CRÍTICA DE CINE
'Els dies que vindran': el embarazo y sus procesos
Trabajando admirablemente entre la ficción y la no ficción, entre los gestos estudiados y los improvisados, el filme explora los conflictos que surgen en una pareja a partir del momento en que esperan un hijo
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
Quim Casas
Trabajando admirablemente entre la ficción y la no ficción, entre los gestos estudiados y los improvisados, 'Els dies que vindran' explora los conflictos que surgen en una pareja a partir del momento en que ella queda embarazada, accidentalmente, y deciden tener el hijo.
La película se construye a partir de una inapelable realidad: su director, Carlos Marqués-Marcet, planea hacerla cuando se entera de que la pareja formada por María Rodríguez Soto y David Verdaguer espera una criatura. Con la complicidad de ambos actores, con los que ha trabajado regularmente –con Verdaguer en su dos anteriores largometrajes, '10.000 KM' y 'Tierra firme', y con Rodríguez Soto en el telefilme '13 dies d’octubre'–, Marqués-Marcet inventa unos personajes absolutamente reales que pasan a llamarse Vir y Lluís y erosiona los límites de la representación y la realidad mediante un complejo proceso consistente en imaginar situaciones, ensayarlas, adaptar cosas que les ocurre a la pareja durante embarazo real, filmar –a razón de una sesión de cuatro días cada mes–, reescribir el guion, volver a ensayar, filmar y finalmente montar, la fase en la que todo se organiza y cobra sentido.
Una de las razones principales de realizar el filme es capturar el misterio de una barriga que crece llevando otra vida en su interior. Pero 'Els dies que vindran' habla igualmente de los conflictos que surgen cuando uno debe entender al otro y no sabe cómo hacerlo, y la idea de que a partir de ahora, de esos días que vendrán, ya no serán dos sino tres, y las renuncias o aceptaciones que cada uno debe hacer.
Marques-Marcet incorpora muy bien una cinta de vídeo que un amigo de los padres de Rodríguez Soto grabó durante el embarazo de la madre y el posterior parto. En una secuencia muy emotiva, la protagonista –que ya había parido en ese momento– mira el vídeo y contempla su propio nacimiento después de ser ella la que haya gestado otra vida.
Es un momento precioso combinado con escenas tan naturales y creíbles como la de Verdaguer y sus cuatro amigos de infancia saltando al patío de su antiguo colegio de noche para jugar al fútbol –un gesto primario, casi regresivo, el volver a la infancia cuando han de aceptarse los desafíos de la madurez–, o aquella, en el inicio del filme, en que deciden no tener el hijo pero sus rostros expresan que la decisión ni les convence ni les tranquiliza
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