Los 5.000 conciertos de Sidecar

La sala de la plaza Reial, que abrió en 1982, conmemora la cifra redonda convertido en bastión de la escena musical autóctona abierta a artistas internacionales de prestigio

La Sala Sidecar en la Plaza Reial.

La Sala Sidecar en la Plaza Reial. / periodico

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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El 13 de noviembre de 1982 abría la sala Sidecar, que aquel fin de año se estrenó en la música en directo con el grupo barcelonés Distrito 5. Ese fue el primero de los 5.000 conciertos programados a lo largo de esos 34 años, y los que vendrán. Una cifra redonda que celebra este lunes acogiendo al venerable Nick Lowe y asumiendo que se ha convertido en una institución de la ciudad, escaparate de bandas locales y lugar de paso de nombres internacionales, así como "uno de los últimos dinosaurios" de un barrio transformado de arriba a abajo.

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La de Sidecar es una labor vocacional en la que su máximo responsable, Roberto Tierz, que fue músico y miembro de los primeros Rebeldes, se metió por amor al arte, o más concretamente, a un pop y un rock’n’roll poco presentes en aquella noche barcelonesa pos-'laietana'. “Una época en que ibas a Zeleste y, al terminar un concierto, ¡para que la gente bailara ponían jazz!", recuerda asombrado. Compartía con tres amigos un gusto por la new wave y el punk, y una de aquellas noches de feroz aburrimiento saltó la loca idea: "¿Por qué no abrimos nuestro local?".

EL INFLUJO DE AMSTERDAM

Aquella ocurrencia de barra de bar no se perdió, insólitamente, entre los efectos de una resaca y cobró forma después de que Tierz visitara Amsterdam y descubriera la sala Melkweg, en la que "además de música, hacían exposiciones, teatro, cine". Modelo inspirador para un Sidecar que, aunque mucho más pequeño, con su aforo para 200 personas, siempre ha tratado de ir más allá de la música ofreciendo muestras de cuadros y fotos, mesas redondas, videoarte, 'spoken word'…"Al segundo día de abrir ya teníamos la sala llena, y medio año después comenzamos a tener beneficios. ¡Además de pasarlo bien, cobrábamos!".

La  plaza Reial actual poco tiene que ver con la de mediados de los años 80. El choque con la realidad lo tuvo Tierz cuando acudió a la comisaría de policía cercana para presentarse. !Me recomendaron que lo hiciera para no tener problemas", recuerda. "Y me vi ante un comisario con bigote franquista, contándole lo que íbamos a hacer en la sala: conciertos, exposiciones, etcétera. Yo estaba muy ilusionado y, cuando terminé, me soltó: 'mira, chico, todo esto quítatelo de la cabeza; aquí, por lo noche, lo que hay son putas y maricones'. Yo tenía 23 o 24 años y me quedé de una pieza".

Pero el comisario se equivocó y Sidecar atrajo al barrio a otro tipo de clientela con la que conectó poniendo discos de la nueva ola (en aquel 1982 nacieron los sellos ‘indies’ seminales Dro y Gasa) y luciendo otro estilo en su trato con el público. "En Zeleste, los camareros eran señores que iban con su americana y su corbatita, y aquí quien estaba detrás de la barra era como tú", ilustra Tierz. Barcelona era el Titanic, decían, y Madrid brillaba con su movida."Al principio mucha gente nos preguntó si éramos madrileños porque poníamos ‘singles’ y maquetas de aquellas bandas, aunque también pinchábamos a Los Burros o Brighton 64".

ARTISTAS DE CULTO

De aquellos cuatro amigos quedó Tierz, al que se sumó, en el 2000, el inquieto Quim Blanco, fallecido el verano pasado. Y la sala se estableció como valioso punto de anclaje de la escena autóctona (aquí ha actuado todo el mundo, o casi: de Sisa Tokyo Sex Destruction) abierta a artistas internacionales de variado signo, ya sea rock de garaje, post-rock, Americana o punk. Por solo citar algunos nombres, han pasado por Sidecar figuras como Alex Chilton, The Posies, Chuck Prophet, Lydia Lunch, Paul Collins, Jellyfish, Sky Saxon & The Seeds, June of 44, Steve Wynn, Howe Gelb, Marky Ramone, The Wedding Present, The Rubinoos, Kurt Vile o New York Dolls.

En el 2000 actuó Manu Chao, camuflado bajo el nombre de Bombachita Sisters."Le dejamos ensayar una semana y a cambio dio cuatro conciertos con nombre falso, aunque se sabía que era él porque la noticia corrió”. Y en el 2005, The National, nueve años antes de asaltar uno de los escenarios principales del Primavera Sound. “Fueron a verle 53 personas", precisa Tierz.

Pero, aunque en algunos conciertos no cuadren los números, la música en directo es lo que sitúa a Sidecar en el mapa. "Es la publicidad más cara del mundo: nos da a conocer pero tiene un coste". La sala aguanta, junto a establecimientos veteranos como el Karma y el Glaciar, ignorando la “marabunta de turistas” que ha ido tomando el barrio. "Tenemos un público muy de Barcelona porque los conciertos nos dan visibilidad: si no, tendríamos que acabar montando concursos de Miss Camiseta Mojada para los guiris", ironiza el director de la sala.

Tras el concierto de Lowe, la actividad sigue: el jueves la sala acoge al valenciano Tórtel mientras anuncia a grupos internacionales como Wave Pictures (6 de febrero) y Kite Base (3 de marzo). Estos días ofrece una exposición de pósters de conciertos y a partir de enero acogerá selecciones de fotógrafos de rock, empezando por Xavier Mercadé, Jordi Vidal y Ray Molinari. "Sí, por lo pequeños que somos, hacemos bastante ruido", sintetiza Roberto Tierz.

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