Entrevista

Douglas Stuart: "Mi madre, como Elizabeth Taylor, era glamurosa, sin control y alcohólica"

El escritor escocés ha sido coronado por el Booker con la celebrada novela 'Historia de Shuggie Bain', su debut en la ficción

Douglas Stuart

Douglas Stuart / MAITE CRUZ

Elena Hevia

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La madre de Douglas Stuart (Glasgow, 1876) se parecía a Elizabeth Taylor pero no tenía ni su dinero ni su suerte. Arrastró una existencia oscura y depresiva en el Glasgow golpeado por la política thatcheriana y crió sola a sus hijos que huyeron del nido en cuanto pudieron. El menor, el propio Stuart, que la adoraba, permaneció con ella y sus borracheras intentando salvarla. Esas experiencias abonan la extraordinaria novela ‘Historia de Shuggie Bain’ (Sexto Piso / 1984), un debut que le ha valido a su autor el premio Booker y le ha situado con honores entre lo mejor de la literatura británica. El escritor, que reside en Nueva York hace más de veinte años, ha visitado Barcelona.  

Sorprende el salto abismal entre el hombre que es usted ahora, un diseñador de éxito de la Gran Manzana, y ese niño pobre y gay de barrio miserable en Glasgow que también fue usted.

Por eso quería escribir este libro. Porque la gente me percibía como una persona privilegiada que ha triunfado en Nueva York. Y no era así. 'Historia de Shuggie Bain' me ha permitido aclararme como ser humano. Mi marido conoce a lo que queda de mi familia, ellos siguen viviendo en las calles que aparecen en el libro, pero incluso así no acababa de entender el contexto de mi infancia. Yo era consciente de que era un malentendido como persona, que no se me comprendía al completo.

¿Había una necesidad de explicar esa existencia compleja?

Sí, me preguntan si el libro ha sido una catarsis para mí y no es eso. Solo quería comprender cómo un niño como yo, que creció en la Escocia depauperada y socialista de los 80, pudo llegar a estudiar y lograr, años después de la muerte de mi madre, huir de allí.

He escrito este libro porque sentía que existía un malentendido en mí como persona

¿También resituar la imagen de su madre?

Yo la quería con locura pero en realidad no pude comprenderla de verdad hasta que la llevé a la ficción. Tuve que preguntarme qué significaba haber tenido que abandonar el colegio para casarse y criar hijos.

¿Cree que este relato la hubiera complacido?

Más que nada en el mundo. Una madre siempre está orgullosa de todo lo que hacen sus hijos.

Pero no todos son capaces de dedicarle una carta de amor así.

No se lo niego. Ella era una mujer muy parecida al personaje de Agnes, la madre en la novela, era inteligente, brillante, llena de recursos y preciosa, pero las circunstancias y los hombres le robaron esos dones. Cuando mi madre se dejaba arrastrar por el dolor, lo único que necesitaba era que la escucharan y ahí estaba yo.

¿Se podría decir que ahí está el germen de su vocación como escritor?

Bueno, entonces no sabía que iba a dedicarme a esto pero sí, ella solía contarme su vida, no como una madre se la cuenta a su hijo, sino como una mujer frente a un amigo. Yo tenía siete años y esa era mi forma de mantenerla en el mundo. Siempre empezaba los capítulos con el latiguillo: “A Elizabeth Taylor que no sabe nada del amor” y es que ella se identificaba con la actriz. Ambas eran difíciles, exigentes, sin control, glamurosas, alcohólicas y habían quemado un hombre tras otro. En esas historias celebrábamos todas las cosas que no tienen las mujeres ordinarias.

Además de esas historias también hacían calceta juntos. ¿No es así?

(Ríe) Síiiii. Me enseñó a hacerlo para mantenerme ocupado. Nos encantaba ver culebrones televisivos, 'Dallas' y cosas así, y ponernos hasta arriba de chocolatinas.

¿La calceta también le marcó a la hora de plantearse ser diseñador?

No fui consciente de ello entonces. Pero sí es verdad que mi especialidad siempre ha sido los tejidos de punto. En la actualidad, ya no me dedico al mundo de la moda pero sí he integrado en mi escritura una mirada muy visual y muy cinemática .

Los escoceses son capaces de reírse de ellos mismos en los momentos más terribles

¿Ve esta novela adaptada al cine por Ken Loach?

Sería fantástico que se interesara por ella. Le admiro mucho

¿Cómo ha conseguido poner luz en un contexto tan oscuro en su libro?

Porque una sin la otra no se entienden. Glasgow es una ciudad de contradicciones, la gente tiene que aceptar la vida tal y como viene, no importa lo dura que sea. De ahí que mi historia esté llena de compasión y humanidad pero también de violencia. Y tampoco podía olvidar el tremendo humor que gastan los escoceses, capaces de reírse en los momentos más terribles.

Su visión de la Escocia bajo el mandato Thatcher es todavía más terrible que la Inglaterra pintada por Hanif Kureishi.

Kureishi cuenta la década de los 80 desde una perspectiva londinense y de clase media. Pero muy poca gente ha hablado de la clase trabajadora, la vida homosexual y las mujeres. Yo quería, precisamente, apartar a los hombres y darles todo el protagonismo a ellas.

¿Que un niño como usted pudiera llegar a la universidad fue un triunfo del sistema? Porque a Thatcher que los pobres se educaran se la traía al pairo.

Ahora no podemos entrar en el debate de si estuvo bien cerrar el sector del carbón y el acero y que el desempleo se disparara al 26% de los hombres. Redujo la esperanza de vida de estos hombres unos 11 años y esto es un crimen. Hubo una enorme falta de compasión y los hijos de estos parados no tuvieron muchas oportunidades como fue el caso de mi hermano. A mí me fue mejor, fui la excepción, no la regla.

¿Cómo fue crecer como chico gay en una nación de hombres, que aunque a veces lleven faldas, alardean de ser muy duros?

Escribir sobre ello me ha reconciliado con esos hombres a los que se les pidió que se metieran en las minas o construyeran barcos, que arriesgaran sus vidas y a quienes no se les preguntó si eran felices o se encontraban bien. Pero sí, no es fácil crecer como alguien distinto es ese tipo de sociedad. Hay mucha solidaridad en la clase trabajadora pero si no encajas debes marcharte.

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