modificaciones.
La selva colombiana en la que transcurre la segunda parte de la cinta está filmada de idéntico modo, un espacio en el que las piedras, el musgo, la tierra, los árboles y riachuelos tienen vida por si mismos. En este relato no se trata de la transmutación de las almas, sino del intercambio de los sonidos y de los recuerdos. Jessica, la protagonista, escucha un golpe sordo y fuerte en distintos ámbitos, en casa o en un restaurante, en la ciudad o en el campo, y parte al corazón de la selva –que no es el corazón de las tinieblas– para hallar el origen de ese sonido misterioso que la perturba. Su viaje, y lo que encuentra en una pequeña localidad, es magnético, con la creación de un espacio sonoro y una capacidad para la fascinación por lo irreal que hermana al cineasta tailandés con David Lynch.
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