Hito carcelario

Regreso a la infame cárcel Modelo de 1977

Alberto Rodríguez rueda una película que recrea la histórica fuga de 45 reclusos de la prisión barcelonesa

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A1-122431650.jpg / JULIO VERGNE

Elena Hevia

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La puerta que da acceso a la antigua prisión Modelo bien podría considerarse como una especie de túnel del tiempo. ¿Y si no, cómo se explica que el pasado viernes pudieras cruzarte por los pasillos que dan acceso a las antiguas galerías con individuos con pinta de pocos amigos, bigote poblado y patillas, amén de socorridos pantalones de pata de elefante? Es la magia del cine la que trae de vuelta los 70. Bienvenidos a la Barcelona que ha visto cómo el dictador moría en la cama y ha descorchado la botella de la libertad, desparramando esperanzas y utopías a diestro y siniestro. Sin embargo, hay un lugar donde la tiranía, la violencia y la incuria siguen campando como si Franco aun estuviera coleando: los centros penitenciarios.

Javier Gutiérrez y Miguel Herrán encabezan el reparto de la película ‘Modelo 77’, cuyo rodaje barcelonés está ultimando Alberto Rodríguez, director de ‘La isla mínima’ y ‘El hombre de las mil caras’, en el edificio de lo que fue aquella cárcel. Un lugar que espera iniciar su reorganización como centro cultural y social en 2023. Todo transmite una pasmosa sensación de realidad y a ello contribuye, quizás, el hecho de que alguno de los figurantes se conozcan bien las triquiñuelas porque fue huésped a cuenta del Estado en la Modelo años atrás y, en privado, exhiba como medallas al valor las cicatrices de los ‘pinchazos’ recibidos allí. Haber sido recluso fue un plus en el cásting.

Escapar por un túnel

Los vecinos que rodean la antigua penitenciaría urbana también han debido creerse atrapados en un bucle temporal. Han visto cómo la policía, extrañamente vestida de gris, contemplaba levantando la ceja cómo la acera se llenaba de octavillas exigiendo "amnistía ya" o cómo se producían persecuciones por los tejados. Y los más viejos del lugar experimentarán un ‘déjà vu’: aquella gran evasión en la que por un túnel excavado desde la enfermería de la cárcel hasta las alcantarillas condujo a 45 presos comunes a abordar la madre de todas las fugas. Fue un récord, en cuanto a número de evadidos, de la historia española.

Aquellos hechos sucedieron realmente en el 78 y no en el 77 pero es que Rodríguez solo ha querido ser fiel a los hechos y a la historia de un país en el que todo estaba por hacerse. Por aquello de que nada retrata mejor a una sociedad que su sistema penitenciario. Y lo que aquel modelo decía, pese a sus sueños, es que España seguía siendo lo peor. “La situación era infrahumana, condiciones higiénicas nulas más una alimentación desastrosa. Lo más alejado posible de lo que debería ser la reinserción”, explica el director en un receso.

Motín en la cárcel Modelo de Barcelona.

Reclusos en la cúpula de la Modelo, durante un motín, en julio de 1977. / EUGENIO

Lo hace justo después de rodar un momento muy tenso en el que los reclusos deciden abandonar la huelga y deponer las armas - pinchos, navajas, berbiquís y cualquier tipo de objeto punzante- y uno de ellos revele que el supuesto juez que los observa es en realidad un poli de la secreta. Unos días antes ha tenido lugar la recreación de aquel suceso que llenó las páginas de sucesos en los diarios, cuando, en el más puro estilo Mortadelo y Filemón, parte de los 45 presos empujaron desde abajo la tapa de la alcantarilla en el cruce entre Entença y Provença y salieron, sálvese quien pueda, ante la mirada estupefacta de los viandantes y el despiste soberano del funcionario de la garita de la entrada que no podía imaginarse qué era aquel alboroto. “En el interior, en plena fuga, uno de los guardias se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo pero no pudo impedirlo porque los reos lo tomaron como rehén llevándoselo consigo. Fue este hombre el que dio la voz de alarma a su compañero recién salido de la cloaca ya en la calle”, explica el realizador.

