ENTREVISTA EN TIEMPOS DE CORONAVIRUS

Eva Baltasar, un espíritu libre que se alimenta de la soledad

La autora de la celebrada 'Permagel' continúa su tríptico novelístico con 'Boulder', donde regresa a los dilemas de la maternidad, la incomunicación y el desamor

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Anna Abella

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Esta entrevista con Eva Baltasar  (Barcelona, 1978) tuvo lugar hace una semana, antes de que el coronavirus nos cambiara la vida. Pero este martes, la autora catalana, ya confinada en su casa de Cardedeu, con su pareja y una de sus dos hijas, se prestó a compartir, en estos días de necesario encierro, su visión de la soledad, para ella “un espacio de encuentro con uno mismo, de autoconocimiento, de conectar con el propio corazón para averiguar quién somos, qué somos, qué anhelamos hacer en esta vida, qué sentido queremos darle”. Una forma de entender la soledad, omnipresente en sus obras, desde sus 10 poemarios y su celebrada novela ‘Permagel’ (Premi Llibreter 2018, un fenómeno en catalán, con 25.000 ejemplares y traducido a seis lenguas) a la nueva y esperada ‘Boulder’ (Club Editor; versión en castellano en Penguin Random House), donde también regresa al dilema de la no maternidad, la provisionalidad, la incomunicación, el sexo lésbico y el desamor.         

“Ahora disfrutamos de estar juntas y nos lo pasamos bien. Amasamos pan, hacemos jabón, leemos, jugamos, tocamos música. Hoy debería estar en Madrid, en plena promoción de ‘Boulder’, pero estoy en casa, me adapto a lo que tengo. Confío en el presente, porque confiar en el futuro es fabular y prefiero fabular gracias a los libros. Y cuando debo actuar intento que mis acciones repercutan en el mundo para hacerlo mejor”, explica Baltasar, que como la protagonista que da título a su novela, que “se alimenta de soledad y está en paz cuando está sola”, valora también “los espacios de apertura y encuentro con los demás, que están siendo mediatizados por la tecnología de una manera que nos desconecta fácilmente de nosotros mismos”. “El problema -añade- es cuando la gente busca interrelaciones al sentirse sola porque no sabe estar consigo misma”.

"Lo único que puedo hacer es elevar mi nivel de conciencia, no caer en las redes de la desinformación, no dejarme llevar por el pánico y estar atenta a mis pensamientos"

El ego es lo que se siente separado, el que tiene miedo, el que ataca. La soledad es la arena que te permite domesticar el ego y encarar la vida con libertad, sin miedo. Palabras como hecatombe global, hundirse… no me dicen nada. No necesito sentir que formo parte de nada porque sé que formo parte de todo. Lo único que puedo hacer es mirar de elevar mi nivel de conciencia, no caer en las redes de la desinformación, no dejarme llevar por el pánico y estar atenta a mis pensamientos, porque los pensamientos de cada uno son los que conforman nuestra realidad”, reflexiona ahora. 

Boulder, sobrenombre de su protagonista que le da su pareja, Samsa, alude a “las rocas solitarias, soportando las inclemencias a la intemperie, que aparecen cuando se deshielan glaciares, que no sabes qué hacen ahí”. Metáfora de la protagonista, como lo era en ‘Permagel’ y como será en ‘Mamut’, con la que cerrará este tríptico novelístico de lenguaje conciso y ritmo poético, y donde presentará a una “mujer, también solitaria, con un cuerpo capaz de cargar con todo y que desea intensamente ser madre”.   

Feliz con "amantes fugaces como estrellas"

Boulder, en cambio, no. “Y se traiciona a sí misma aceptando ser madre porque su pareja sí quiere”. Busca “la soledad y la provisionalidad, pero la vida se lo pone difícil”. Cocinera en un barco mercante en la Patagonia, feliz sin relaciones estables, con “amantes fugaces como estrellas” en cada puerto, conoce a Samsa en la isla chilena de Chiloé. “Y el deseo, el sexo, el amor, la fantasía… pesan tanto que se va a vivir con ella a Islandia. Y durante un tiempo encuentra un equilibrio porque halla su espacio de soledad cocinando en su ‘food truck’”.  

Pero, ante esa maternidad no deseada, Boulder “ve horroroso lo que rodea a la clínica de reproducción asistida y cómo el feto va cambiando a su pareja”. “Cuando nace el bebé, se siente segregada, se le acaba el sexo, y ve que no forma parte de esa maternidad con la que Samsa se siente feliz y coherente. Yo he sido madre biológica y he gozado de los embarazos y de criar a mis hijas pero no soportaba las clases preparto ni toda la construcción social en torno a ser madre. Admito que soy un poco Boulder”. Para Baltasar, no querer tener hijos “no debería estar mal visto socialmente”: “El problema es que en esta sociedad, la gente siempre juzga a los demás”.

"No querer tener hijos no debería estar mal visto socialmente. El problema es que la gente siempre juzga a los demás"

Rol masculino de la protagonista

También que, en esa relación lésbica, su protagonista reproduce estereotipos históricamente atribuidos a hombres, como el irse a beber a la taberna con un amigo tras el trabajo para llegar más tarde a casa, los celos del bebé que acapara por completo la atención de Samsa y le priva del sexo, donde ella asume el rol masculino al “follar” con arnés. “Cierto, exploro la masculinidad de un personaje femenino y algo andrógino que no tiene instinto maternal. La entiendo. Compartiendo amistad y bebida halla un espacio de paz y soledad, sin presiones”. Su problema, añade, “es la incomunicación”. “En pareja no hablan. A Boulder no le gusta hablar, prefiere evitarlo con un polvo. Y no le dice a Samsa que en realidad no quiere ser madre. La bola se va haciendo grande”.  

Dos veces abandonó la escritura de ‘Boulder’, confiesa. Hasta que una “escena autobiográfica, horrorosa y bonita a la vez”, que recrea la novela, le dio la clave. “Yo, con 20 años, de mochilera en Chiloé, comprando un pasaje para el continente en un barco mercante, saliendo en un temporal a cubierta hasta ocho veces a vomitar, con olas pasándome por encima, resbalando. ¡Pensé que iba a morir en el mar de Chile! Pero luego, con el capitán en el puente pensé que me gustaría quedarme a bordo. Y aquí he escrito la vida que no viví entonces. Me identifico con mis protagonistas, a través de ellas digo cosas que creo y siento”. 

Otro tema, que puede pasar desapercibido, es la provisionalidad, el no sentirse ligada a demasiadas cosas, el no hacer planes de futuro. “Yo tengo poquísimas cosas, poquísimos libros. Mi ropa cabe en dos maletas, lista siempre para irme me siento más libre”, revela quien también escribe con total libertad lo que le gusta. Por ello no es extraño que le fascine “un espíritu libre” como Boulder. 

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