Discos de la semana

Crítica de 'Motomami': Rosalía sigue siendo única

El giro hacia una latinidad tropical muy procesada no resta identidad a la cantante en su tercer álbum

Los nuevos elepés de Charli XCX, Cécile McLorin Salvant, Bendriss y Fortunato Durutti Marinetti, también reseñados

17 segundos con Rosalía

17 segundos con Rosalía / José Luis Roca

Rafael Tapounet
Jordi Bianciotto
Ignasi Fortuny
Roger Roca
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Es cierto que ‘Motomami’ no transmite el efecto catedralicio de ‘El mal querer’, ni desliza una coartada cultural semejante (a propósito de la novela medieval en la que se inspiraba), pero tampoco sería ajustado desligarlo de una trama de fondo y verlo como un audaz producto amorfo, sucesión de ‘sketches’ creativos para la era Tik Tok y nada más. Bajo las pistas electrónicas, el poso reguetonero y la diversión coreográfica fluyen meditaciones acerca de la fama, del aislamiento de la estrella y del precio a pagar por el éxito, con una sutil aura mística que casa con esos teclados flotantes que envuelven las piezas más delicadas y dan al álbum una solución de continuidad.

‘Motomami’, el tercer álbum de Rosalía, encarna, como dice ella, la suma de la energía (‘moto’) y la fragilidad (‘mami’), y asombra el modo natural con que combina la crudeza extrema, tensando la cuerda como el producto ‘mainstream’ que es y quiere ser, con el recogimiento, y la innovación sónica disruptiva con la sana y dislocada diversión. Grandes temas (Dios, familia, sexualidad), con envoltorios que tanto pueden recubrirse de arte de vanguardia como saber a chicle de frambuesa, pero de eso fue siempre la música pop.

Transformismo radical

Después del neoflamenco hardcore de ‘Los Ángeles’ (2017) y de las armonías vocales y el ‘jondo’ urbano de ‘El mal querer’ (2018), este ‘Motomami’ desplaza el centro de gravedad a la latinidad tropical. Allí, presume Rosalía de un radical transformismo, reformulando su cante con regates chulescos y llenando su vocabulario de ‘spanglish’, argot ‘centennial’, nombres propios, marcas y guiños al anime. Siguiendo el hilo del “yo me transformo” de la endemoniada ‘Saoko’, muta de piel sin pedir disculpas, y no por ello va a parar al cajón de los reguetoneros como una más. Rosalía sigue sonando única por su estilo vocal y por el modo explorador con el que maneja el género. Y aunque no hacía falta, ella funde ese registro con distintivos reflejos flamencos y amplía la foto leyendo a su manera el bolero y citando a Willie Colón y la Fania.

‘Motomami’ tanto puede funcionar canción a canción como en forma de obra unitaria, a lomos de sus sacudidas rítmicas y sus diálogos interiores. Una montaña rusa en la que los subgraves industriales de ‘Cuuuuuuuuuute’ contrastan con la lujuria confesa de ‘Hentai’, y el fiero dembow tramado con Tokischa en ‘La combi Versace’ es la otra cara del tierno diálogo con su sobrino Genís, de diez años, en la purificadora ‘G3 N15’, desde la soledad de su apartamento en West Hollywood. Rosalía no está aquí para escenificar el llanto de la pobre niña rica, pero sí que comparte sus temblores íntimos: ahí está la copla futurista ‘Sakura’, que cierra el álbum en lo más alto, con conciencia de que “solo hay riesgo si hay algo que perder”. Jordi Bianciotto

Otros discos de la semana

electro-pop con vistas al futuro la más diáfana y accesible de su catálogodisco-pop de alta cunaJ. B.

McLorin Salvant, cantante de altísimas prestaciones, es capaz de mucho. También de mirar hacia dentro, sacar lo más incómodo de sí misma y convertirlo en canción. Puede ser una canción propia, como la media docena que incluye el caleidoscópico 'Ghost Song'. Puede ser un estándar, una de Kurt Weil, o 'Wuthering Heights' de Kate Bush, que abre el disco. Da igual: Salvant canta todo como si estuviera explorando su vida, sus miedos, sus deseos. Si hay otras voces como ella hoy en el jazz, no las conocemos. Roger Roca

La música de Bendriss es una cosa rarísima, deliciosamente extraña. También lo es, claro, su primer trabajo, 'Keanu Reeves', un invento de realidad paralela que fusiona mil y una influencias. No es solo una cosa, son muchas y muy distintas: raï (folklore del norte de África), techno, trap... y también flamenco ('Estrella' merece ser descubierta). Una multitud de cosas que, a priori, pueden parecer inconexas y que acaban conformando un lenguaje nuevo y muy propio de estos tiempos. Ignasi Fortuny

Si el lector puede imaginar qué pasaría si Robert Forster (The Go-Betweens) se propusiera darle una pátina contemporánea al sonido de ‘Astral Weeks’ (Van Morrison) y de ‘Court and Spark’ (Joni Mitchell) tal vez se acerque un poco a lo que propone el italocanadiense Daniel Colussi en su segundo elepé: una envolvente aleación de rock, folk, jazz, poesía y pop de cámara repartida en siete canciones espaciosas de elevada ambición literaria que dejan marca sin necesidad de golpear. Rafael Tapounet

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