CRÍTICA DE CINE
'No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas': lúcida y pegadiza
Tras su cascarón de estética 'hipster', la película de Maria Ripoll esconde en su interior mucho desconcierto y vacío generacional
![Beatriz Martínez](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/792d06cf-e585-4911-9bab-33999a8dfc06_source-aspect-ratio_default_0.jpeg)
Beatriz Martínez
Periodista
Periodista cultural y crítica de cine.
BEATRIZ MARTÍNEZ
Con su anterior película, 'Ahora o nunca', Maria Ripoll demostró que sabía utilizar los moldes clásicos de la comedia romántica para configurar una película de contagiosa vitalidad a través de una narrativa 'non-stop' repleta de gags vertiginosos y de un sentido del ritmo chispeante.
Con 'No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas', adaptación de la novela de Laura Norton Laura Norton, se inserta dentro de los códigos de la 'romcom indie' de aliento juvenil camuflada tras un envoltorio de lujo para convertirse en un adictivo y certero retrato generacional: el de una joven inmersa en una crisis personal, desorientada a nivel profesional y emocional incapaz de reaccionar y tomar decisiones por sí misma, que prefiere seguir estancada en su zona de confort y recriminar al destino su mala fortuna antes que aceptar que los problemas solo se solucionan si se les planta realmente cara.
Es Sara (una Verónica Echegui que desprende luz y fragilidad) una de esas antiheroínas modernas, inteligentes y tocadas por una sensibilidad especial que necesitan un estímulo para salir de su ensimismamiento y liberarse de las cadenas de sus propias inseguridades. Toda la película se filtra a través de sus pensamientos, de su personalidad, y a partir de su mirada accedemos a su pequeño microcosmos, conocemos a su excéntrica familia y nos dejamos llevar por el frenesí que genera su magnético infortunio.
Maria Ripoll sabe jugar con una amplia variedad de tonos que nos llevan desde la comedia de situación, más física y alocada, hasta la melancolía y la ternura inherentes a su protagonista. Es, al fin y al cabo, una comedia romántica fruto de su tiempo, con su cascarón de estética 'hipster' de era de Instagram que, sin embargo, esconde en su interior mucho desconcierto y vacío generacional. A ritmo de canciones pop y plumas de colores.
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