Los discos de la semana

Crítica de 'El Madrileño', de C. Tangana: un viaje con leyenda

El artista compone una cuidada antología del folklore y el pop latino, una revisión de la tradición musical, arropado de grandes nombres de todas las latitudes

Los nuevos álbumes de Ferran Palau, Mogwai, The Hold Steady y Cameron Graves, también reseñados

C Tangana en una imagen promocional de 'Tú me dejaste de querer'

C Tangana en una imagen promocional de 'Tú me dejaste de querer' / periodico

Ignasi Fortuny / Jordi Bianciotto / Rafa Tapounet / Roger Roca

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'El Madrileño' es el disco de un inconformista. Tiene parte de rebelión, de reivindicación. Es el de un muy ambicioso chaval de Madrid que, una vez conocido el éxito, decidió buscar el respeto de varias generaciones después de lograr convertirse en ídolo de la suya. Preguntándose cómo, hacia dónde apuntar, C. Tangana llegó a la tradición, a lo más cercano. Y revisarla con una pata en la modernidad.

Antón Álvarez emprende en 'El Madrileño' un viaje cultural -del pueblo, a la gran ciudad y de esta, al mundo- que narra a partir de un minucioso trabajo que, más allá de conseguir el aplauso juntándose con grandes nombres de diferentes latitudes, tiene un punto de arqueología de la música popular. Una cuidada antología del folklore y el pop patrio y latinoamericano. Reúne pasado e incorpora vanguardia a pesar de que, a veces, choquen, como, por ejemplo, con algunos mensajes. La introspección es mucho más profunda en lo estilístico.

Un arrollador inicio

'El Madrileño' tiene un inicio arrollador que tan solo podría perder fuerza por conocido. Las sobresalientes cuatro primeras canciones ('Demasiadas mujeres', 'Tú me dejaste de querer', 'Comerte entera' y 'Nunca estoy') habían salido como adelantos del disco (de 14 temas, seis fueron 'singles'). Una inauguración con pasos de semana santa, bachata y rumba, bossa nova (con Toquinho) y una preciosa canción con aplauso al pop español de finales de los 90 con versos de Alejandro Sanz y Rosario Flores. Todo pasado por un preciso filtro contemporáneo (en esto, en la producción, han tenido mucho que ver Alizzz y Víctor Martínez). Por ahí pasan a lo largo del disco tangos, corridos mexicanos...

C. Tangana sostiene durante el álbum su papel más vulnerable, aunque por momentos al disco le sobre virilidad. Una identidad e imagen -la del prototípico hombre heterosexual español- reforzada también por el imaginario visual creado para 'El Madrileño' y algunas colaboraciones. No es el caso de 'Párteme la cara', una de las más destacables y sensibles canciones (con 'lambos' y 'porches' por ahí) del álbum junto al mexicano Ed Maverick. El disco vuelve a sonar a placita con 'Ingobernable', una pasional rumba con los Gipsy Kings en la que C. Tangana galopa cómodo. Tardan -quizá demasiado- en volver a aparecer las palmas.

A partir de aquí el viaje es más irregular. Los últimos dos 'singles' lanzados, 'Nominao' (con Jorge Drexler) y 'Hong Kong' (Andrés Calamaro), crean turbulencias. Este último es un rock trasnochado y testosterónico prescindible. Pero en el cierre del disco ('Muriendo de envidia', 'Cambia!', 'Cuándo olvidaré'...), C. Tangana se acopla mucho mejor al folklore lationamericano, y crea buenas sintonías que no le hacen parecer en absoluto un turista. Al final del álbum hay un buen resumen del encuentro generacional que supone desde la óptica española 'El Madrileño': C. Tangana y Kiko Veneno en 'Los tontos'. Una perfecta connexión entre ambos. 'El Madrileño' es un álbum arriesgado, laburioso, mimado y concluido de manera más que notable, y que sitúa a C. Tangana justo donde quería. - Ignasi Fortuny.

OTROS DISCOS DE LA SEMANA

Primero fue ‘Blanc’, luego ‘Kevin’ y ahora, ‘Parc’, tres estaciones del sendero hacia un pop encantado y de mínimos, con sus láminas de sintetizador, sus atmósferas flotantes y su encriptada emotividad atada en corto. El método alcanza nuevas cotas de destilado, a la vez que acentúa la sensación de que debajo de la calma clínica hay nieblas y terrores nocturnos. Palau, convertido en un estilo en sí mismo y transformándose en un niño androide en la tierna e inquietante ‘Amor’. - Jordi Bianciotto

Con pandemia o sin ella, Mogwai sigue siendo Mogwai, un grupo que sigue en su mundo, sujeto a reglas propias y modulaciones sutiles. Luce aquí rampante y sesudo, presto al matiz y eficiente cuando se trata de apabullar al oyente. Obra de veteranos maníacos del perfeccionismo, traza un trayecto apetecible a costa de los graves musculosos y el espesor guitarrero, del arreglo de cuerda pirotécnico y la malla electrónica, con ‘crescendos’ mercuriales y hondura emocional. Sí, siguen en forma. - J. B.

15 años después de asomar la cabeza en el mainstream rockero subido a los hombros del magnífico ‘Boys and girls in America’ y sus rotundos himnos de barra de bar, The Hold Steady pone fin a una década de palos de ciego con un elepé a la altura de sus ambiciones, en el que las vívidas historias de derrotas alumbradas por Craig Finn (uno de los mejores letristas de su generación) se convierten en triunfos gracias a un orgánico envoltorio musical que, sin caer en la complacencia, apela al poder catártico del rock. - Rafael Tapounet

Reducir la música del pianista Cameron Graves a “jazz + metal” es simplista. Seguro. Pero es que todo en Seven, rápido, breve y dramático, con sus riffs de piano y guitarra al unísono, con la batería metiendo redobles a todo gas, grita orgullosamente ¡METAL!. El segundo disco de Graves tiene matices: el aire espiritual del saxo de Kamasi Washington, los requiebros del jazz fusión de los 70. Sí, vale. Pero cuando suena el riff malsano de Red o Mansion Worlds, ¿a quién narices le importan los matices? - Roger Roca

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