CRÓNICA
Oriol Perucho, amor después de la muerte
El músico, fallecido el año pasado, inspiró un sentido y completo homenaje en Apolo en el que tomaron parte viejos colaboradores como Pau Riba y Pascal Comelade
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zentauroepp40845679 barcelona 06 11 2017 espectaculo escamot voll inga homenat171107135346 / FERRAN SENDRA
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Jordi Bianciotto
Periodista
Jordi Bianciotto
La música de Oriol Perucho era tan libre como compartida con los impulsos de los muchos colaboradores que le acompañaron hasta su muerte, el 16 de enero del 2016. Su carrera tiene algo de laberinto mágico, poblado por un despierto clan de músicos y agitadores que, este lunes, salieron de sus madrigueras para rendir homenaje al amigo en Apolo.
En la base de la noche, una formación creada ex profeso, el Escamot Voll-Inga, que abrió y cerró con un sentido ‘God only knows’, de Brian Wilson (The Beach Boys), cantado por Saki Guillem desde el teclado, con sus espaldas bien cubiertas por cuatro metales, tres guitarras, bajo y contrabajo… Muro de sonido levantado por nombres de leyenda del ‘underground’ barcelonés como Oriol Pons de Vall ‘Ginger’, Quico Samsó, Enric Cervera, Jordi Nico, Ramon Solé, Eduard Altaba… Partícipes, estos cuatro últimos, de ‘Tropopausa’ (1979), un disco seminal de la escena, al que acudieron en un primer tramo del concierto que incluyó la resurrección de Moisés, Moisés a cargo de Pep Pascual, David Soler (ocupando la plaza del malogrado Conrado T. Costa) y Jordi Golmayo.
La sintonía de Cabo San Roque
Cierta reafirmación generacional, sí, reforzada por asociaciones como la de Pierre Bastien y Juan Crek bajo las siglas BEC, con Eli Gras. Pero la irrupción de Cabo San Roque, versión ampliada, evocando aquellos efímeros Cebo’s Enrique que les unieron a Perucho y al también desaparecido Joan Saura, recordó que hay unas maneras de hacer, una actitud ante la música, que ha cruzado umbrales temporales.
Y más allá de los confines del jazz, del rock, de la improvisación, de la expansión de texturas y de las disonancias se alzó el verbo tremebundo de Pau Riba al reflotar aquel ‘Astarot universdherba’ que tanta polvareda levantó en Canet Rock-77, bajo “el signe del lleó” y “sense por a parlar de Déu ni del dimoni”. Cuatro décadas después seguía imponiendo.
Olor de pólvora
Concierto fluido, sin más desorden que el meticulosamente elaborado en las secuencias de notas más ‘free’, y la imagen en vídeo de Oriol Perucho presidiendo el escenario, como si su batería, desde los bajos del Eixample en que vivía, tutelara el desfile de actuaciones. Dando su aprobación a Mil Cogotes (la microcomposición ‘Anodino, dígame?’ con teclados, bajo y baile de claqué), al ritmo exótico de Les Anciens y al otro rapsoda ilustre de la noche, Enric Casasses, que alertó con énfasis del “olor de pólvora” sobre el piano de Pascal Comelade y la Bel Canto Orquestra.
Escena de belleza violenta que contrastó con ese nuevo ‘God only knows’ que enmarcó un fundido melancólico de la sesión. Era una de las canciones preferidas de Oriol Perucho, que alude a un amor eterno, mientras queden estrellas en el firmamento, como el que sus colegas le brindaron en Apolo.
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