El tapiz de Miró enseña las entrañas

La Fundació Joan Miró exhibirá el monumental 'Tapiz de la fundació' por delante y por detrás aprovechando los trabajos de conservación en el dorso

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Mauricio Bernal

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De todos los detalles descubiertos en el dorso del ‘Tapiz de la fundació’, la monumental obra textil de 7,5 metros de altura, cinco de anchura y una tonelada de peso que Joan Miró y el artesano Josep Royo llevaron a cabo en los años 70, en la época en que el artista mallorquín daba salida al anhelo de conectar su arte con las artes populares, hay uno que llama especialmente la atención: la aguja. O, en todo caso, lo que sería la aguja si esto no fuera una monumental obra textil de 7,5 metros de altura, cinco de anchura y una tonelada. En realidad, es una lanzadera de tejedor, una de las muchas que debieron emplear las tejedoras reclutadas para la ocasión, y que una de ellas dejó allí, o el propio Miró, no se sabe. No es un olvido, no está dejada de cualquier modo. Se ve que es algo deliberado. Es un cuadro que viene con el pincel o es un libro que viene con la pluma del escritor; y es a la vez un pequeño enigma. "El regalo de la lanzadera", sonreía la restauradora de la Fundació Joan Miró, Elisabet Serrat.

El equipo de restauración del museo encontró el dorso en perfectas condiciones 

La aguja / lanzadera ha visto la luz porque por primera vez la fundación con sede en Montjuïc ha desplazado el tapiz del lugar que ha ocupado los últimos 40 años; el lugar que ha ocupado siempre. Ha llegado el momento de auscultar el dorso, de comprobar si ha sufrido, de ver cómo está; de hacer algo, quizá. Es un acontecimiento. Vigas y poleas. Un circuito cerrado para retransmitir la operación. Un equipo de restauración en vilo. Ocurrió hace dos semanas, y solo es posible imaginar el señorial lapso en que el tapiz recorrió sus primeros dos metros en cuatro décadas. Un poco perezoso, quizá. Si no su lado oscuro, estaba revelando su lado de oscuridad.

Una explosión de color

¿Una espalda devastada por el paso del tiempo? No. Pero nadie esperaba encontrar eso. En realidad, el dorso está como nuevo. "En perfectas condiciones", declaró Serrat. Un forro interpuesto entre el tapiz y la pared ejercía de protector, ¿y debajo? Debajo había lo que la restauradora coordinadora de los trabajos describe como "una explosión de color, de técnica y de lana", una cara B que lo primero que arroja a la cara del curioso es eso, el color o los colores de la cara A como eran hace 40 años, cuando el tapiz estaba recién hecho. "Es viendo el tapiz por detrás que se entiende bien que por delante está descolorido", explicó Serrat. El terreno es idóneo para llevar a cabo un estudio colométrico de la obra, para rastrear las tintas y a quienes las fabricaron, por ejemplo; para recabar información valiosa de cara a una futura restauración. De momento, la palabra sobra. "El dorso del tapiz está en muy buen estado, así que se trata más de conservar que de restaurar. Vamos a hacer una intervención mínima".

"Se trata de conservar más que de restaurar; vamos a hacer una intervención mínima", dice Elisabet Serrat

Lo mínimo, a grandes trazos, ha consistido en pasar la aspiradora por el forro para librarlo del polvo, y en aplicar a la lana un humidificador para que recupere su estado original. "Al estar contra la pared estaba todo muy apretado por detrás. El vapor frío relaja las fibras y las devuelve a su estado original", dice Serrat. Los extremos de la urdimbre, los que sobresalen por el extremo inferior de la obra, son objeto de limpieza, y también se ha limpiado y pintado la pared. Como el dorso, al parecer, es dueño del secreto de la eterna juventud, se ha llegado a la conclusión de que no es necesario desnudarlo por completo, y al final se ha destapado solo el tercio inferior. Mínima intervención. No se han encontrado bichos, que era una posibilidad.

El tapiz se encuentra a dos metros de la pared, a la vista del público, que puede ver en directo los trabajos en el reverso gracias al circuito de televisión. Pero eso es temporal. La fundación quiere aprovechar la ocasión para exhibir el tapiz tal y como Miró quería que se exhibiera, por delante y por detrás, de modo que ese pasillo de dos metros será abierto al público y la cara B expuesta en todo su esplendor. Será a partir del próximo martes. "Lo más importante es poder compartirlo con el público, para que se vea el trabajo que hace el museo que normalmente no se puede ver", señaló el director de la fundación, Marko Daniel. "Para que se vea la manera magnífica como se ha conservado el tapiz". El color. El trabajo de las tejedoras. Una aguja.