LA GRAN CITA DEL CINE FANTÁSTICO DE CATALUNYA
Oriol Tarragó: cuando el sonido es emoción
El diseñador de sonido catalán ha sido reconocido en Sitges con un Gran Premio Honorífico por sus aplaudidos trabajos con Bayona, Maíllo, Balagueró o Del Toro
Julián García
Periodista
Julián García
"Me dedico al sonido porque con él puedo dar vida a una película, puedo hacer que la gente sienta más allá de la propia imagen". Oriol Tarragó (Reus, 1976) busca una amena analogía para que lo podamos entender mejor: «Coge una imagen, que llamaremos A, y coge un sonido, o una canción, que llamaremos B. Júntalo. El resultado no será la imagen sola ni la canción sola. Será una nueva emoción. A eso me dedico yo: a ayudar al director a que cree las emociones que él desea expresar. El sonido es como la fragancia de un suavizante que te recuerda a tu infancia: te hace evocar cosas más allá de lo que ves".
Tarragó explica su profesión, la de diseñador de sonido, con tanta entrega como imprescindible sentido didáctico. "La gente no sabe a qué se dedica un diseñador de sonido. Por eso es tan bonito este reconocimiento». Se refiere al Gran Premio Honorífico que le ha concedido el <strong>Festival de Sitges</strong> por sus fabulosos trabajos con J.A. Bayona, Kike Maíllo, Jaume Balagueró, Javier Ruiz Caldera, Daniel Monzón, Guillermo del Toro o Denis Villenueve, que le han proporcionado cuatro premios Goya ('El orfanato', 'Lo imposible', 'El Niño' y 'Un monstruo viene a verme').
Tarragó sintió la irrefrenable pulsión del cine con 11 o 12 años. El día de Navidad, o el de Sant Esteve, un primo suyo puso en la tele un VHS de 'Blade runner'. "Fue una conmoción. No hacía más que hablar de ella. Le di la tabarra a mi padre para que comprara la banda sonora de Vangelis". Luego vio 'Alien: el octavo pasajero', y 'Aliens: el regreso', y ahí ya vio que lo suyo era el fantástico. "Eran unos tiempos increíbles. Cada semana estrenaban una buena: Gremlins, Los Goonies, Terminator, Cortocircuito. Spielberg, Zemeckis, Cameron. Era un alud. ¡Esa panda no paraba!"
Decidió estudiar cine sin que a su padre, arquitecto como su madre, le acabara de convencer. Sería en segundo de carrera, en la omnipresente ESCAC, cuando descubrió que se dedicaría al sonido. El detonante fue una práctica que debía hacer con una vieja cámara rusa de 16 mm en blanco y negro y sin sonido. "Cuando estaba montando lo que había rodado, vi que algo fallaba. Cogí un casete y grabé una banda sonora precaria con música de una película de Brian de Palma". Ya en clase, disparó el 'play' del casete. "Había sonorizado una película muda. Mis compañeros de clase aplaudieron. El profesor no tanto. Le dije que no entendía el cine sin sonido". El resto, como suele decirse, ya es historia.
Si no vemos no sentimos
En el fascinante documental <strong>'La magia del sonido en el cine'</strong>, David Lynch, arquitecto de un universo sonoro intransferible, lamenta que "la gente habla sobre la imagen de una película, pero no habla tanto sobre el sonido". Tarragó está de acuerdo con la reflexión del director de 'Cabeza borradora': "Vivimos en una sociedad en la que si no vemos, no sentimos. 'Sentir' en griego es 'escuchar'. Esto en catalán está muy claro: 'sentir'. Cuando lees un libro visualizas un mundo imaginario. El sonido puede ayudarte a eso mismo, a alcanzar esa parte que no se acaba de mostrar con la imagen. Y a eso me dedico yo: a pensar cómo va a sonar la película antes de que exista".
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