Fantasioso Dieguito

Rodríguez y Rafael Cobos, su colaborador habitual, firman como siempre el guion al alimón, basándose en los tres o cuatro testimonios de los presos comunes que vivieron la experiencia y todavía siguen vivos. No obviaron, aunque sean reticentes, las memorias de Juan Diego Redondo, ‘Dieguito el Malo’ -enorgullecerse de un plus de maldad en ese contexto retrata al individuo-, autoproclamado líder de aquella operación junto a otros presos como el hermanastro del Vaquilla. Aquel libro, ‘La fuga de los 45’, no pasa al parecer un proceso serio de verificación. También contaron los guionistas con otras perspectivas, como el testimonio de Ferran Rañé y de Arnau Vilardebó, miembros de Joglars a quienes la representación de ‘La Torna’ había llevado hasta la Modelo, el mismo lugar donde cinco años antes, en un cuartucho infecto de dos por tres metros, le habían aplicado el garrote vil a Salvador Puig Antich. Albert Boadella había protagonizado su propia fuga, esta vez desde el Clínic, tan solo un mes antes de los hechos.

La película se inspira en aquellos hechos y sigue a Manuel Gómez, interpretado por Miguel Herrán, un chico que comete un pequeño delito de hurto y acaba en prisión preventiva. “Esta es la historia de un recluso joven recién llegado y otro veterano [Gutiérrez] que lleva muchos años en prisión. Dos personas muy distintas que acaban por entenderse”, explica el realizador que, a punto de despedirse de Barcelona tras tres semanas de mucho estrés rodando los momentos más épicos en la penitenciaría, está haciendo las maletas para trasladarse a Sevilla donde se rodarán las escenas más actorales en interiores.

Rodaje en la galería 3 de la prisión Modelo.

Rodaje en la galería 3 de la prisión Modelo. / JULIO VERGNE

La creación de la Copel

La desgraciada pareja protagonista tiene además un plus de mala suerte. “Quería contar cómo a dos personas les toca vivir en el peor de los sitios el momento de mayor libertad en el país”, explica el director. El resultado fue la rebelión, los presos se autolesionaron y prendieron fuego a varias galerías, pero todo ello eclosionó en un movimiento de solidaridad y de lucha de derechos civiles que había prendido ya su mecha en 1976 en la cárcel de Carabanchel, con la creación de la Copel, Coordinadora de Presos Españoles en Lucha, que peleaba por la ampliación a los presos comunes de la amnistía de la que ya gozaban los presos políticos. A ello se añadía una larga lista de exigencias, entre otras, la abolición de las torturas y los castigos disciplinarios, la creación de los vis a vis, la libertad condicional –por entonces inexistente- y la supresión de la Ley de  Vagos y Maleantes con la que se enchironaba a los homosexuales -bien lo sabían Ocaña y Nazario que pasaron unos días por allí en la llamada Galería de los Invertidos-. “Me interesaba mostrar cómo una actitud deja de ser un delito tan solo por un cambio en la perspectiva social”, precisa el realizador.

El paso del rodaje por la Modelo dejará su huella. Naturalmente la película solo podía filmarse allí pero cuando la producción artística del proyecto, obra de Pepe Domínguez, quiso recrear la vida intramuros en los 70, los cambios a efectuar no fueron pocos. Porque en los años 80 se hicieron numerosas intervenciones que taparon la función panóptica original, ese centro neurálgico por el cual los guardias podían vigilar centralizadamente a los presos. Eso es algo que ha recuperado esta producción, con el apoyo de Ayuntamiento de Barcelona, para que los visitantes puedan apreciarlo en el futuro. De lo que no quedará huella es del resto de la producción artística: las fotografías femeninas, ese paisaje lúbrico que adornaba las cochambrosas celdas, las literas y las mantas mugrientas. También se eliminarán las maderas quemadas y los utensilios destrozados que todavía adornan la cinematográfica galería 3. Y ese recluso que exclama una y otra vez como un mantra inquietante “mañana me marcho”, también se callará. 

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