CRÍTICA DE CINE
'La ciudad de las estrellas (La La Land)': culto a la nostalgia
Damien Chazelle se inspira en los musicales de Jacques Demy sin olvidar el cine de Hollywood como fábrica de ilusiones
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Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
QUIM CASAS
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En la secuencia de apertura de 'La ciudad de las estrellas (La La Land)', rodada en un único plano secuencia, está todo el espíritu lúdico del cine musical. La referencia para esta secuencia, en la que los conductores atrapados en un monumental atasco en una de las autovías de Los Ángeles salen de sus coches y se ponen a bailar, no es ningún filme mítico de Hollywood, sino un momento muy similar de Las señoritas de Rochefort, el musical que dirigió Jacques Demy en 1967 contando en su reparto con Gene Kelly, uno de los cuerpos emblemáticos del musical hollywoodiense.
Géneros en desuso como el musical (y el wéstern) tienden a retroalimentarse constantemente en un acto reflejo de carácter referencial, conscientes de que se han convertido en un cine para “conocedores”. Demy miraba al musical norteamericano y Damien Chazelle mira a Demy sin olvidar el cine de Hollywood ya que, entre otras cosas, el título español de 'La La Land' hace referencia a esa ciudad de la estrellas, la meca del cine, la fábrica de ilusiones.
Se trata de una operación de nostalgia (dentro y fuera del relato) algo impostada: Emma Stone quiere triunfar en el cine y ser una estrella como las de antes y Ryan Gosling, que baila igual que hace drama violento con Nicolas Winding Refn, desea triunfar en el jazz tocando solo al estilo de John Coltrane o Thelonious Monk.
El pasado, la nostalgia y la añoranza final por lo que no se logró tener. Pero el filme tiene al mismo tiempo el interés (y el riesgo, aunque esté parece minimizado: los siete Globos de Oro auguran buena recaudación y algún que otro Oscar) de su concepto escénico y argumental a destiempo -como lo tuvo 'Corazonada', el musical de Coppola'Corazonada'Coppola, hace 35 años–, sus preciosas referencias a la secuencia del Planetarium de 'Rebelde sin causa' y algunos números muy bien diseñados y filmados.
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