CRÍTICA DE CINE
'La guerra de las corrientes': deficiencia energética
Una recreación de la pugna entre Edison y Westinghouse por el control de la electricidad en EEUU repleta de florituras visuales y un montaje que no deja lugar a la menor pausa
Inicialmente presentada en el Festival de Toronto del 2017, por entonces 'La guerra de las corrientes' aspiraba a ser la apuesta de la Weisntein Company cara a la temporada de premios que estaba por llegar. En lugar de eso, a causa de un alud de críticas especialmente negativas primero y de un escándalo sexual que acabó con la productora después, la fecha de estreno de la película quedó pospuesta de forma indefinida. Su director, el tejano Alfonso Gómez-Rejón, siguió trabajando en ella y, como resultado, la versión que ahora se estrena posee 10 minutos menos de metraje y una serie de escenas adicionales, rodadas con posterioridad a aquella salida en falso. Nada de ello ha surtido efecto.
Recreación de la pugna que Thomas Edison y George Westinghouse mantuvieron durante más de una década a finales del siglo XIX por el control de la energía eléctrica en Estados Unidos -Nikola Tesla se mantuvo dando tumbos entre ambos bandos sin llegar a obtener el respeto o el reconocimiento que merecía-, la película convierte a esas figuras históricas en dos ególatras cansinos y desagradables, y proclives a dar discursos. Por lo demás, quizá convencido de que una premisa como esa invita al bostezo, Gómez-Rejón intenta sobrecompensar a través de un montaje y una música de fondo excesivos, una estructura narrativa que no da lugar a momento alguno de quietud, un exceso de movimientos de cámara que no respeta ni las más sencillas escenas de diálogo y toda una serie de florituras visuales que, en todo caso, no hacen sino enfatizar la monotonía del relato.
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