Exposición
Mutantes del futuro y plantas 'mentirosas', en el CCCB
Las instalaciones inmersivas y las piezas multidisciplinares de 'Ciencia fricción' pregonan que el motor de la evolución reside en las relaciones simbióticas e interdependientes entre todas las especies vivas, incluida la humana, dejando atrás la visión antropocéntrica del mundo
Anna Abella
Periodista cultural
En esta casa desde 1990. Periodista cultural. Buceando en el mundo de los libros desde 2005.
Quizá la instalación más inquietante de ‘Ciencia fricción. Vida entre especies compañeras’, que hasta el 28 de noviembre ofrece el CCCB, sea el experimento de zoología anticipativa ‘Ecosystem of Excess’, de Pinar Yoldas. "Especula sobre cómo serán nuestros descendientes en el futuro", dice la comisaria de la muestra, María Ptqk, rodeada de varios recipientes transparentes en cuyo interior flotan en líquido criaturas mutantes que son ficción pero que reflejan la simbiosis que ya se está produciendo hoy en los océanos: algas unicelulares, bacterias y otros microorganismos han comenzado a adaptarse y a metabolizar los microplásticos que envenenan el fondo marino. "Los peces también conviven con este elemento tóxico -alerta- y nosotros nos comemos los peces…".
Queda atrás la visión antropocéntrica del mundo: el ser humano ya no está en la cima de la historia evolutiva sino que es una especie más: todas las formas de vida en la Tierra están unidas por relaciones simbióticas e interdependientes. Esta mirada biocéntrica, apoyada desde la ciencia, las artes y la literatura, es la que recorre la exposición, cuyo germen nació en 2017 en el Jeu de Paume de París.
El proyecto, dirigido por Jordi Costa en colaboración con el centro Pompidou, se apoya en pinturas, instalaciones audiovisuales y artísticas, dibujos, películas, piezas de divulgación científica... También en una experiencia de realidad virtual que traslada al visitante al interior de una sequoia (árboles que alcanzan hasta 100 metros de alto y 3.000 años de edad) o propuestas inmersivas, como la que invita a tumbarse en el interior de una futurista cápsula blanca bautizada ‘Myconnect’ y enchufarse a un entramado de cables que transmiten los latidos de nuestro corazón a unos cultivos de micelios de champiñón ostra: inmediatamente, estos reaccionan con sonidos, luces y vibraciones en un ejemplo de singular interrelación entre especies.
Destierro de la competitividad
La muestra transmite la filosofía de dos pensadoras clave de la cultura científica contemporánea, las biólogas estadounidenses Lynn Margulis (1938-2011, muy vinculada a Barcelona) y Donna Haraway (1944). Los trabajos de ambas destacan la importancia de la simbiosis, la convivencia y la colaboración entre especies y destierran la competitividad entre organismos independientes como motor de la evolución, explica Judit Carrera, directora del CCCB, donde aún puede verse 'Marte. El espejo rojo'. ‘Ciencia fricción', señala, ha coincidido por azar con el covid, "un virus de origen animal, nacido de la alteración de los ecosistemas naturales, que provoca profundos interrogantes".
Margulis revolucionó las teorías de la evolución con la simbiosis, afirmando que toda vida en la Tierra, incluida la humana, viene de un entramado de bacterias, virus y otros organismos, algo que cuestiona la supremacía del ser humano sobre el resto de especies. "Todos somos ecosistemas", apunta Ptqk. Haraway, además, incidía en la intersección entre ciencias y humanidades, entre lo biológico y el pensamiento, "apelando a la ciencia ficción y a jugar con el lenguaje para inventar historias que ayuden a convivir con especies compañeras, como lo hacen por ejemplo insectos y flores, y crear nuevos mundos, ya que el que conocemos parece acabarse", considera Carrera.
El polígrafo y la transfusión de clorofila
‘Ciencia fricción’, que viajará al Azcuna Zentroa de Bilbao, cuenta con pinturas como las del artista indígena Dimas Paredes, cuyos óleos muestran con precisión de botánico la vegetación de la Amazonia y las energías espirituales del bosque que se revelan tras la ingesta de plantas alucinógenas como la ayahuasca; con las esculturas de ganchillo que evocan corales, seres que mantienen una relación simbiótica con las algas, en la instalación ‘Lady Musgrave Reef’, de Petra Maitz; o los dibujos de Ernesto Casero, ficticios, pero tan realistas que cualquiera apostaría a que son fotos en blanco y negro de pancartas, pintadas, eslóganes o manifestaciones de plantas, animales o microorganismos reclamando sus derechos: el inquietante y cínico lema de los campos nazis ‘El trabajo os hará libres’ luce ante un campo de agricultura intensiva.
Otros experimentos sorprendentes son el que hizo Cleve Bakster, experto en interrogatorios de la CIA, que conectó una planta al detector de mentiras, descubriendo con el polígrafo que las plantas eran capaces de sentir miedo y dolor, o los del colectivo Quimera Rosa, que han osado, sí, hacerse transfusiones de clorofila.
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