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El musical 'El futbol és així (de gai)' inunda de risas el Teatre Gaudí
Eduardo de Vicente
Periodista
Eduardo de Vicente
El fútbol es un deporte que quizás nos tomamos demasiado en serio y valdría la pena que lo viéramos con un poco más de distancia para comprobar lo ridículo que puede ser su altavoz mediático, su trasfondo homofóbico e incluso lo absurdos que podemos ser nosotros mismos si nos convertimos en adictos. Todo eso lo muestra la compañía Generació de Merda con el divertidísimo musical El futbol és així (de gai) Su éxito ha provocado que las representaciones, que debían finalizar este domingo, hayan sido prorrogadas hasta el día 23 de septiembre.
El escenario simula la hierba de un campo de fútbol con sus líneas blancas y todo y tan solo aparecen un par de banquillos mientras que la platea está repleta de pancartas, así como de anuncios de los patrocinadores, entre los que se encuentra una popular marca de cromos. Por cierto, que a la entrada te obsequian con un álbum y puedes cambiar cromos con otros espectadores. Si lo completas (una misión tan imposible como con los de verdad) te regalan una entrada.
Los actores se desdoblan en múltiples personajes
Mientras entramos en la sala, para ir calentando el ambiente, escuchamos la voz en off de Bernat Soler, sí, el mismo locutor de los partidos en TV-3 haciendo la previa y, luego, recitando los nombres de los integrantes del equipo como si fuera una alineación. Los músicos son los primeros en aparecer ataviados con camisetas deportivas.
El primer número (L’han fitxat) ya demuestra la energía con la que van a moverse los siete actores durante las dos próximas horas. Salvo los dos protagonistas, Maxi (Adrià Ardila) y César (Bernat Mestre), el resto se desdoblará en múltiples personajes, con continuos cambios de vestuario y hasta los músicos tendrán que salir a escena para completar el interminable rondo de sustituciones. Y es que todo empieza cuando un famoso jugador, Maxi, es fichado por el Mercuri F. C. Los aficionados se entusiasman pero su futuro compañero, César, temer perder su puesto de privilegio. Todo se complica cuando confiesa a la presidenta que es gay, lo que provocará que la dirigente intente taparlo a toda costa, pero empeora aún más cuando tiene una historia de amor en la plantilla.
Una coreografía que imita las hakas
El texto ironiza constantemente (como su propio título) con los tópicos del fútbol: los paraísos fiscales, la falta de humildad de las estrellas, sus envidias, la excesiva amplificación que reciben las frases más elementales de los futbolistas de élite o las banalidades y declaraciones repetitivas de los entrenadores en las ruedas de prensa. En este sentido resulta muy divertida otra escena en la que los jugadores, con una coreografía que evoca a las hakas de los jugadores de rugby, alardean de ser machos alfa.
También hay tiempo para reivindicar el fútbol femenino por medio del personaje que interpreta Mònica Macfer, hilarante en cada uno de sus diversos roles como el de la admiradora con la que quieren casar al delantero o como una periodista que imita a Lluís Canut, pero también emocionante en su solo como cantante. La sorpresa de la función. La reflexión hace acto de aparición cuando la obra habla de la soledad de la fama, los amigos o representantes interesados, las depresiones ante las malas rachas o la resignación del suplente (¡qué penita da el pobrecito Emili!).
Carcajadas en una final de la Champions
Y así, casi sin darnos cuenta llegamos al descanso tras el número El futbol és així. (Nota: es el momento ideal para cambiar cromos. Es ahora o nunca). La segunda parte insiste en nuevos tópicos, que si no leen y solo ven películas de acción o un mejillón que puede predecir resultados (como el célebre pulpo Paul), las supersticiones de los aficionados o los vídeos motivadores (véase Guardiola con Gladiator).
El último tramo es sencillamente genial. En el mismo se simula una final de la Champions y la representación alcanza las más altas cotas de carcajadas (¡ojo! algunos espectadores sufren auténticos ataques de risa) con la repetición de las jugadas o el desenlace del encuentro. La obra acaba con una deliciosa canción coral y con un giro inesperado que ataca directamente a la yugular y denuncia la hipocresía latente en este deporte.
Tras la representación podemos hacernos socios del Mercuri, comprar camisetas del equipo o el CD de las canciones, así como hacernos fotos con nuestros ídolos, algo que haremos gustosos porque nos han provocado dos horas de entretenimiento divertidísimo y reflexión en un montaje muy trabajado y con interpretaciones que nos han mantenido interesados. El equipo creador de Generació de Merda ha vuelto a ganar otro partido.
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