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Muere Harold Bloom, el King Kong de la crítica literaria

El autor de 'El canon occidental', brillante, controvertido y prolífico, ha sido uno de los académicos más influyentes y populares

El crítico norteamericano Harold Bloom, en Barcelona, en el 2002.

El crítico norteamericano Harold Bloom, en Barcelona, en el 2002. / periodico

Idoya Noain

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Harold Bloom, hombre y nombre indispensable para entender siglos de creación literaria y las últimas seis décadas de su crítica, falleció el lunes en un hospital de New Haven (Connecticut). Tenía 89 años y se despide como una figura tan prodigiosa como controvertida, especialmente por su férrea defensa de la superioridad de las tradiciones literarias occidentales cuyas obras cumbre recogió en 'El canon occidental'.

La universidad de Yale donde se doctoró en 1955 y estuvo enseñando hasta la semana pasada pese a su debilitada salud, el mundo académico en general y también las listas de superventas se quedan sin una auténtica rareza. Porque Bloom, autor de obras como 'La ansiedad de la influencia', 'Cómo leer y por qué', 'El libro de J' o 'El futuro de la imaginación' fue una eminencia que se ganó el apodo del “King Kong de la crítica” pero con parte de su prolífica y exigente producción (más de 40 títulos propios y centenares de ediciones en otras obras) logró también una inusitada popularidad.

Nacido en el Bronx como quinto hijo de inmigrantes judíos de Europa del Este que no hablaban inglés y a los que solo escuchó yidis hasta los seis años, brillante estudiante y mente privilegiada, Bloom era un elitista orgulloso, resistente enfático (aunque no absoluto) a la cultura popular. La tesis de su canon era que el universo literario giraba alrededor de 26 figuras centrales como Dante, Chaucer, Cervantes, Whitman, Kafka, Borges, Freud, Joyce y, sobre todo Shakespeare, su “dios mortal”, que creó personajes para Bloom tan reales como para que les atribuyera haber inventado nuestro yo autoconsciente moderno. Aquel canon se completaba con cientos de otros títulos (aunque luego renegó de la lista asegurando que fue una idea impuesta) y contenido y esencia fueron y nunca dejarán de ser objeto de feroz debate, especialmente por el abrumador dominio de hombres blancos (entre los 26 centrales aparecen Austen, Dickinson y Wolf).

Aunque en 'Anatomía de la influencia' suavizó su posición canónica reconociendo que un crítico está obligado a tomar en serio otras tradiciones, incluyendo no occidentales, y su trabajo también se abrió en cuestiones de género, Bloom opinaba que el trabajo literario no es un documento social o político y debe disfrutarse sobre todo por el placer estético. Y por eso denostaba abiertamente a académicos de lo que llamaba “escuela del resentimiento”: deconstruccionistas, feministas, multiculturalistas, marxistas, africanistas o neoconservadores que según él traicionaban el propósito esencial de la literatura. En una entrevista en 2003 denunció, por ejemplo, que “en gran parte los estudios literarios han sido reemplazados por ese increíble absurdo llamado estudios culturales que no son culturales ni estudios”.

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