ARTE CON MAYÚSCULAS

David Bagué, el lutier que hace lo que no se había hecho en 300 años

El artista catalán fabrica los instrumentos de un cuarteto de cuerdas al completo, el Cosmos Quartet, algo que no ocurría desde que Stradivari hizo lo propio para la Corona española en 1702

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Mauricio Bernal

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Más allá de los círculos musicales no hay mucha gente consciente de ello, pero en la estrecha calle de la Virtut, en Barcelona, a pocos pasos de la plaza del Sol, se encuentra el taller del que es sin duda el lutier más importante de la península ibérica y uno de los más prestigiosos del mundo. Se llama David Bagué. Formado en la "capital mundial del violín", Cremona, Creu de Sant Jordi en el 2003 y proveedor de violines de músicos de la estatura de Leonidas Kavakos, Bagué acaba de consumar el anhelo que acosa a todo lutier que tiene a sus espaldas una larga y exitosa carrera, que necesita un reto a la altura de su edad y su experiencia, que necesita ponerse a prueba: fabricar los instrumentos de un cuarteto de cuerdas al completo. Significa fabricar dos violines, una viola y un chelo que formarán una armoniosa unidad acústica. Significa poner en marcha una estrecha y duradera alianza. Significa, en cierto modo, convertirse en el quinto integrante del conjunto; el quinto de un cuarteto. En realidad, significa mucho más. No ocurría algo así en la España de la música de cámara desde hace 300 años.

"Tener un cuarteto estable de gran nivel es el sueño de muchos constructores de violines", dice Bagué

"Poder tener un cuarteto estable de gran nivel está en el pensamiento de muchos constructores de violines cuando llegan a cierta edad –dice Bagué–. Un cuarteto es la esencia de la música, y poder estar en el génesis de esta expresión musical te hace sentir que tiene sentido a lo que estás dedicando tu vida. No solo eso: que tiene un sentido místico. La mística es necesaria para llevar a cabo cualquier actividad que aspire a la trascendencia". La alianza de la que muchos en el universo musical europeo están hablando actualmente es la que han establecido Bagué y el Cosmos Quartet, seguramente una de las formaciones de cámara catalanas con más proyección internacional. Al violín, Helena Satué. Al violín, Bernat Prat. A la viola, Lara Fernández. Al chelo, Oriol Prat. Fue una conjunción de necesidades: Bagué necesitaba un cuarteto y el Cosmos necesitaba instrumentos nuevos. "Justo por esa época veníamos de un concurso en el que nos habían dicho que teníamos calidad, pero que los instrumentos nos limitaban. Los grupos buenos que quieren hacer carrera necesitan instrumentos buenos", cuentan los dos violines en una entrevista en el Palau de la Música.

Un acontecimiento llamado chelo

No se gestó en la nada la alianza. Prat el violinista ya tocaba un Bagué, y Satué le había encargado el suyo propio. Aunque el auténtico detonante fue el chelo. "Tengo 55 años y a los 12 hice mi primer violín –dice el lutier–. Hace cinco años, a los 50, pensé que quería hacer algo donde desembocara toda mi andadura, así que dije: voy a hacer un violonchelo. Que reúna todo este bagaje, toda esta experiencia". Bagué había hecho algunos chelos, pero ese era especial: era su regalo de 50 años, de casi 40 en el oficio. Era un proyecto personal y al margen de la lista de espera de sus violines. La noticia de que había hecho un chelo se corrió y pronto empezaron a desfilar músicos por su taller para probarlo. Uno de ellos fue Oriol Prat. Todo se precipitó a partir de ese momento, y acabó con los cuatro miembros del grupo pertrechados con instrumentos Bagué. Es un tremendo acontecimiento: el único antecedente en España son los cuatro Stradivarius que Antonio Stradivari hizo para la Corona española en 1702, los Stradivarius Palatinos, custodiados actualmente en el Palacio Real de Madrid.

"Teníamos calidad, pero los instrumentos nos limitaban", dicen los violinistas, Helena Satué y Bernat Prat

"Por supuesto, en el momento de tomar la decisión de hacer el chelo tenía en el subconsciente la idea de que sin chelo no hay cuarteto. El chelo es la columna vertebral de un cuarteto", dice Bagué. Lo dice en su taller de Virtut, el lugar que él mismo describe como "una puerta al pasado", "una casa taller concebida como en el siglo XVIII", un lugar de los que se puede decir que no tienen parangón, al menos en este tiempo, en este siglo, desde luego en esta ciudad. Un lugar anacrónico y exquisito. No podría trabajar David Bagué en otro lugar; no podría ser lutier en otro lugar. "Siento que estoy en el otoño de mi vida, en un momento vital importante. Siento el vértigo de ver la distancia que hay entre el niño que hizo su primer violín a los 12 años y el hombre de 55. La mano inteligente es la que proporciona a la humanidad grandes piezas, y yo quiero transmitir esa creencia a través de este proyecto. Estoy satisfecho: he cumplido el anhelo que tiene todo lutier que ha dedicado su vida a hacer instrumentos".

Un disco a la altura

No están menos complacidos en el Cosmos. "David estaba muy ilusionado y sabíamos que su implicación en el proyecto sería lo más creativa posible", dice Satué. A su lado, Prat explica lo que ha supuesto para el cuarteto tocar con instrumentos creados por el mismo artista. "Hemos ganado homogeneidad del sonido, que en un cuarteto de cuerdas es algo que siempre buscas. Somos cuatro instrumentos pero queremos tener una sola voz. Ha sido un antes y un después", resume. Equipado íntegramente con instrumentos Bagué, el cuarteto se presentó por primera vez en público en el Wigmore Hall de Londres en enero de este año. El mismo mes participaron en el Festival de Cuartetos de Cuerda de Heidelberg, Alemania, donde levantaron la curiosidad de los demás músicos cuando apareció en el programa que sus instrumentos eran todos de David Bagué. "Se acercaban y preguntaban", recuerdan. En mayo grabaron un disco, 'Influences' (Seed), "inconcebible con los instrumentos que teníamos antes", según Satué.

"Pudimos grabar un disco que era inconcebible con los instrumentos que teníamos antes", dice la violinista sobre 'Influences'

Todo lo cual ocurre en un país donde las administraciones consideran la cultura algo de tercer orden; un país, en el caso de la música clásica, que no invierte en algo que en otros lugares es básico: buenos instrumentos. "En Europa hay muchos países, empezando por Austria, donde las instituciones y los gobiernos compran instrumentos y los ceden a los músicos para respaldar sus carreras. Eso aquí no existe", se lamenta la violinista. Los intentos de conseguir financiación cayeron en saco roto, y las puertas que se tocaron apenas si se entreabrieron antes de cerrarse. "Es una pena –dice Bagué–. Porque para mí, esto que hemos hecho es alta cultura, es arte en estado puro".

No importa. El proyecto está en marcha. El proyecto, de hecho, apenas empieza, toda vez que la alianza es estrecha pero también duradera. "Él no ha concebido cuatro instrumentos y ya está", dice Prat. "Quién sabe si de aquí a cuatro años habrá otro chelo, otro violín". El Cosmos puede darse el lujo de decir que tiene un lutier de cabecera, que ese lutier es David Bagué y que Bagué es un artista que tiene las cosas claras. "Los instrumentos –dice– se hacen con la cabeza, el corazón y las manos. No puedo entenderlo de otra manera”.