CRÍTICA DE CINE
'Los hermanos Sisters': la reinvención del Oeste
Jacques Audiard se viste de gala, pero este no es un wéstern tradicional, al que otorga una mirada propia
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
Quim Casas
No es irónico ni inusual que uno de los mejores wésterns de los últimos años lleve la firma de Jacques Audiard, cineasta francés que hasta la fecha había brillado en soberbias piezas de cine policíaco o carcelario como De latir, mi corazón se ha parado y Un profeta. No lo es porque siempre ha existido una mirada europea hacia un género tan norteamericano, y esa mirada, desde los revoltosos tiempos del euro-wéstern, ha influido no poco en el desarrollo del cine del Oeste en Hollywood.
Audiard se viste de gala en Los hermanos Sisters, pero este no es un wéstern tradicional. Filma cabalgadas, tiroteos diurnos y nocturnos, graneros en llamas, caravanas, bares de mala muerte y buscadores de oro. Filma el relato del Oeste tal y como lo reconocemos. Pero le otorga desde el primer momento esa mirada propia, fiel al género que trata pero al mismo tiempo con muchas ganas de reinventarlo.
La historia sigue los vaivenes de los dos hermanos que dan título al filme, Charlie y Eli, apellidados Sisters –tiene su gracia– e interpretados magníficamente por Joaquin Phoenix y John C. Reilly. Son asesinos profesionales y Audiard muestra sus actos en clave naturalista. Nada de estilizados duelos: los personajes se disparan cuando están muy cerca unos de otros, porque así era como ocurrían las cosas en 1851.
Esa forma de filmar la violencia de forma tan real, con fogonazos de viejas pistolas y caballos galopando con la crin ardiendo al huir del granero en llamas, prosigue en elementos como la compra por parte de Eli de un cepillo de dientes y los polvos dentales, signo de modernidad en medio de la barbarie; el líquido viscoso que permite ver el oro en el lecho del rio, la araña dentro de la boca de Eli o esa forma tan rotunda que tiene el detective encarnado por Jake Gyllenhaal de explicar el rápido crecimiento del país, cuando escribe en su diario que viaja por lugares que no existían tres meses antes.
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